Dos amigos que se fueron

Todos sabemos que vamos a morir. Según Benjamín Franklin, lo único seguro es que quien nace morirá y pagará impuestos. A pesar de ello nos sorprendemos cuando un amigo o familiar fallece.

En días pasados murieron dos personas a quienes conocí. Pasaron los ochenta años y vivieron a plenitud su vida. Uno fue hombre de escritorio y de libros, el otro empresario con varias actividades. Me refiero a Jorge Vivanco Mendieta y Ramón Arosemena Benites. Al primero lo conocí hace una década, al segundo toda una vida.

Con Jorge conversé brevemente las veces que visité las oficinas de Granasa; pasaba por su oficina y hablábamos pocos minutos. De él me enteré lo dura que fue su infancia y cómo fue progresando por sus propios méritos. Gran lector, disfrutaba de la historia, era un agudo analista de la política ecuatoriana. Un día pasé por su oficina, la encontré vacía y me enteré de que estaba enfermo. No lo vi más. Periodista admirable, escribió su columna casi a diario; siempre escogió temas candentes, defendió con pasión sus argumentos. Fue el Montalvo del siglo XXI.

Hay seres que nacen solo para hacer el bien, en sus sentimientos no hay maldad, envidia, codicia ni otros defectos humanos. Siempre preocupados por los demás, deseosos de ayudar y ser solidarios. Así fue Ramón, nunca lo vi enojado, siempre de buen genio, cordial, cariñoso y respetuoso. Fue optimista, a pesar de no haber tenido vida fácil, pues recibió duros golpes. Rindió culto a la amistad, muy querido de sus amigos; su jovialidad resaltaba, disfrutaba conversar con contemporáneos, mayores y menores. Siempre se interesaba por la salud y bienestar económico de sus familiares cercanos y lejanos, también de sus amigos. En una ocasión ayudó a un amigo a vender sus tierras, necesitaba el dinero para cancelar deudas. Logró resultados sin cobrar un centavo. Cada ocasión que hablábamos por teléfono me preguntaba sobre la salud de mis hermanos, quería noticias de cada uno. Entusiasta como pocos de su edad, hasta antes de su enfermedad tenía proyectos por delante. A pesar de ya no vivir en Urdesa continuó siendo presidente de Accur.

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