Un dificil viaje por las veredas de la ciudad
Su estrechez y la falta de rampas hace casi imposible movilizarse cuando se tiene movilidad reducida. EXPRESO lo confirma en tres historias.
En el intento de recorrer la ciudad, Nicolás Kronfle, un guayaquileño de 22 años, ha sufrido ya tres accidentes y se ha roto hasta los huesos. Él padece miopatía (conjunto de enfermedades musculares que le provocan inmovilidad), se moviliza en una silla de ruedas eléctrica y aunque ha intentado desplazarse por diferentes barrios, asegura sentirse seguro apenas en unas cuantas calles de la Víctor Emilio Estrada en Urdesa, donde reside.
“No puedo decir que el vecindario me da la bienvenida en todos sus espacios. Lastimosamente hay barreras, tantas, incluso en la zona ya regenerada”. Piedras, escalones, rampas empinadas, inexistentes, además de mobiliar urbano en cada vereda que lo obliga a atascarse o, peor aún, a lanzarse a la mitad de la calle para llegar a su destino.
La semana pasada EXPRESO acompañó a Kronfle a un recorrido de no más de doce cuadras, que partió desde las calles Circunvalación Sur y Todos los Santos hasta Las Monjas, pasando por la Víctor Emilio Estrada; y por las dificultades que encontró -pese a ser la ruta que recorre cada semana para ir a comer-demoró cuatro veces más, casi hora y media, de lo que tarda en circular una persona sin discapacidad.
En Todos los Santos y Cedros, donde queda la iglesia a la que asiste también cada domingo, Nicolás -como es común- no tuvo acceso a la acera porque había decenas de autos aparcados sobre ellas; y en ocho de las doce intersecciones por las que se desplazó, asimismo, no pudo subirse por sí solo porque las rampas eran tan inclinadas que hacerlo implicaba “un completo suicidio”, o porque unos “maravillosos escalones” de 10 centímetros (y más) le impedían acceder a ella, obligándolo a buscar otros caminos.
Por ello nunca sale solo. Siempre lo hace con su esposa, quien en situaciones como estas debe empujarlo con tal fuerza que hasta la ropa se le desacomoda. “En esos trajines he perdido tantas cosas: billeteras, celulares. Por eso es que a veces me da hasta pereza salir. Y es que no hay acceso para nosotros”.
Y no es el único caso. En Guayaquil son incontables las personas que se sienten afectadas por tener que evadir postes, jardineras y tachos de basura instalados en medio de las sendas, que además suelen ser tan estrechas que ni siquiera un niño puede pasar.
Ir por el periódico para Apolonio Dueñas y su suegro es toda una aventura. Es como lanzarse en una búsqueda a campo traviesa. “Agárrese de esa pared”, “mire que el espacio es angosto”, “espere que ahora hay una bajadita”, “despacio, tenemos un obstáculo”.
Cualquiera pensaría que el camino que cumplen dos y hasta tres veces por día -en la mañana por el diario, luego por algunas frutas y al caer la tarde, por estirar las piernas-es por alguna selva enmarañada o un camino empedrado. ¡Qué va! Aquella rutina la cumplen por una de las recientes avenidas regeneradas de la Alborada, la José María Egas, en la que el Municipio invirtió $ 5’200.000 y cubrió 2.600 metros lineales. Pero el problema se evidencia en más de 600 metros, en el tramo que está entre las calles Isidro Ayora y Rodolfo Baquerizo Nazur.
La mencionada arteria seguro motivó muchas noches en vela para arquitectos y diseñadores que debían resolver un proyecto de aceras acordes con las demandas actuales de accesibilidad hacia personas con problemas visuales, motrices, adultos mayores e incluso, madres que transitan a sus hijos en cochecitos.
Pero no les quedó bien. En 14 cuadras, las rampas no dejan espacio para que las personas se trasladen sin tener que ir esquivando las inclinaciones o simplemente, haciendo equilibrio. Hay puntos donde las pendientes son más pronunciadas, como en la manzana DB.
De esto precisamente da cuenta Dueñas, quien anda por los 74 años. “Es complicado. Puede que para mí, las irregularidades de estas veredas no sean problema, tengo buen equilibrio, pero para mi suegro, de 91, caminar por aquí sí es muy riesgoso”.
Hay vecinos que aducen que desde que se inauguró la readecuación, a mediados de este año, hay transeúntes que rodaron por las relucientes aceras.
Puede que en los días previos a aquella mañana del 7 de abril de 1987, aquel concepto de veredas inclusivas era desconocido. Es por eso que Exipion Vinueza Castañeda tuvo que aprender a lidiar con ese panorama que se le presentó luego de haber recibido un balazo que le atravesó de lado a lado el frente de la cara, cuyo proyectil se fue llevando en su camino los órganos visuales.
“Era un dirigente sindical y mandaron a matarme. No lo lograron, pero me dejaron sin vista”, dice este jubilado de 74 años que preside la Asociación de Ciegos y Amigos de los Ciegos del Guayas.
El suyo es uno de los gremios que ha liderado el reclamo por mejoras en la infraestructura urbana. Lo hizo en la administración del alcalde León Febres-Cordero, la continuó con la de Jaime Nebot. “Con este último obtuvimos respuesta, pero no es suficiente. No todo depende del Cabildo, los dueños de casa también tienen responsabilidad”.
