
La reduflacion (menos producto + mayor precio)
Las marcas, en su esfuerzo para permanecer en el radar de los consumidores, han trasladado su guerra a las perchas
Es innegable que los estragos producidos por la pandemia y los efectos sobre la economía mundial generados por la invasión de Rusia a Ucrania se sienten en los bolsillos de los consumidores.
Si bien es cierto la inflación en Ecuador es una de las más bajas de la región (cerró el año cercana al 3 %), no ocurre lo mismo con nuestros vecinos de Colombia (12 %) y Perú (8 %). Hay países con cifras peores, que sufren de inflación crónica, como Argentina, Venezuela, Haití y Cuba.
Todo indicaría que este año nuestra región, de acuerdo con las proyecciones de la ONU, es una de las que sufrirán con mayor gravedad un proceso de desaceleración.
Se espera que el Ecuador crezca 3,1 % en 2023, como pronostican el Gobierno y el FMI, pero la recesión mundial es un factor que no puede dejar de analizarse, y a pesar de que el consumo en el país al cierre del año pasado estuvo alrededor de los niveles prepandemia, hay otros factores que obligan a los ecuatorianos a reducir su consumo en general o a buscar opciones más baratas. Esto se evidencia en un reciente reporte de Kantar, que indica que el ‘ticket’ promedio de compra ha caído de $ 25 a $ 19 en supermercados, e incluso en el nuevo canal de ‘discounters’ (TuTi y Akí) ha bajado de $ 11 a $ 9.
Como lo hemos analizado antes, las marcas blancas y las marcas privadas son alternativas que el consumidor ha incorporado a su arsenal de opciones para estirar el presupuesto familiar. Hay que tener presente que el ama de casa es responsable del 80 % de todo lo que se consume en el hogar. Pero no solo ella se ajusta a la realidad, las marcas también lo hacen y en su esfuerzo para permanecer en el radar de los consumidores han trasladado su guerra a las perchas. Las ofertas y reducciones de precio tientan hasta a los más fieles consumidores a ser infieles.
Pero cuando los precios, por el factor que fuese, ya no se pueden empujar más abajo, entra en juego la reduflación, que no es más que una reducción en el tamaño del envase, para dar la sensación de que el precio ha bajado o se ha mantenido, lo cual no es más que un juego de percepciones. Probablemente el gramo, onza, mililitro, etc. cuesta lo mismo que antes o peor aún, es más caro. En pocas palabras, la consumidora estaría pagando lo mismo o más por la marca de su preferencia.
En estos días investigamos si esto ocurre también en nuestros autoservicios. Les comparto hallazgos realizados en Mi Comisariato y Supermaxi.
Leche Deslactosada La Lechera de 946 ml $ 1,60 vs. Nutri Deslactosada 1 litro $ 1,42.
En la percha de aceites, Alesol Girasol tiene 900 ml, cuando lo ‘estándar’ en la competencia es 1 litro. Don Vitorio pasta espiral/tornillo 400 g $ 1,39 vs. Tomadini Pasta Fusilli 500 g $ 1,47. Atún Real Lomitos en Aceite de Girasol 180 g $ 1,43 vs. Van Camps Lomitos en Aceite de Girasol 184 g $ 1,48 vs. Isabel Lomitos en Aceite de Girasol 160 g $ 1,47.
Floralp queso Camembert 250 g $ 5,49 vs. Mondel Camembert 200 g $ 4,15. Reyqueso Mozzarella 900 g $ 8,29 vs. Rossi Mozzarella 1.000 g $ 9,09.
Dove Shampoo Nutrición 400 ml $ 6,85 vs. Loreal Elvive Nutrición 370 ml $ 6,65.
Al momento no tenemos data comparativa para confirmar si estos precios y contenidos son recientes o ya existían, para comprobar que son ejemplos claros de reduflación, pero lo evidente es que la lucha de las marcas para ocupar un espacio en las mentes y corazones de las consumidoras ya no está en la publicidad, sino en la última trinchera, que es la percha del autoservicio.
Es penoso ver cómo grandes marcas que se construyeron en el tiempo sobre la base de su calidad real y percibida, imagen de marca distintiva, posicionamiento único y promesas de marcas creíbles, hoy se han reducido a ‘gritar’ en las estanterías “yo no soy caro” o peor aún... “yo soy barato”.