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La inteligencia artificial ha crecido exponencialmente en los últimos años.Cortesía.

Análisis Estratégico: Comunicarse en la era de la inteligencia artificial

La comunicación entre seres humanos, y entre humanos y máquinas, debe ser consentida, no puede ser una sorpresa

Negar las ventajas de la inteligencia artificial (IA) en todas las esferas de la actividad humana es negarse a avanzar y abjurar de los beneficios de la creatividad del ser humano para hacer nuestra vida más fácil. Es casi como que los neandertales se hubieran negado a dominar el fuego o que los europeos se hubieran abstenido de imprimir libros en el medioevo gracias al invento de Gutenberg.

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Pero al igual que el fuego puede generar incendios y se puede imprimir libros ‘basura’, la IA también debe ser comprendida y utilizada entendiendo sus alcances y sus riesgos. Una vez más el ingenio humano, creador de nuevas tecnologías, que a muchos espanta, va muy por delante de las regulaciones que algunos desean imponer anteponiendo criterios de seguridad que deben analizarse con cuidado.

La comunicación entre seres humanos, y entre humanos y máquinas, debe ser consentida, no puede ni debe ser una sorpresa. Nadie está obligado a comunicarse con quien no desea o aprueba, pero hoy ese límite se ha vuelto borroso, dado lo invasivas que pueden ser las redes sociales, las plataformas de comercio ‘on-line’ y la creación de sofisticados ‘bots’ que han generado molestias a más de un humano.

Las marcas, empresas y gobiernos tienen acceso a información detallada sobre nosotros y nuestros hábitos que la existencia potencial, si no es ya real de un Gran Hermano, es innegable. Nadie debería hacer uso de ella sin nuestro adecuado consentimiento para ofrecernos productos, servicios o simplemente para rastrearnos de manera inadecuada.

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Hace poco fue noticia mundial que ‘Brad Pitt’ estafó a una diseñadora de interiores francesa de 53 años por más de 850.000 dólares. Este fue un caso en el que se mezclaron descuido al dar información en redes sociales, soledad y un ‘deepfake’ creado con IA, tan bien realizado que mantuvo con la víctima una relación de año y medio. Ahora se puede generar una imagen, un tono de voz específico, una manera caminar y una manera de expresarse idéntica a la de alguien que conocemos, que se hace necesario que se utilicen sistemas que permitan conocer que ‘el otro’ o ‘la otra’ con quien interactuamos en la red es un humano real; necesitamos pruebas de humanidad en línea. Un estudio de tendencias de la agencia japonesa Dentsu dice que estamos viviendo la era del ‘Déficit de Cercanía’ y que estamos en búsqueda de comunidades para integrarnos presencial o virtualmente; a cambio de ello damos nuestra información personal y consentimos de manera tácita o expresa a su uso, arriesgando nuestros bienes y nuestra seguridad. La oportunidad para las marcas es enorme, el 80 % de los Gen Z y Millenias que buscan conexiones dicen estar dispuestos a consumir contenido digital sin importar su origen o quién lo crea, mientras refleje sus valores y sus pasiones, y el 70 % reconoce que consumirán cada vez más contenidos generados por IA. La clave no está solo en la ética y principios de la empresas que deberían ser rigurosos, sino también en regulaciones claras y no basadas en prejuicios.

Es tan evidente el riego de interactuar en línea con ‘engendros’ producidos con IA, que un estudio realizado en varios países de nuestra región, con más de 92.000 contactos, demuestra la necesidad de verificación de humanidad como requisito de confianza. Con motivo del pasado San Valentín se encontró que más del 90 % de usuarios de aplicaciones de citas favorecen estas pruebas, no solo para prevenir posibles estafas, sino como una garantía de hacer contacto con otro ser humano en esta era de incertidumbres y falta de cercanía. 60 % de los encuestados reconocieron haber hecho contacto con un bot y el 26 % que coquetearon con este. El patético caso de Anne, la diseñadora francesa, no es único.

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