Dos barrios chinos sin chinos
La vida en el sur. A más de lo anecdótico, son lugares donde impera la inseguridad. Un medio también de negocios lícitos y de personas preocupadas por su comunidad.
Ocupa 80.915 m² y está en la parte más extrema de Guayaquil, en el Guasmo Este. Ahí donde la ciudad dejó de crecer porque ya no tiene más espacio. Los vecinos, que son muchos, no saben que Google Maps los ubica habitando un sector que reconoce como barrio chino. En el lugar, a los chinos no se los encuentra por ningún lado.
En una urbe repleta de chifas, tampoco existen en este sitio esos restaurantes tan famosos por uno de sus platos, el chaulafán. “Aquí los únicos que hacen multitud somos los afroecuatorianos”, dijo una vecina, quien prefirió no dar su nombre. “No quiero que por aparecer mi nombre en el periódico me meta en problemas. Una nunca sabe”.
Tampoco resulta fácil dar con los perímetros con los que Google Maps delimita al barrio chino. Hay callejones que terminan en el lugar menos esperado o se dividen en dos o hasta tres callejones más. Es una enredadera entramada en tres cooperativas de viviendas: Cóndor, Cristal y Batalla de Tarqui.
A esto se suma que cuando se le pregunta a los tricicleteros -los únicos que dan el servicio de taxi-, lo ubican a 3 o 4 cuadras más allá de lo primero que se les ocurra.
“Lo están desubicando. No les interesa decirles que ya está en el barrio chino”, dijo un vecino que se atrevió a reconocer que vive en el corazón del mencionado lugar.
¿Y por qué se le llama chino? Eso se inició hace 30 a 25 años, dice otro de los vecinos. “La gente era muy mala. Mucha droga, pandillas, prostitución. En el sector de las cinco esquinas aparecía la gente tirada en las aceras. Si no estaban muertos, estaban volados de tanta droga”.
“¿Usted sabe lo que es un barrio chino?”, indaga otro de los habitantes. Frente a esa inquietud no queda sino recurrir a Wikipedia: “El término barrio chino o Chinatown se usa para denominar a una zona urbana en la que reside una gran población de origen chino, dentro de una sociedad no china”.
Hasta ahí, nada relacionado con este barrio del Guasmo Este. Pero más adelante, la enciclopedia libre en línea aclara lo que aquel vecino no quiere decir: “el término suele denotar una zona, barrio o distrito en donde se concentran la prostitución u otros negocios relacionados con la industria del sexo”, que también se conoce como barrio rojo o zona roja.
Un lugar donde en los mejores tiempos de la violencia urbana, cuando las pandillas se peleaban por cada esquina, Richard Pinela Merelo, un fabricante de ataúdes que habita en el barrio, tuvo sus mejores ventas. “En estos días tampoco me quejo. Así como las maternidades son un negocio, porque cada día nace más de uno, el número de los que se van es igual. Un ejemplo, el año pasado, hubo un mes, el de julio, donde en el barrio 30 vecinos murieron”.
Recorriendo sus 25 calles, es factible reconocer que la inseguridad sigue vigente. Puede que no como hace 30 años, pero no es fácil ir de un lado a otro. Los mismos vecinos lo advierten: “si va a tal calle, vaya con cuidado”. En ciertas esquinas -muchas-, es fácil evidenciar la venta de droga. Muchachos y adultos, sentados en fila en las veredas, casi todo el día, a la espera de clientes.
Pero en el lugar también converge una comunidad que desarrolla su vida alejada de ese submundo de violencia. Es por eso que uno de ellos hasta tiene un fanpage en el Facebook, donde Elsa Caicedo ofrece fundas de empanadas de verde a 1,25, Kevin Jiménez reitera públicamente el amor a su madre y donde José Ruiz Chene agradece a “Papito Dios x estar junto a mi padre e hijo”.
Ahí también está María Cortez, de 65 años, quien al pie de un fogón instalado en el soportal de su casa ofrece pollos y pescados fritos, un local que llama ‘La Sazón de María’, con un llamativo eslogan comercial: “Los precios por el piso y la calidad por el techo”.
Pero no es el único barrio chino no oficial de Guayaquil. A 12 kilómetros de ahí, en uno de los rincones más estrechos de la Isla Trinitaria, en la cooperativa Independencia 2, hay una calle a la que sus habitantes y vecinos identifican como barrio chino. Las últimas veces que el vecindario apareció en las páginas de los diarios locales fue en octubre del año pasado y en agosto del 2013.
En la fecha reciente, fue porque la Policía incautó 1.000 dosis de marihuana y cerca de 500 sobres de heroína en una de estas viviendas. En la anterior, seis casas desaparecieron por un incendio.
Tal como sucede con el barrio en el Guasmo, en este caso, su fama también se relaciona con actividades ilícitas.
“Ahí lo que más se ve es la droga. Vienen desde distintos sectores a comprarla”, dijo una vecina, que como sucede en este tipo de barrios, nadie da información y quienes lo hacen, prefieren evitarse problemas mencionando sus nombres.
Un barrio donde la paz es un oxigenador
Cada tarde, Lisandro Landázuri intenta cumplir en un grupo de niños lo que alguna vez fue su sueño: ser un futbolista profesional. A su edad -30 años- ya no importa por qué no lo cumplió. En todo caso, en la cancha de la escuela 21 de Septiembre entrena a un grupo de infantes, como parte de un proyecto social generado por Nelsa Curbelo, el Barrio de Paz.
El proceso lleva varios años ejecutándose en dos calles de la cooperativa Independencia 2. Promueve alejar a los jóvenes y niños de este sector del alcoholismo, la drogadicción y el embarazo adolescente.
El sector marca una distancia con respecto a su entorno. El año pasado, el grupo de padres y sus hijos se comprometieron en mejorar las fachadas y las veredas de las dos calles. El Municipio premió ese esfuerzo con el tercer lugar en su concurso anual Mejoremos nuestra cuadra.