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En Quito, barrios conocidos por su movimiento, como la Avenida de los Shyris y La Mariscal, ahora lucen desiertos. Letreros de ‘se alquila’ aparecen en locales comerciales y edificios de apartamentos.HENRY LAPO

Retornar donde los padres, un éxodo provocado por la crisis

El desempleo ha ocasionado que personas entre los 20 y 40 años regresen a casa de sus progenitores. El alquiler de inmuebles se redujo en un 25 %.

Para Daniel Mite, el inicio de la emergencia sanitaria por coronavirus marcó el principio de una temporada de catástrofes económicas que culminaron con el golpe más duro de todos: regresar a la casa de sus padres, junto a su esposa y sus dos hijos.

“Hasta febrero, éramos felices. No teníamos mucho, pero podíamos vivir tranquilos. Dos meses después, yo me quedé sin trabajo. Mi esposa trabajaba en un kínder y perdió el suyo a la semana siguiente. Los ahorros se nos terminaron y la casera no quería bajarnos el alquiler. Como no teníamos para otro depósito, mis papás nos dieron techo”, narra el ingeniero comercial de 35 años.

Al igual que Mite, cientos de personas de entre los 20 y 40 años han retornado a la casa de progenitores u otros familiares tras perder el empleo o tener que cerrar un negocio. El Estado no cuenta con cifras oficiales, pero las empresas de bienes raíces sí tienen datos preliminares: desde marzo hasta fines de junio, el mercado del alquiler se contrajo en un 25%.

Gabriela Zambrano, de la agencia de bienes raíces Max Hábitat, explica que el trabajo se ha centrado, sobre todo, en poner viviendas desocupadas de nuevo en el mercado y ayudar a clientes a buscar inmuebles más económicos.

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“Pese a la pandemia, el mercado sí se ha movido, pero de forma inesperada. Hemos entregado casas y apartamentos, pero en zonas de menor plusvalía y más económicas”, explicó. Agregó que, si antes podían ubicar viviendas por entre $ 700 y $ 1.000 mensuales, ahora el promedio de búsqueda de los usuarios es de viviendas por entre $ 450 a $ 600.

Según datos de la Asociación de Corredores de Bienes Raíces del Guayas, se han registrado bajas en el alquiler en sectores como vía a la costa, Ceibos, Lomas de Urdesa y la vía a Samborondón. En promedio, el valor del alquiler de un inmueble también se ha reducido en un 30 %. En la capital, la consultora empresarial Market Watch también determina una baja de un 40 % en el inquilinato, sobre todo en zonas de alta plusvalía.

Jenny Morán, funcionaria pública de 29 años, optó por mudarse a un sitio más económico cuando su sueldo se redujo. Ella llevaba tres años viviendo en una suite en el sector del Batán Alto, al norte de la capital. Pero un mes después, mientras buscaba un sitio, la desvincularon de un ministerio que prefiere no mencionar. En ese momento, la mudanza ya no fue solo de casa sino de ciudad, pues, sin opciones laborales, debió regresar a su Babahoyo natal.

“Volví adonde mis papás. No solo es difícil acostumbrarse a perder la privacidad y la independencia, sino a la incertidumbre de que no sabes por cuánto tiempo estarás ahí, cuándo encontrarás otro trabajo. Sientes que fracasaste como adulto”, reflexionó.

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Con ella concordó César Eduardo Galarza, un editor de libros de 39 años, quien tras 20 años de residir aparte, retornó a casa de su progenitora en el sector guayaquileño de Mucho Lote. “Cuando empezó la pandemia, mis ingresos cesaron por completo. Yo me había ido donde mi mamá para cuidarla, pero cuando la situación empeoró, me quedé. Ella está contenta de que yo esté acá, pero no voy a negar que ha sido difícil. Lo más duro es que tampoco creo que hay suficientes apoyos para quienes buscan trabajo. Por lo menos para mí, que trabajo en el sector artístico, el futuro se ve oscuro”.

Tras dos años de laborar en una tienda de productos de belleza, la esteticista de 24 años, Allison Castro, volvió a casa de su madre en abril. Ahí, sin embargo, la situación era crítica, pues la mujer también había perdido su puesto de trabajo. Ahora Castro intenta emprender por medio de su recién creada E&A Store, en Instagram, y proveer para las dos y para su pequeño hijo.

“Todo cambió de un momento a otro. Yo vivía sola, y ayudaba a mi mamá, pero en cuestión de semanas ya no tenía nada. He mandado más hojas de vida de las que puedo contar, pero nadie me llama”, subrayó. Por ahora, recuperar su independencia no le preocupa. “Quién sabe si vuelva a vivir sola. Lo que sí espero es encontrar un trabajo estable. Siento que no hay sitio u oportunidades para los jóvenes”.