De niño vendía empanadas, hoy es el dueño de La Pesca
Carlos Benítez cuenta su historia de emprendimiento y sus metas. La marca es reconocida por ofrecer un menú de 90 platos
Tuvo que pasar más de una década para que Carlos Benítez cristalizara una de sus grandes obsesiones: el tener un restaurante especializado en mariscos, a la medida y perfección. Se refiere a La Pesca, la obra maestra que fundó en el 2018 y que lo catapultó en su carrera gastronómica, aquella que con orgullo, cuenta, inició cuando apenas era un adolescente y simple vendedor de empanadas. Hoy, su firma agrupa tres locales y vislumbra un nuevo reto: el internacionalizarse.
Su ‘vena de emprendedor’ se brotó cuando su madre, a los 13 años, le permitía, por hobby, elaborar y comercializar empanadas en períodos vacacionales, pero se desarrolló años después cuando su padre le dio la oportunidad de ser salonero y luego, a los 18 años, administrador de uno de los restaurantes familiares.
Así fue como Benítez, hoy de 51 años, se introdujo en el mundo culinario, el cual pausó cuando se vio impedido de seguir una carrera que le permitiera profesionalizarse. “Quise estudiar gastronomía, pero mi mamá me dijo que no, que ella no había criado hijo para que sea cocinero. Esa era la mentalidad de antes”, cuenta entre risas Benítez. Esa primera barrera lo llevó a estudiar Marketing y Publicidad, un camino que luego lo puso en contacto con la administración de varios bares y discotecas de la época, como Amén y Hotel Montañita.
Pero cuenta que fue un viaje a la Península, ‘de 13 años’, lo que le permitió regresar a sus raíces. Mientras trabajaba en un laboratorio de larvas aprendió sobre el arte de calificar pesca, el primer impulso para montar un restaurante de mariscos en el 2004, el negocio que le daría las bases para años después regresar a Guayaquil y fundar La Pesca. “Yo no compro nada que no sea fresco, no compro nada que sea congelado. Ese es una de nuestras fortalezas como empresa hoy en día. Me llega producto de Galápagos del día (pescados como el brujo, langostino o atún) y de Chile (salmón) y Perú (ostras), una vez a la semana”, dice.
Haber conocido a su esposa, Ana María Zambrano, fue clave, pues su ingenio como diseñadora gráfica puso las pautas para crear la imagen de este emprendimiento que hoy emplea a 30 personas. En sus manos estuvo el nombre, el diseño del logo y la decoración de cada uno de los locales, que hoy destacan por un menú de 90 tipos de platos, todos ideados por él.
Los restaurantes entregan nuevas experiencias con la tecnología
Leer másAunque nunca se graduó como chef, Benítez ahora está convencido de que eso no fue necesario. “El mejor entrenamiento está en la lengua. Cada dos o tres meses yo tengo que viajar para ver las tendencias, lo nuevo de la cocina”, dice al tiempo de narrar las anécdotas que hablan de los platos que ha probado fuera del país y que le han dado luz para adaptarlos a nuestra gastronomía local o para, a partir de ellos, empezar a innovar. “No para copiar sino para tener más ideas a la hora de fusionar sabores. Esto no es una ciencia exacta, esto es un arte. Tenemos recetas de autor, yo todos mis platos los cocino con mantequilla, aceite de oliva, vino, coñac. Por ejemplo, en todas partes del mundo se utiliza el licor al inicio para flamear, yo lo hago al final, porque el alcohol es un empuje, te dispara los sabores”. Así, ha creado una diversidad de ceviches, platos con ostras que se fusionan con caviar y trufa, pastas y risottos a base de mariscos.
La Pesca montó su segundo local hace tres años en la calle Panamá, y en diciembre del año pasado en El Buijo City Center (Samborondón). Este año mantener el ritmo no ha sido fácil, admite Benítez, pues como muchos ha debido enfrentar la baja demanda y una menor facturación. “Yo antes vendía más en la calle Panamá que en Samborondón. Ahora allá las ventas llegaron a caerse entre un 60% y 70 %, pero ahí estamos, y seguimos... Mientras unos cierran sus negocios y se van del país, nosotros seguimos en la lucha con la esperanza en que el panorama cambiará”. Aunque el contexto actual no le permite hablar aún de la creación de nuevos locales a corto plazo, Benítez suelta otro deseo al aire: dejar arraigados los restaurantes que operan en el país para después de cinco años irse a vivir a Madrid, a donde espera internacionalizar su marca y jubilarse. “He tenido propuestas externas, pero yo prefiero ir a mi propio ritmo”, dice el hombre que alguna vez soñó con quintuplicar el éxito que de niño tuvo vendiendo centenares de empanadas.
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