Diez años de su vida prisionera y torturada en una habitación
En la Troncal una joven vivió la mitad de su vida encerrada Fue violada, quedó embarazada. Escapó y busca salvar a sus hermanos
Armada de valor y coraje, una joven de 22 años escapó de la casa de su madrastra en la que permaneció por casi una década en cautiverio, dentro de una habitación donde fue violada y torturada física y psicológicamente.
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Leer másPara huir de su vía crucis, Camila (nombre protegido) logró reunir $1,50 y tomó en brazos al niño que engendró producto de los ultrajes sexuales a los que fue sometida por el hermano de quien fue su profesora y que terminó convirtiéndose en la esposa de su padre y su verdugo.
Su pesadilla comenzó a los 12 años. La difícil situación económica obligó a sus padres a emigrar a los Estados Unidos, dejándola a ella al cuidado de su maestra. Esta mujer se había ganado la confianza del padre de la chica y él convenció a su esposa que la mejor opción era dejar a Camila y a sus otros dos hijos, de 6 y 8 años, en aquel entonces, al cuidado de la persona que los ‘educaba’.
Fue así que la docente acogió en su domicilio, en el cantón La Troncal, provincia de Cañar, a los tres niños, con la promesa de darle protección y amor, mientras sus padres trabajaban lejos. Sin embargo, el peligro estaba latente, porque el violador vivía también en esas cuatro paredes que fueron testigos de los horrores de los que fueron víctimas los tres hermanos.
Con su voz entrecortada y llorando, Camila relata a EXPRESO el tormento que padeció desde el 2012 y cómo logró escapar de “la casa del terror”.
“Ella era mi profesora en la escuela y luego tuvo una relación con mi papá. Mis padres se fueron a vivir a los Estados Unidos y nos dejaron a su cuidado, al principio mi mamá no sabía la relación que ellos tenían. Los primeros meses nos trataban bien, luego comenzaron los maltratos, tanto físicos como psicológicos. Cuando cumplí 12 años me decía que yo nací para ser una mujer de la calle y mis hermanos marihuaneros”, rememora.
A veces cierro los ojos e imagino que otra vez estoy en ese cuarto, encerrada con candado”.
Camila hace una pausa, su llanto interrumpe su relato y antes de continuar contando su odisea con sus manos seca sus lágrimas. “No sé si pueda seguir hablando, me duele recordar todo. A veces cierro los ojos y me imagino que otra vez estoy en ese cuarto, encerrada con candado y contando las horas, porque sabía que todos los días a las 03:00 ese hombre entraba para violarme”, expresa.
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Leer másRecuerda que con el pasar de los días los maltratos hacia ella y sus hermanos se hicieron más frecuentes y que como no tenían contacto con sus padres y con ningún familiar, su madrastra aprovechaba para golpearlos. “No nos alimentaba, no nos dio educación, solo estudié hasta octavo año, tampoco nos compraba ropa a pesar de que mi padre le daba dinero. Ella le decía que estábamos bien, no nos permitió tener comunicación con mi madre. Nos repetía que ella no nos quería. A mis hermanos los hacía dormir en la calle y no les daba de comer. Sabía lo que me hacía su hermano, escuchaba mis gritos, producto de tantos abusos, salí embarazada, tengo un niño de 4 años”, confiesa la joven.
Manifiesta que el hermano de su madrastra la amenazaba y le repetía que si intentaba escapar la mataría a ella y a sus hermanos. “Me mantuvo encerrada por años, no me dejaba salir, me dio un teléfono, pero únicamente para contactarme con él, no me permitía tener redes sociales De tantos golpes que recibí, me lesionó los pulmones y estuve internada en un hospital, ahora me entero de que a mis padres les dijeron que tenía tuberculosis y que por eso me habían hospitalizado”, recuerda
El 31 de marzo pasado la joven decidió ponerle fin a su martirio. Aquel día aprovechó que estaba sola en casa, tomó a su niño y huyo de sus verdugos. “Cada vez que me encontraba una moneda, la escondía, ya me había dado cuenta de que el candado estaba dañado, por lo que aproveché para escaparme, pero no pude llevarme a mis hermanos. Temo por sus vidas”, expresa con preocupación; al asegurar que ahora, que ha decidido hacer el caso público, la Policía pueda intervenir para que los rescate de forma inmediata.
Su abogado Kelvin Ronquillo explica que durante casi 11 años Camila y sus hermanos han vivido maltratos y que por tal motivo la afectada asentó dos denuncias contra sus agresores, una por violación y otra por violencia psicológica; que son los documentos con los que las autoridades podrían actuar. “Es terrible lo que esta joven soportó y lo que hizo para escapar. Esa señora sabía todo lo que estaba pasando, ella fue autora y cómplice, incluso los torturaba metiéndolos en un tanque con agua, estas personas deben pagar por lo que le hicieron a estos niños. Hay penalidades y fuertes (ver subnota)”, sentenció.
La chica permanecía encerrada en una habitación con candado. Le habrían la puerta solo para darle la comida”.
El padre de Camila fue una de las víctimas de la COVID-19, falleció hace un año en Estados Unidos. La joven y sus hermanos recién conocieron de su muerte en marzo pasado. Su madre aún vive en aquel país, pero no puede regresar porque tiene una demanda por manutención.
- El delito
Responsables podrían ser encarcelados hasta por 40 años
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Leer másCésar Peña Morán, fiscal Multicompetente del Guayas, explicó que el delito en que incurrió el violador de la joven está tipificado en el artículo 171 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) y la sanción que podría recibir la persona sería una pena de 19 a 22 años. Sin embargo, existen agravantes que podrían hacer que la pena sea de hasta de 29 años. “En este hecho también hay concurrencia de infracciones, en el caso de la madrastra. La pena para ambos podría ser de hasta 40 años”, informó el funcionario.
Reveló que en este tipo de delitos son más frecuentes en sitios apartados del país y que incluso hay casos en que las víctimas o los padres ven como normal este patrón de acciones. “Lamentablemente en nuestra sociedad hay casos como estos, que parecen que solo ocurrieran en otros países o que fueran sacados de una película. Quizás muchas de las víctimas no se atreven a denunciar por miedo”, indicó Peña.
Explicó que este tipo de situaciones, cuando una persona es víctima de violencia sexual y convive con el agresor, es conocido como el síndrome de Estocolmo, término utilizado para describir una experiencia psicológica paradójica en la cual se desarrolla un vínculo afectivo entre los rehenes y sus captores. “Esperemos que no sea el caso de esta chica. Al parecer, ella vivió tantos momentos de dolor y tortura, que por eso tuvo el valor de escapar”, sostuvo Peña.