Las farmacéuticas libran una doble batalla
Detrás del éxito rotundo que este sector ha tenido en ventas existen historias inspiradoras. Estas empresas no solo se obligan a proteger a su personal, sino a un país entero. En Guayaquil empieza la producción de Hidroxicloroquina
Eran los primeros días de abril y, en Ecuador, los muertos por COVID empezaban a reflejar su pico más alto en las cifras; esto en medio de un contexto alarmante de escasez de medicamentos que llevó a la desesperación general, y que obligó a Indeurec S. A. a empezar a librar su segunda batalla: la de saber cómo, aun con condiciones a cuesta, podía producir por primera vez en Guayaquil la hidroxicloroquina, producto que aunque no es la panacea, ha demostrado ‘devolver la vida’ a millones de personas.
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Leer másFue una tarea que tuvo sus desafíos, en semanas de una paralización general que impedía una operación fluida y que también generó una ola de especulación. La demanda mundial de este medicamento había puesto los precios por lo alto. Si en noviembre pasado el kilo se vendía a $ 120 en el mercado internacional, ese valor había ascendido hasta los $ 2.600. “Echamos números y nos dimos cuenta de que en hidroxicloroquina no ganaríamos nada; sin embargo, empezamos a ver cómo acá las personas empezaban a morir en sus casas y a ver muertos en veredas, eso fue suficiente para dejar de pensarlo y actuar”. El 27 de abril el medicamento, bajo el nombre de Simbalina, empezó a venderse en el mercado, cuenta Mauricio Ayala, gerente general de Indeurec S. A., una de las plantas de Corporación Farmayala, quien se conmueve hasta las lágrimas de saber que esa fue una de las mejores decisiones que ha tomado en sus 38 años de trayectoria empresarial. “Posiblemente ha sido uno de los productos que más emoción he sentido de poner en el mercado. Me llegaron tantos mensajes y el gesto más bonito: el llegar a casa y recibir el abrazo de mi esposa también agradecida. Ahí supe que valió la pena”, sostiene.
Se invirtió $ 1 millón solo en materia prima. Pero no fue lo único, pues en este plan fue clave la labor de su hija María Elisa Ayala y un equipo de profesionales que trabajaron contra reloj para hacer que la fábrica produjera a tope. La avalancha de compra de medicamentos en el mercado (en la empresa ya se producían antigripales y azitromicina) los obligó a emplear mayor ingenio para aumentar la capacidad de oferta. La demanda se había multiplicado hasta por cinco. Solo en azitromicina, si el año pasado hicieron 200.000 tabletas, en este 2020 ya habían alcanzado, en dos meses, 2 millones de cápsulas.
Antes de la crisis, Farmayala se preparaba para poner a operar tres nuevas plantas, totalmente equipadas. Cuando se dieron cuenta de que las máquinas podían ayudar en ese cometido, no dudaron en desinstalarlas para, en un fin de semana, ponerlas a funcionar a todo motor en una de las plantas ya con permiso.
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Leer másEra el buen rumbo que empezaba a tomar la empresa en medio de un caos que, con seguridad, también tuvieron que enfrentar los más de 80 laboratorios farmacéuticos que, según Proecuador, existen en el país y que debieron desafiarse para adecuar no solo la producción sino la logística que se requería para ayudar a abastecer al mercado. Las importaciones no fueron suficientes pese a que estas, según el Servicio Nacional de Aduana (Senae) de enero a abril sumaron $ 225 millones, $ 210 millones de ellos destinados a la adquisición de hidroxicloroquina.
El primer frente de batalla, el más duro que tuvo que enfrentar Indeurec S. A., empezó el 17 de marzo, un día después de que el Gobierno decretara el estado de excepción. La primera semana, solo el 60 % de sus más de 300 colaboradores siguieron trabajando.
Fue entonces cuando se armó un plan sobre la marcha, relata Ma.Elisa Ayala. Se contrataron buses escolares para facilitar el arribo de los empleados y se fortalecieron los protocolos de bioseguridad para aplacar, con los días, el miedo al contagio que tenían los empleados. Hoy ahí ya se trabaja al 100 %.
Pero mientras en Farmayala se desafiaban a no parar la producción, Difare, una de las comercializadoras de medicamentos más grandes del país, se retaba, en medio de estrictos controles de bioseguridad, a agilizar sus canales para asegurar que las medicinas, en la medida de lo posible, llegaran a cada casa. Acá el reto fue buscar de forma permanente proveedores nacionales e internacionales, que puedan garantizar un abastecimiento continuo, pero también idearse la forma de agilizar canales para atender las compras a través de sus 4.500 puntos farmacéuticos (en cadenas como Pharmacy’s o Cruz Azul), las farmacias hospitalarias que tuvieron que montar en tiempo récord o con envíos a domicilio. “El nivel de participación del call center pasó de 8 % a 25 %. La proyección es que pueda aumentar, nos estamos preparando para eso”, dice Julio Ocaña, vicepresidente ejecutivo de Grupo Difare, empresa que emplea a 4.300 personas.
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Leer másY así es cómo este sector ha transcurrido los 52 días de emergencia, demostrando también que, con reales protocolos de control y compromiso, es posible trabajar en medio del virus.
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En Indeurec S. A. trabajan las 24 horas para ofertar de forma masiva el medicamento. El objetivo: que más ecuatorianos tengan acceso a él y que su precio tienda a estabilizarse. Desde el pasado 27 de abril hasta mayo, esta industria se proyecta a colocar en el mercado 3 millones de tabletas.
La caja se comercializa a $ 17,40, precio fijado por el Ministerio de Salud que, si bien no logra cubrir los costos de producción, tratarán de sostener con los ingresos que les deja la venta de otros medicamentos. El fin es no dejar de abastecer al mercado. Luego de mayo, se fabricarán 2 millones, cada mes.
Liberar el primer lote fue todo un logro, explica Ayala. “Cuando se vende un producto nuevo no es sencillo. Tienes que observar muy bien todo su comportamiento y guardar en cada paso de producción un riguroso control de calidad. Se controla potencia de materia prima, microbiología, se comprueba dureza, el tableteo, la mezcla y un sinnúmero de detalles”, explica.
Hasta el 13 de abril, Indeurec S. A. era la primera en producirla en la ciudad (en Quito otra fábrica ya lo venía haciendo). Haberlo logrado, dice Ayala, da fe de que se puede seguir trabajando.
“A la COVID hay que manejarla con mucha precaución, sí; sin embargo tampoco podemos cerrar el país porque la crisis económica puede ser mayor que la crisis viral”. Avanzar es una tarea de todos.
Las empresas más pequeñas deben buscar opciones más económicas para controlar. De no poder asumir costos como las pruebas, la Seguridad Social debería intervenir.