El pomada se visibiliza ante el mundo
El sector que captura esta especie de camarón desde los años 60 ha dado su primer paso a la certificación. Busca ganar.
Es una de las actividades exportadoras más jóvenes, pero las exigencias del mercado global la han obligado a renovar su visión. La industria de camarón pomada, que en el país data desde los años 60 y que hace menos de una década fomenta su internacionalización, se desafía a tener mayor competitividad para pelearse el espacio ya ganado en varios países. Va camino a obtener su primera certificación.
Un atraco menos a los camaroneros
Leer másEl plan que arrancó hace 6 meses, de la mano de empresas privadas que confían del potencial desarrollo de esta actividad que, se calcula, al año llega a mover hasta $ 70 millones, busca allanar el camino para obtener la certificación Marine Stewardship Council (MSC), que avala las prácticas pesqueras sostenibles y de trazabilidad de productos. La idea, reconoce Verónica Dahik, presidenta de Natluk, una de las firmas que impulsan el proyecto, nació por la necesidad de conservar el mercado que tienen. En los últimos años, dice, compradores de países europeos y Estados Unidos la están exigiendo.
Para ella, esta carencia ya le ha dejado consecuencias negativas. Su planta, que dedica el 40 % de su capacidad para procesar el camarón pomada que vende a 10 países, ya ha perdido compradores en Bélgica y Holanda. “Nosotros al no tener MSC estamos haciendo que nuestros importadores recurran a la competencia, a otros países como Guyana o India que sí la tienen y que están más avanzados que nosotros en este recurso en particular”. Aunque tiene clientes en Europa que aún aceptan su producto, añade, es claro que cada vez se acentúa una resistencia. “Que viene incluso de Estados Unidos. Lo que nos dicen es que cada vez es más necesario que tengamos una MSC o por lo menos tener un plan que esté en marcha”, dice Dahik.
Por eso desde hace un año trabaja en el tema. Tras desmitificar la creencia que esta certificación podía impulsarse solo por vía oficial y no privada, empezó a trazar el proyecto al que espera que poco a poco se unan más actores de la flota industrial y artesanal que trabajan con esta especie, la mayor parte capturada en el Golfo de Guayaquil y desembarcada en Posorja (Guayas).
El programa ya ha sido aprobado por Fisher Progress, el organismo internacional que guía los proyectos de mejora pesquera, y está siendo orientado por el Instituto Público de Investigación de Acuicultura y Pesca (Ipiap).
David Chicaíza, investigador de la entidad estatal y encargado del área pesquera, menciona que las primeras labores arrancaron en abril pasado con la ejecución de un primer censo que busca cuantificar el número de participantes en el Golfo de Guayaquil, la zona de mayor influencia y donde, en un principio, se buscan aplicar las mejoras. Allí, dice, fueron censadas 38 embarcaciones industriales formales y 646 pescadores artesanales con 1.237 redes, cuya labor aún debe regularizarse.
Aspirar a cumplir con un proyecto de mejora de pesquería o un FIP, por sus siglas en inglés (Fishery Improvement Proyect), significa darle un vuelco a esta actividad, cuyo desarrollo durante años se ha visto afectado por su alto nivel de informalidad.
“En este momento estamos en la fase de ver cómo estamos con la información que se genera, sobre todo en el sector artesanal que es el no regulado. Con eso esperamos tener un registro de capturas, para saber a ciencia cierta cuánto realmente se está produciendo”, dice Chicaíza.
Finalizado el censo, se empezará a trabajar en la caracterización y codificación de las artes de pesca que se utilizan y en un sistema de recolección de datos que será alimentado con la intervención directa de sus actores. “Tenemos un registro con datos solo desde el 2005, porque antes ni siquiera se le hacía un seguimiento. Pero esta industria ha tenido un desarrollo exponencial. Hoy en día ya hay camarón pomada, que en varias presentaciones se va a varios mercados”.
Implementar los cambios que lleven al país a obtener esta certificación no solo es complejo, también podría tardar hasta 10 años. Esto porque hay planes a mediano y largo plazo que incluyen la evaluación del stock del recurso, una medición ambiental, el análisis de ciclo de vida del producto y mejoras en la cadena productiva, lo que conlleva a la necesidad de un diseño de nuevas políticas, que deben ser dictadas por el Gobierno.
Toma su tiempo porque lo que uno certifica es la pesquería completa, dicen los expertos. “Hay países que quizá lo hagan en la mitad de tiempo. Hay certificaciones más cortas y sencillas, pero no tienen el mismo peso que una MSC, que dirá que Ecuador está certificado”, señala Dahik, quien sostiene que hasta el momento 12 exportadoras de Posorja (de 17 registradas) ya se han unido al proceso. De las embarcaciones industrializadas, solo hay 15 de 38. “La idea es que más actores se enteren de esto y que se vayan sumando. Aquí estamos hablando del sector industrial, del artesanal aún no tenemos confirmación”, indica.
En Ecuador no es el único tipo de pesquería que está en búsqueda de una certificación como esta. Hace cuatro años, dice Chicaíza, se lleva un proceso parecido para regular la pesca de pelágicos pequeños (que maneja especies como la macarela o la pinchagua que sirven para producir conservas). Igual procedimiento se sigue con el dorado.
Actualmente en el mundo existen más de 150 proyectos de este tipo, un tercio de los cuales se encuentra en América Latina, dice Juan García Caudillo, director de Pesca Responsable y Comercio Justo, una firma internacional que brinda asistencia especializada a la industria de los alimentos marinos.
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Leer másEl especialista cita la importancia no solo de sumarse a la causa, sino del esfuerzo y el compromiso por hacer las reformas de una manera correcta. “No obtener la certificación, una vez que se hayan implementado todas las mejoras, también sería un fracaso que pondría en tela de juicio la credibilidad de los actores de la cadena de suministro en el país de origen”.
La expectativa de quienes se han adherido a este proyecto, de momento se centra en los beneficios que estos generaría. Un MSC no solo les permitiría conservar los actuales mercados, sino aprovechar la demanda futura, en pleno crecimiento. “Creemos que con esta certificación incluso podríamos tener mejores precios. Una cosa es venderle a un distribuidor para que este entregue a quien le compra, otra cosa es que, siendo más competitivos, podamos entregar nuestros productos directamente a clientes más grandes, y ya no a intermediarios”, puntualiza Dahik.