Desplazados de Esmeraldas
Aunque no hay cifras oficiales, existe un desplazamiento interno como consecuencia de la violencia criminal
Hace 12 años, Byron se marchó de su natal Santo Domingo y dirigió su mirada hacia Esmeraldas. Tierra fértil (pensó en aquel momento) para asentar su negocio de venta de repuestos para celulares en la calle Bolívar, en el ‘bulevar’ de la capital provincial. Y le iba bien hasta hace dos semanas, cuando decidió clausurar este capítulo de su vida.
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Leer másHa vuelto a sus raíces, empujado por las balas de sicarios y asustado por los charcos de sangre de las 186 víctimas que hasta el 26 de mayo se registraron por una ola de violencia sin precedentes. Lo hizo por sus dos hijos menores de edad. “Uno de los bienes más sagrados es la seguridad y en Esmeraldas eso ya no existe. Ni siquiera se puede caminar tranquilo en las calles por temor a los robos y sicariatos”. Así justifica su escape.
Manuela no ha huido, pero tuvo que cerrar una boutique que hace dos meses montó en pleno casco comercial, por los constantes asaltos, robos, muertes violentas y extorsionadores.
La gente dejó de ir a su negocio y las ventas bajaron. Despidió a las dos colaboradoras y llevó su tienda a la internet. Ahora solo vende en línea. “La violencia y la delincuencia mataron el comercio en Esmeraldas. De qué sirve abrir un negocio si no hay nadie que te compre. La gente ya no sale de sus casas por temor a que les roben o los maten”, dice con desconsuelo.
Basta con recorrer la avenida Simón Bolívar, el equivalente a la 9 de Octubre de Guayaquil, para constatar cómo la actividad comercial agoniza por el miedo. Solo en esa zona, que comprende unas siete cuadras, han cerrado unos 35 negocios en los últimos dos meses, según estimaciones de la Cámara de Comercio local.
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Leer másY los negocios que aún subsisten no tienen a quien venderle. Los esmeraldeños salen de sus casas únicamente para lo necesario y a las 18:00 dejan de atender, cierran sus puertas y el centro muere. Lo mismo ocurre en otros sectores de la urbe. “A las siete de la noche ya tenemos que estar encerrados en las casas por temor a que nos asalten o nos caiga una bala perdida”, exclama Nora, propietaria de un local de repuestos.
El panorama es más dramático en el malecón del balneario Las Palmas. Allí la visita de turistas es nula, los negocios abren al mediodía y cierran a las 18:00. En el restaurante Rico Paisa, Belizario, su dueño, suprimió cuatro puestos de trabajo debido a que las ventas bajaron. “Así no se puede laborar, la gente se está yendo, los servicios básicos suben y los ingresos bajan porque no hay turismo. El futuro no es alentador”, vaticina Belizario.
Actualmente, Esmeraldas registra en promedio 1,2 muertes cada día. Si esa media se mantiene, al final del año habrá 455 casos. Lo que representaría un incremento del 201 % con relación a 2021.
Jazmín Caicedo tiene una heladería en Las Palmas. Sus ventas también han decaído en un 80 % y al día no vende más de 10 helados, eso cuando la jornada es buena. “Estoy pensando en irme a Santo Domingo o a Quito, porque aquí ya no es posible vivir tranquilos”, lamenta.
Los avisos de venta o alquiler de casas y departamentos también se han multiplicado en las últimas semanas en el centro y en la zona de Las Palmas. Algunos se han marchado a urbanizaciones cerradas ubicadas en la periferia. Otros, simplemente, han preferido dejar la ciudad.
- ¡Cuidado con la aporofobia!
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Leer másLos conflictos en la zona norte del país no son recientes, afirma el especialista en derechos humanos y movilidad Elmer Mendoza. “La presencia de la institucionalidad del Estado es precaria y frágil en la zona de frontera, específicamente en Esmeraldas, y esta es una de las causas de la migración interna que se está experimentando”, expone.
Sostiene que los lugares predilectos serían Santo Domingo, Ibarra y Quito por su mayor cercanía. Mientras que más al sur, Guayas, en especial Guayaquil y Milagro, son los destinos más buscados para asentarse en su ‘huida’.
Él llama a tener cuidado con la aporofobia, que representa el miedo a la pobreza. “Si llegan muchos europeos a Ecuador, tal vez los arrendatarios con los que hagan negocio les pregunten si no conocen a otro extranjero más para alquilar. Pero si va una esmeraldeña, hasta le dicen que no tienen lugar, aunque ella tenga el dinero para pagarlo”.