Dolores Guerra
Personaje. Dolores Guerra, la viuda de una de las personas que fue víctima de desaparición forzada.Álex Lima

Viuda Dolores Guerra: 'No tengo una vida libre, sin los restos de mi esposo'

Es viuda del caso que se originó en una farmacia de Guayaquil. Relata la vida inconclusa que intenta llevar cuesta arriba

En búsqueda de la felicidad, Dolores Guerra se comprometió y volvió a ser madre de una niña que actualmente tiene 10 años. Cuando conoció al padre de su hija quiso abrir un camino en su vida, una oportunidad, pero no pudo.

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Al no estar dispuesta a hacer infeliz a nadie, prefirió terminar la relación y ser madre soltera, porque en su vida hay un capítulo inconcluso que no le permite ser feliz.

Los pedidos para que el caso no quede en la impunidad fueron constantes.

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“Cuando no cierras un capítulo en tu vida, es muy complicado tener que abrir situaciones nuevas. Como volver a tener un hogar, un matrimonio. Quizás mucha gente lo ha logrado. El luto concluye en el momento en que sepultas a ese ser querido al que también le dices adiós. Ahí se termina todo”, explica.

Pero el caso de su esposo, cuya voz dice escuchar pidiéndole ayuda, es algo que permanece en su cabeza. La tortura a diario.

“La voz de él está en mi mente, en mi oído... Me dice: ‘Ayúdame, estoy dentro de la PJ (Policía Judicial), me van a matar’, tal cual como fue la última llamada que me hizo cuando se lo llevaron (2003)”, recuerda Dolores, quien ha debido pasar por psicólogos y psiquiatras para poder continuar con su vida. Sin embargo, el alta médica está lejos de llegar.

Un capítulo que solo concluirá con el hallazgo de los restos de su esposo

Esto concluiría, dice, con el hallazgo del cuerpo o los restos de su esposo. Primero pedía su cadáver, que lo dejen enterrarlo; luego pidió sus osamentas; después sus cenizas y ya no sabe qué más pedir.

“Si lo quemaron, lo enterraron o lo que me quieran dar, solo deseo coger sus restos, era el padre de mi hijo, el joven de quien me casé muy enamorada. No tener un lugar donde ponerle flores, una tumba. Recordarlo en Navidad, Fin de Año, cumpleaños”, reclama.

A estos problemas se suma otro. El impedimento para conseguir un crédito bancario que le permita comprar una casa, un carro o cosas básicas. La razón es que al seguir legalmente casada con Johnny Gómez debe tener la firma de él para cualquier proceso crediticio.

Al seguir ligada a un matrimonio que ya no está, en su cédula consta que todavía se encuentra casada, cuando debería decir ‘viuda’, pero para eso se debe declarar la muerte presunta de Gómez y que un juez no lo declare fallecido el día en que se lo llevaron, el 19 de noviembre del 2003, sino en 2024, cuando aquello no fue así.

Los anhelos de la vida de una persona promedio

“¡Imagínate!, ¿cuándo voy a ser feliz? Alquilo un departamento al que le pago lo que cancelaría mensualmente por un crédito hipotecario y eso es el llamado derecho al buen vivir, y, sin embargo, a mí se me ha quitado ese derecho a tener vivienda propia”, se lamenta.

De quien fue el amor de su vida, salta el recuerdo de una foto cuyo contenido hasta la fecha da de qué hablar por lo cuestionado y violento del operativo policial, a esa imagen ella le llama de la crueldad, “de ver cómo atan sus manos y le tapan el rostro, tal como si fuese un animal al que llevan al matadero”.

Admite tener miedo cuando va por la calle. El caso ‘González y otros’ (antes llamado ‘Las Dolores’) la enfrentó a entidades y personas con cierto grado de poder. Camina viendo a su alrededor. Si va a algún lugar, está pendiente de las personas y si ve a alguien sospechoso, se retira.

“No tengo una vida libre, tampoco vida social, en la que pueda estar feliz y divertirme. Salgo del trabajo y me voy directo a mi casa, a encerrarme y a estar con mi hija”, asegura Dolores, quien labora como ayudante en la función judicial, entidad a la que llegó luego de estudiar Derecho.

Ella fue una figura importante por su participación y la cara más visible en las investigaciones en el caso, lo que la llevó a estudiar Derecho y a entender cada foja del proceso, sobre todo, a conocer el significado del término ‘delito flagrante’. Dos palabras que, según dice, siempre se usaron en defensa de los agentes y que no las cumplieron ni se les respetó a las víctimas el debido proceso.

“En ese tiempo no existía el COIP, sino el Código Penal y hablaba de las personas que eran capturadas en el momento y que debían ser puestas a órdenes de la autoridad competente para poder determinar su culpabilidad o inocencia y ¿quién era la autoridad?, pero ellos -los policías- fueron jueces y parte”, indica con las bases que aprendió en la abogacía

Los ‘otros’ cabos sueltos que arrastra el caso

El fiscal general del Estado subrogante, Wilson Toainga, asistió a la audiencia en donde el Tribunal dio a conocer la sentencia en contra de cuatro expolicías.

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Dolores Guerra hace una pausa y respira antes de contestar una pregunta que podría tener una respuesta obvia, si es que es feliz.

“Te puedo decir que cuando tengo a mis hijos a mi lado siento que soy feliz, pero si me preguntas si llevo una vida llena de felicidad y de tranquilidad, no... He pasado por muchos procesos en los que le pregunto a Dios qué pasó, qué sucedió en mi vida, que me diga en qué momento cambió todo. Me quedé de 27 años con muchas ilusiones”, responde Dolores, mientras seca sus lágrimas.

En medio del diálogo con este Diario ella también cuenta que se quedó a la mitad de los estudios en la carrera de Comunicación, a la que iba a regresar luego de casarse. La vida le tuvo otra carrera en su camino, Derecho.

Los problemas para Dolores y su hijo mayor parece que se extienden, curiosamente cuando la justicia avanza.

Su hijo tuvo que salir del país hace pocas semanas, al ser abordado y golpeado por varios sujetos.

El hecho tendría que ver con la sentencia de 26 años que se dictó a los implicados en la muerte y desaparición de Johnny Gómez.

Este caso ha sido complejo, incluso el nombre fue cambiado: de ‘Las Dolores’ a ‘González y otros’.

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