La energía solar da sus primeros destellos en el agro
Varios sectores optan por su uso como método de ahorro y de conquista de mercados exigentes con el medio ambiente. Pero la electricidad, como requisito frena la transición
Desde los cultivos para exportación no tradicionales como el brócoli o la zanahoria hasta la oferta más convencional y masiva como el banano. En los últimos años la agricultura ha empezado a dar sus primeros pasos a la transición en el uso de energías renovables y los paneles solares han comenzado a emplearse no solo como un método de ahorro, sino como estrategia para hacer que los productos que se venden al mundo sean cada vez más atractivos, sobre todo en mercados exigentes que priorizan el cuidado al medio ambiente.
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Leer másUna central solar que ocupa casi una hectárea en las entrañas de Lasso (Cotopaxi), es desde hace cuatro meses la fuente que Provefrut usa para producir su propia energía y con ello cultivar y procesar el brócoli, la coliflor, el romanesco, el kale, la espinaca y otras hortalizas que, congeladas, son enviadas a mercados como Estados Unidos, Japón y Europa. Con 2.156 paneles instalados y una cámara de transformación ubicados en casi una hectárea, explica Fernanda Pólit, gerente general, la firma ha logrado reducir emisiones de CO2 y reemplazar hasta un 10 % la energía eléctrica que emplea en sus procesos.
El proyecto, dice, empezó en el 2020 con la búsqueda de proveedores locales que encaminen la adaptación de estos paneles, un paso más dentro de la política corporativa quedesde antes venían promoviendo con el cambio de líneas de producción y equipos más amigables con el medio ambiente. “Era lógico que el siguiente paso sería buscar la manera de cómo generar nuestra propia energía”, señala.
Según las Naciones Unidas, la energía solar es la de mayor crecimiento del mundo y podría proporcionar más del 30% del suministro energético mundial total para el año 2040. Su demanda, sobre todo, está influenciada por grandes economías que cada que se vuelcan a consumir productos que no solo garanticen un comercio justo sino la generación de una menor huella de carbono. Pólit admite que, dependiente de ese tipo de mercados, fue la tendencia de demanda lo que llevó su empresa a mirar hacia allá.
“No es que tenemos una exigencia per se, pero obviamente los clientes empiezan a ver nuestros productos mucho más atractivos. Yo no digo que un cliente externo va a dejar de comprar por no emplear esto, pero tener este tipo de políticas sí nos aseguran una venta”, señala. Hace cinco años y más, cuenta, el precio y la calidad eran el todo a la hora de cerrar acuerdos, ahora ella considera que la responsabilidad corporativa, en temas medioambientales y sociales, ha pasado a influir hasta en un 30 % de esa decisión.
Eso sucede en la Sierra central, pero en la Costa, cultivos como el banano también se someten al experimento de este tipo de energía renovable.
La finca Don Polo, en Santa Elena, acaba de poner a funcionar más de 780 paneles, que dada a la radiación del lugar llegan a ser mucho más eficientes que en otras zonas, dice Ricardo Umpierrez, gerente general de Mundo Banano, dueño de la hacienda donde se produce el banano orgánico que va a varios mercados.
Con una buena radiación, dice, se puede alcanzar a aprovechar hasta 300 kVA (kilovoltiamperios) de la capacidad de 416 kVA que llega a tener planta. Lo suficiente, sostiene, como para reemplazar hasta un 60 % de energía eléctrica y poner a funcionar los motores de riesgo y parte de la empacadora y con ello generar un ahorro significativo. “Si por mes tengo una planilla de $ 10.000, pero me ahorro hasta $ 5.000, eso ya es bastante”.
Más allá de asegurarse mercados internacionales, coincide Umpierrez, la eficiencia en la baja de costos resulta ser fundamental. En su caso, señala, ha invertido $ 330.000, pero es un dinero que con el tiempo se paga solo. “Esta es una inversión que logra cancelarse entre 6 y 8 años y, sin son equipos hechos para durar hasta 25 años, el resto es ganancia”, dijo.
No obstante, su adaptación en el mercado ecuatoriano camina lento. Entre los limitantes de embarcarse a esta tendencia no solo está el nivel de radiación de cada lugar donde se los instale, sino el contar con un sistema eléctrico, como paso previo para su adopción.
Esto es una dificultad, admite Umpierrez, en sectores como el bananero donde el 90 % de fincas siguen produciendo con el uso de motores que funcionan a diésel. Algo similar pasa con el sector camaronero, una industria que no descarta sumarse a esta tendencia. Su enfoque ahora, señala José Antonio Camposano, presidente de la Cámara Nacional de Acuacultura, es expandir el uso de la electricidad.
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Leer másAún con estas limitaciones, Gino Pinargoti, presidente de la firma Genera y especialista en el empleo de esta tecnología, cree que la tendencia va hacia allá. “La apuesta de las nuevas haciendas que están empezando a sembrar es el uso de motores eléctricos, ya el diésel no existe para ellas, porque saben que en el mediano plazo el subsidio estatal quedará eliminado por completo y el consumo será más caro, o porque cada vez los mismos certificadores van a exigirles una baja de su huella de carbono”. Y para conseguir esto último el empleo de energía renovables será el siguiente paso inevitable. “Los grandes cambios no pasan de la noche a la mañana, todo es una evolución”.