
Diana Salazar termina su periodo como fiscal, ¿cuál es el balance de su gestión?
El CPCCS aún no ha designado a su reemplazo. Analistas sostiene que los seis años de Salazar tienen una sombra política
Tras seis años, Diana Salazar culmina este 8 de abril sus funciones como fiscal general del Estado. Aunque ha sido reconocida como un referente en la lucha contra la corrupción, analistas coinciden en que su gestión también ha estado marcada por la polémica.
El penalista Julio César Cueva considera que el período de Salazar ha sido de altibajos y hasta politizado. A su juicio, es un cargo que inevitablemente está atravesado por lo político: “Es el fiscal del fuero de los funcionarios más importantes de la República y está sujeto al control político de la Asamblea Nacional”.
Cueva advierte que, más allá del respaldo que recibió por su postura contra la corrupción, hubo sombras en su administración. “Desde el punto de vista del debido proceso, hubo errores. Se confundió que fin justifica los medios, y hay ciertos casos que, procesalmente hablando, no tienen un buen sustento a nivel internacional”, señala.

Una fiscal que respondió con casos a las presiones políticas
Agrega que esta falta de consistencia en algunos procesos respondió a la premura de la Fiscalía por iniciar causas penales, en medio de una presión constante. “La fiscal fue perseguida de manera continua e injustificadamente por quienes buscaban garantizar impunidad”, afirma.
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No obstante, Mariana Yépez, exfiscal general del Estado, considera que Salazar asumió la Fiscalía en un contexto complejo y que logró “desempeñarse bien” durante los seis años de su gestión.
“No sé si tuvo una agenda política. Lo que ocurre es que los casos que conoció estaban vinculados a la política, a la corrupción y al narcotráfico”, comenta y dice que también hubo temas que se le escaparon de las manos.
Por ejemplo, menciona que, además de los casos judiciales pendientes, también quedaron tareas administrativas sin resolver. “Lamentablemente no pudo hacerlo todo, como la evaluación de los fiscales, aunque eso no depende directamente de la Fiscalía, sino del Consejo de la Judicatura”, aclara.
Respecto a la influencia política en el trabajo de Salazar, Yépez sostiene que “la política es un tema tácito en la cultura ciudadana, y siempre estamos mirando si una acción favorece o perjudica a determinado partido”. Aun así, resalta que, durante su gestión, la Fiscalía abordó casos que afectaron a diversos intereses y sectores.
El correísmo fue uno de los "objetivos" de Diana Salazar
Cueva, en cambio, considera que hubo una orientación clara: “Tanto el caso Sobornos como el caso Ligados y otros, evidencian un enfoque hacia el correísmo. Hubo una fijación, porque veníamos de un período de diez años en el que la gente vio cómo se llevaron en peso todo lo que pudieron. Se concentraron en investigar esa década, pero lo hicieron con apuro”, critica.
Incluso asegura que el caso Sobornos, que terminó con la sentencia del expresidente Rafael Correa y varios exfuncionarios, marcó el estilo que caracterizó la gestión de Salazar: “Ese caso estableció el ‘modus operandi’: primero el ‘boom’ mediático, luego la presión suficiente para que los jueces decidieran como ella quería”.
Más allá de los elogios y críticas, el jurista y director de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo, Mauricio Alarcón, considera que lo urgente ahora es devolverle estabilidad a la Fiscalía, aunque ni siquiera el Consejo de Participación Ciudadana (CPCCS) ha designado todavía a su reemplazo.
“La Fiscalía necesita estabilidad. Para algunos actores políticos, se ha convertido en la joya de la corona, y eso no es positivo. Hay que trabajar para que quien reemplace a Diana Salazar pueda reinstitucionalizar la Fiscalía”, subraya.
En ese mismo sentido, la exfiscal Yépez insiste en que el nuevo titular del cargo debe tener conocimientos, experiencia, ética probada e independencia. Cueva, por su parte, cree que el nuevo fiscal enfrentará una decisión difícil: “Tendrá que optar entre continuar con algo que ya viene torcido y no se puede enderezar, o reconocer que se cometieron errores y soportar la reacción de un pueblo al que se le vendió otra historia”.
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