Autismo, TDAH y dislexia, divergentes en un mundo típico

Al igual que las huellas dactilares, los cerebros no son iguales. Algunos siguen patrones “típicos”, mientras otros procesan el mundo de formas diversas, lo que se conoce como neurodivergencia, que incluye el autismo (TEA), el TDAH y la dislexia. Aunque es una manifestación natural, la mayoría de las estructuras sociales y educativas están diseñadas para los cerebros neurotípicos, que procesan el mundo de manera convencional.

Aunque el acceso a la educación ha sido el centro del debate, no es el único reto para las personas neurodivergentes como los autistas. Javier López Narváez, periodista y líder del proyecto Gente Rara, señala que “el sistema educativo no está diseñado para cerebros autistas ni con altas capacidades cognitivas”. Él, autista y con altas capacidades, lo sabe por experiencia. Obtuvo su diagnóstico a los 39 años. López Narváez destaca que “no hay un autista igual a otro” y explica que los cerebros autistas tienden a tener hipersensibilidades auditivas, olfativas, táctiles o de proximidad. En aulas con muchos niños, las luces, el ruido, los olores y la cercanía física pueden desregular y generar crisis en los niños autistas.

En otros países, se han creado salas sensoriales en las escuelas, con estímulos controlados como luces suaves y sonidos para regular a personas con necesidades sensoriales. Sin embargo, esto aún es impensable en nuestro sistema, según López Narváez.

La importancia de tener un diagnóstico para conocer las necesidades del niño

Andrea, madre de un niño con autismo, creó una caja sensorial para que su hijo se autorregule en clase. Tras buscar un ambiente adecuado, encontró una escuela donde le permiten salir del aula cuando los estímulos son abrumadores. Andrea subraya la importancia de tener un diagnóstico para conocer las necesidades del niño, compartirlo con la escuela y que los padres pasen por un proceso de aceptación. López Narváez añade que, al compartir el diagnóstico, los niños son más respetuosos, pero las mayores “trabas” provienen de los padres de la comunidad educativa.

Para Érika Paredes, educadora y directora del centro infantil Kids Group, el diagnóstico es fundamental “pues las actividades para estos niños deben ser estructuradas de manera personalizada”, pero también el trabajo “en equipo: casa, centro infantil y terapias asignadas por el especialista”. Por su parte, Sybel Martínez, directora de Grupo Rescate Escolar, indica que el desafío del sistema es “aceptar la diversidad como algo normal”.

La asambleísta Nataly Morillo, promotora de un proyecto de ley TEA, ha afirmado en sus redes sociales que “el autismo no es discapacidad”, lo que preocupa a la comunidad autista y sus familias. López Narváez señala que “el autismo puede ser discapacitante” y que el carnet de discapacidad permite adecuaciones, como en el ámbito laboral. Andrea advierte que, si deja de considerarse discapacidad, se perderían derechos, como viajar con mascotas para regularse o la cobertura de terapias por parte de seguros privados.

Según cifras oficiales, hay 30.912 personas con discapacidad psicosocial, pero podría ser un subregistro. La falta de datos y capacitación sobre neurodivergencias dificulta la inclusión.

• El Ministerio de Educación registra 3.775 estudiantes autistas a escala nacional. El 47% va a escuelas privadas y el 45% a públicas. 103 mil docentes fueron capacitados.

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