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El bar Katari, en el norte de Quito, ha registrado menos visitas de clientes en los últimos meses.Leonardo Velasco.

El licor y el entretenimiento, golpeados por la inseguridad

La venta de bebidas alcohólicas se ha visto afectada por los problemas de delincuencia. Menos reuniones y visitas a bares

El 2024 ha sido un año de pesadilla para el sector licorero nacional y sus actividades relacionadas (bares, restaurantes). Fermín Galarza, un habitante del valle de Los Chillos, en Quito, tenía desde hace 15 años uno de los pequeños locales muy comunes en los barrios de todo el país de venta de licores las 24 horas. Cuenta que el negocio le daba un buen margen de ganancia. “A veces era sacrificado, porque en las madrugadas llegaban clientes a comprar y a uno le cortaban el sueño. Pero era mi fuente de ingresos. Desde el año pasado, con los estados de excepción y la inseguridad, ya no venía gente. Tuve que cerrar y ponerme a vender papas y hamburguesas, eso sí, durante el día, porque, igual, en la noche ya casi nadie se queda a comer”.

Esta difícil realidad se ha expandido por varias regiones del país. El menor número de puntos de venta es un hecho. Así lo señala Santiago Trejo, director ejecutivo de la Asociación de Industriales Licoreros del Ecuador (Adile), quien explica a detalle toda la grave problemática que los aqueja.

Según él, hay que entender cómo funciona este negocio: en la industria de bebidas alcohólicas existen dos grandes categorías: cervezas (dominada por Cervecería Nacional, en un 90 %), y espirituosos y licores (nacionales e importados).

Desde junio ha habido una caída de la actividad, pero creo que se debe más a un tema de recesión económica.

Sebastián Jarrín

socio de Katari

De esta última, el 55 % es ilegal, una parte llega al mercado por fabricación informal sin registro sanitario, y otra porque las personas pueden traer, desde al año pasado, cinco litros de alcohol y no tres, sin pagar impuestos. “Estas situaciones hacen que la ilegalidad crezca. Y de la mano de la ilegalidad también viene la inseguridad. Desde hace dos años vienen cayendo la cantidad de puntos de venta, especialmente en las zonas de la Costa, donde hay presencia de grupos delincuenciales.

A esto se suma que la gente pasa menos tiempo en la calle y, por tanto, la ventana horaria en la que solía salir a distraerse se ha reducido. Y hay un fenómeno que no está muy amplificado, pero es muy peligroso.

Hay pequeñas señales de que el licor informal está siendo producido por esta bandas criminales y empieza a formar parte de un proceso para su financiamiento”. Trejo asegura que la caída en ventas este año, en general de sus 12 fabricantes agremiados, ha sido de entre el 7 y 10 %. “Además, los costos de producción han subido. En los últimos 11 años se han subido 44 % los impuestos, pero la recaudación ha caído en un 10 %. Es una afectación de unos 400 millones de dólares. Y por el lado de la logística, ahora debemos cuidar el transporte del producto. Un viaje de custodia armada desde Guayaquil a Cuenca puede agregar un costo de al menos 500 dólares. Es un riesgo para choferes, para los dueños de las tiendas que son extorsionados y hasta para nuestros vendedores. Ahora van sin uniforme, para que sean identificados y sean asaltados”.

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Para Felipe Cordovez, representante de la Asociación Ecuatoriana de Importadores de Licores, la fiesta, la celebración, está en crisis. “En todos los canales, en todas las regiones ha habido una baja por la inseguridad. Esto es una para las reuniones sociales, de las cuales las industria del turismo, la gastronomía, las bebidas alcohólicas se nutren. Si la gente no sale, no invita a sus amigos, terminamos afectados. Los tres primeros meses del año, con los toques de queda, dejaron muy golpeada a toda la cadena de pagos, clientes, proveedores, dueños de locales. El segundo trimestre hubo recuperación, pero hay una carga difícil de manejar. Tomando en cuenta eso, tenemos una caída de la industria, en el primer semestre, de entre el 17 y 26%”.

Una situación corroborada por Juan Zurita, propietario de la cervecería Beerman, en Guayaquil. “Realmente, el golpe ha sido duro. Y eso que nosotros estamos ubicados en un centro comercial Village. La gente no se está moviendo o vuelve temprano a su casa. Es complicado. Calculo que este año nuestra actividad ha caído un 20 %. El golpe delincuencial en las cifras se siente en los negocios nocturnos”.

En todas las regiones ha habido una baja por la inseguridad. Es una para a las reuniones sociales.

Felipe Cordobez

importadores de licores

Sin embargo, Sebastián Jarrín, socio del bar restaurante Katari, tiene una percepción diferente de la reducción en las ventas. “Desde junio ha habido una caída de la actividad, pero creo que se debe más a un tema de recesión económica que a uno de crisis exclusiva de seguridad, como fueron los primeros cuatro meses del año. La afluencia de gente se ha reducido de manera drástica. En los primeros cuatro meses del año, en el caso del local de Cumbayá cayó un 30 % y el de Quito un 10 %. Este mes estamos caídos un 5 o 6 %. Pero la venta de licores de mis proveedores ha caído entre un 12 y 15 %”.

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