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Imagen referencial.Cortesía

Análisis Estratégico: Ética, un concepto poco sexy

Es hora de poner límites y cumplirlos. Toda profesión los tiene

Es indudable que la ética en la comunicación es un concepto que carece de ‘sex appeal’. Su practica en tiempos de todo vale por tener un cliente, conseguir unos likes y cobrar un honorario, es algo que está cayendo en desuso. Y sin intención de sermonear, es momento de rescatarla, o al menos de hacer el intento.

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A quienes ejercen de manera profesional las comunicaciones y ofrecen su servicio de consultoría debe haberles fastidiado mucho el ver cómo en nombre de las relaciones públicas se realizan labores que nada tienen que ver con ellas y tienen en entredicho a algunos y a otros en prisión.

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Las comunicaciones estratégicas, la comunicación política, las comunicaciones de soporte a marketing y las comunicaciones corporativas persiguen objetivos claros. Todas ellas buscan no solamente informar, sino influenciar positivamente sobre la reputación de un personaje, empresa o marca, y es correcto que así sea.

Lo que está mal es que en nombre de ellas se crucen líneas que dividen claramente lo correcto de lo impropio.

En España la Asociación de Consultoras de Relaciones Públicas y Comunicación adoptó un nuevo Código Ético sin necesidad de que autoridad alguna o presión externa la obligue. Es un acto de responsabilidad profesional que busca la diferenciación por medio de la autorregulación y separarse así de aquellos que no conocen los límites y buenas prácticas de la profesión, si estas empresas y sus ejecutivos son los que desarrollan sus actividades para proteger la reputación de sus clientes es lo mínimo que pueden hacer. Sana envidia.

Entre los 24 puntos que han acordado cumplir están:

1. Identificar de forma clara y directa toda actividad pagada en contenidos y/o intervención de influencers y adherirse al Código de Conducta sobre el uso de influencers que los obliga a declarar la naturaleza publicitaria de su actividad, cuando así lo fuese.

2. Integridad y transparencia respecto a la propiedad intelectual citando y reconociendo fuentes de información.

3. Rechazar el ocultamiento del rol profesional de la consultora como representante de un cliente.

4. Rechazar la difusión intencionada de información falsa o tergiversada.

5. Evitar el desarrollo de campañas que inciten comportamientos ilegales o poco éticos.

6. Denunciar comportamientos de mala praxis y conductas no profesionales de sus miembros.

Como se puede inferir, lo que se busca ante todo es transparencia. No se puede en nombre de las relaciones públicas, construcción de imagen o protección de reputación, realizar acciones de comunicación que sin importar medios y maneras tengan como fin alcanzar los objetivos del cliente.

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Ejercer las relaciones públicas no es pagar a ‘troll centers’, difundir rumores, ‘contratar’ periodistas activos, ser correo de propuestas indecorosas o ilegales, como tampoco lo es contratar influencers para transmitir mensajes pagados sin declararlo.

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La ética es la que separa a los profesionales y clientes honestos del resto.

Un cliente que solicita algo impropio, si lo hace por ignorancia debe ser instruido y si lo hace a conciencia debe ser rechazado.

De igual manera, si un profesional de las comunicaciones hace propuestas de servicio que incluyan prácticas desleales, no merece ser contratado. Para nadie debería de ser motivo de orgullo el trabajar con personas o empresas que carecen de valores.

La ética probablemente nunca sea sexy, quizá nunca lo fue, pero es hora de poner límites y cumplirlos. Toda profesión los tiene; en la nuestra no debe haber zonas grises.

Hoy vivimos momentos muy duros que han sido generados por personajes oscuros, entre esos comunicadores que no conocen de valores, tan solo conocen de precios. ¿Qué opinan las facultades de Comunicación? ¿Qué opinan los colegios profesionales?

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