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Javier Milei
El presidente electo de Argentina, Javier Milei, salió al balcón de la Casa Rosada para saludar a simpatizantes el pasado domingo, día de la posesión.Juan Ignacio Roncoroni / EFE

El discurso de Javier Milei, bofetada al pendejismo ecuatoriano

Aunque no se coincida con sus postulados, el presidente argentino no está para cálculos que recomiendan el vaciamiento de contenido de lo que se dice

La pregunta sobre qué estaría pensando el presidente Daniel Noboa mientras escuchaba el discurso de posesión de Javier Milei, en la Argentina, seguramente se cruzó por la mente de muchos ecuatorianos que el domingo siguieron la transmisión de lo que ocurría en ese país. Era, en realidad, inevitable que el ecuatoriano que miraba y escuchaba la intervención de Milei se planteara esa interrogante por varios motivos: uno, bastante obvio, que era el que Noboa estaba ahí sentado en primera en la ceremonia y, dos, por la diferencia abismal con el discurso que el ecuatoriano pronunció en Quito, en su asunción. 

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Esto, con el añadido de que la fuerza, franqueza, valentía y profundo contenido que tenía el discurso de Milei contrastaba con ese consenso bobalicón, que hay en la clase política ecuatoriana, los analistas y la opinión pública de que es mejor no hacer olas, no decir nada que lastime a los supuestos adversarios ni atacar ni confrontar a nadie. En resumen, todo lo que decía el nuevo presidente argentino en su discurso contradecía a ese consenso buenoide impuestos por políticos y analistas que incluye la celebración de la supuesta muerte de la confrontación en el Ecuador.

Milei dio el domingo ante Noboa, algunos otros presidentes de la región y el rey de España Felipe VI una clase magistral de lo que significa recuperar el contenido de las palabras y de la importancia que tiene la palabra de quien va a conducir el Estado, es decir de un estadista. Aunque no se coincida con los postulados de Milei, es evidente que él no está para cálculos que recomiendan el vaciamiento de contenido de lo que se dice. 

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Demostró que un discurso de 35 minutos puede ser inmensamente más rico que otro de 9 minutos en el que no se dice absolutamente nada. Milei, el domingo, le dio una paliza monumental a esa tesis tan del Ecuador post Guillermo Lasso que recomienda no decir nada para no confrontar, porque los genios de las encuestas y de las estrategias políticas dicen que el tan mentado clivaje del correísmo y el anti-correísmo es cosa del pasado.

Para comenzar, Milei se limpió en esa conducta asumida como insalvable e inevitable en toda América Latina de que nunca se debe mencionar la palabra ajuste: una palabra con apenas cinco letras que ha sido proscrita del discurso político de la región, porque representa lo que para el Foro de Sao Paulo o el de Puebla lo más terrible entre lo terrible, el neoliberalismo. Milei, en cambio, pronunció en al menos cinco ocasiones esta palabreja que a las grandes mayorías en el continente le pone la piel de gallina. No solo eso, cada vez que lo hacía le agregaba el concepto del shock. No hay alternativa al ajuste y al shock, dijo varias veces. 

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Esto, fue sencillamente, histórico porque marca un cambio radical en el discurso de los políticos de la región. Como lo anotó Diego Cabot, periodista de La Nación de Buenos Aires, “históricamente anunciar un ajuste no era una cuestión de un jefe de Estado, sino que estaba en manos de algún ministro que, muchas veces, hacía las veces de fusible. Pero esta vez, Milei, de cara a su gente y rodeado por los invitados que vinieron a su jura, no anduvo con vueltas. El ajuste fue el gran tema sobre el que giraron los 35 minutos de discurso”. Tremenda diferencia con lo que ocurrió con el discurso de posesión de Noboa: si el discurso de Milei giró alrededor de la economía porque la economía es el gran tema argentino, el presidente ecuatoriano no hizo lo mismo con la seguridad que, se supone, es el gran tema ecuatoriano.

Milei dejó, además, muy en claro lo que es un mandatario que sabe lo que hereda y que no tiene problemas en comunicarlo a sus mandantes. Hizo lo que hace cualquier médico responsable y profesional: le dice al paciente que hay que hacerle un diagnóstico correcto para luego, sí, administrarle la dosis correcta de medicinas. 

En Ecuador, existe un miedo intrínseco entre los políticos para decirle a la sociedad lo que realmente pasa y así no asustarla con eventuales medidas antipopulares. Recién luego de varias semanas en el poder, Daniel Noboa apareció con su ministro de Economía en una rueda de prensa para decir que la situación fiscal es terrible, pero envió una reforma tributaria aguachenta donde lo más vistoso es la remisión de decenas de millones de dólares en deudas impositivas del grupo empresarial de su familia.

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Poco antes de asumir el poder, Milei dijo en una entrevista con el afamado periodista Alejandro Fantino, que él no iba a hacer “como esos duranes barba” (en alusión al estratega político ecuatoriano Jaime Durán Barba) que “solo te dicen no hagás nada, no te movás, no digás nada” para no indisponer a los adversarios. Receta que, se sabe, Durán Barba se la dio al expresidente Mauricio Macri que nunca quiso indisponer al kirchnerismo que, a la postre, precisamente por eso se lo tragó vivo.

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Milei dejó en claro en su discurso que él no está dispuesto a asumir ese prurito del aquí no ha pasado nada. “No perseguiremos a nadie, pero en este país el que lo hace la paga”, dijo. En resumen, el flamante presidente argentino demostró que para llegar a ser un mandatario no hay que vaciar de contenido a las palabras bajo el acobardado supuesto de que siempre todo es mejor pasando la página.

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