En una ciudad distribuida en 38.000 manzanas, el hábito de cercar los soportales para destinarlo para uso comercial, termina por quitarle espacio a los transeúntes. “Los más afectados somos las personas que hemos perdido la vista”.
Es más, tampoco se tiene reparo en ocupar lo poco de veredas que quedan para usarlas como extensión de talleres, estacionar vehículos... Un panorama común en los barrios Garay, del Salado, y las ciudadelas Kennedy, Sauces, La Garzota, Guayacanes, Vernaza.
Es a ese caos al que Vinueza le teme. Nunca pudo acostumbrarse, como lo hacen muchos de los miembros de su asociación. Ellos sí se atreven a transitar la ciudad sin más apoyo que su bastón blanco.
El mes pasado, en un reportaje anterior, Dennis Maroto, presidenta de la Fundación AndarEq, y los arquitectos Sharon Rodríguez y Héctor Hugo, también especialistas en urbanismo, coincidieron en el hecho de que la ciudad no está hecha para el peatón, sino para los vehículos, aunque la Autoridad de Tránsito Municipal (ATM), que admite que hay una serie de veredas que no cumplen con las normas, opine lo contrario; asegurando que ahora se coordina con Fundación Siglo XXI y con Obras Públicas Municipales para adecuar e incluir a más veredas en la regeneración.
Para los expertos, el Cabildo debe fijar los criterios y normativas viales en base a la construcción de aceras caminables con anchos más que mínimos y paralelamente, en conjunto con la ATM, detectar los obstáculos de las aceras, las alturas -por ejemplo- para reducirlas con inmediatez. En los países con mejor índice de movilidad, estas tienen un promedio de cinco centímetros de alto y no de quince, veinte, como aquí se observa, refiere Hugo.
Asopléjica
“Hace falta sensibilizar en el tema”
Para Betzabeth Pilaloa, presidenta de la Asociación de Hemipléjicos, Parapléjicos y Cuadripléjicos del Guayas (Asopléjica), si bien hacen falta más rampas y modificar ciertas veredas, sobre todo las de los barrios más antiguos, Guayaquil se va haciendo de a poco más accesible.
“Se han logrado grandes avances en los últimos tres años. Ahora pasear por la 9 de Octubre, ingresar al malecón o a ciertos parques, por ejemplo, es posible...”. Que hace falta sensibilizar a la población más en el tema es cierto, admite. Y para ello, cuestiona, no solo las autoridades deben participar, sino también los habitantes, dueños de negocios, escuelas, universidades, sitios de entretenimiento. “Para mejorar la movilidad e incrementar y potenciar nuestra autonomía debemos unirnos todos y empezar a hacer cambios, así sean mínimos en el entorno. En la misma cuadra del vecindario, de ser posible”.
Pregunta a los candidatos de Guayaquil
¿Qué solución plantea para mejorar la accesibilidad del peatón con discapacidad?
Cynthia Viteri, candidata del Partido Social Cristiano
Desde el año 2001, el Municipio ha desarrollado más de 500 proyectos de regeneración urbana. Contemplando que las sillas de ruedas tienen 70 cm de ancho, se diseñaron rampas en todas las esquinas, lo suficientemente amplias para el deslizamiento y evitar caídas; estas cumplen con el criterio técnico de accesibilidad para personas con discapacidad. Mi plan es mantener estas obras y crear nuevos y sofisticados proyectos, a fin de invertir en el bienestar de nuestros habitantes, en condiciones de igualdad.
Francisco Jiménez, candidato del partido CREO
Implementaremos una política permanente de inclusión de sendas para no videntes, siguiendo estándares de diseño universal que impulsen su seguridad; y asimismo definiremos estándares específicos de aceras, bordillos y rampas que faciliten su movilidad.
El diseño de los polideportivos verticales de igual manera tendrá disposiciones específicas para facilitar el acceso y uso de las instalaciones e incluso se establecerá que los alimentadores de la Metrovía, todos, cuenten con rampas automatizadas para el ascenso y descenso de las personas.
Jimmy Jairala, candidato por Centro Democrático
Las principales calles de Guayaquil deben contar con facilidades para las personas con discapacidad. Nuestra ciudad no es inclusiva. Tiene algunos lunares, sobre todo en el centro y algunos barrios regenerados, pero en Guayaquil no debemos solo ser un poquito incluyentes.
Aquí no hay cultura de inclusión, ni siquiera cuenta con un centro integral para tratamiento de personas con discapacidad, como sí lo tiene la Prefectura. Aquí hay aún miles de discapacitados no registrados, anónimos. Vamos a concluir esa tarea en la que el Municipio se quedó de supletorio.
Simón Bolívar Rosero, precandidato
El asunto de las veredas angostas no es reciente. En su momento habrá que decidir una inversión para resolverlo donde se pueda, porque hay avenidas y calles donde las casas están muy pegadas a la calzada. Ahí ya no se puede hacer nada, tampoco podemos quitarle espacios al tránsito, ya tenemos muchos problemas por el congestionamiento. Mejoraremos aquellas que presentan irregularidades, volver a enlucirlas, construir rampas en las calles en las que no hay. Pero para esto, haremos consulta con los ciudadanos sobre qué tipo de mejoras requieren.