Ecuador: Declaratorias judiciales traban los procesos de adopción
Parejas y personas solteras deciden convertirse en padres de corazón. La justicia demora las declaratorias de adoptabilidad
Quizá haya quienes no lo entiendan, pero Xavier y su esposa Érika tuvieron un embarazo que duró algo más de tres años. El 27 de junio de este 2024, finalmente Carmen llegó a casa y nació en sus corazones, sostiene su padre.
En mayo, esta pareja de quiteños, que pidieron la reserva de sus apellidos, cumplieron 11 años de matrimonio. Siempre quisieron tener hijos y no lo lograron. No creen en los tratamientos de fertilización, así que descartaron esa opción. Hace cinco años hablaron de adoptar.
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¿Quiere conocerla?, pregunta Xavier, en medio de la charla. Y enseguida avanza Carmen, con un traje lila. Tiene ojos grandes y trae el cabello suelto, hasta los hombros. La mamá Érika, con rápidos movimientos de los dedos de la mano derecha sobre la cabeza de la niña, simula una peinilla y comenta, mostrando un cepillo, que la estaba peinando antes de la entrevista.
La 'mamá' de las tías: el corazón que abriga a los niños huérfanos
Leer másÉrika y su esposo Xavier reconocen que hace ocho días reiniciaron su vida. Creen que tener una hija les ha hecho empezar de cero.
Una larga espera
El nuevo papá no guarda la emoción y el amor que ha desarrollado por la niña, de cuatro años. Se evidencia en cada detalle que recuerda. Así cuenta que en el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), que se encarga del proceso de adopciones, les recalcaron que un embarazo físico regular no termina en un par de días o semanas. Dura nueve meses. Así que les pidieron imaginar que vivirían algo parecido.
Eso se lo confirmó el MIES a EXPRESO. “Se procura que (el proceso) tarde nueve meses, emulando la gestación natural”, respondió el Ministerio vía e-mail, pero admitió que en promedio las familias solicitantes esperan un año o dos.
El Código Orgánico de la Niñez y Adolescencia (CONA) determina que el procedimiento de adopción incluya dos fases: la judicial y la administrativa. Para esta última existen nueve unidades de adopción en el país, ante las que se debe manifestar el interés y completar pasos.
Si el MIES no logra reinsertar a los niños, niñas y adolescentes (que viven en centros de acogida, en sus hogares o de familiares), los jueces deben esclarecer su situación legal. Y declararlos en aptitud legal y social, para ser adoptados.
Nace una red de apoyo
La justicia tarda en promedio cuatro y hasta 10 años, mientras que los interesados en adoptar pueden ser declarados padres y madres idóneos en nueve meses. Eso comentan Gabriela y Marco. Son integrantes de la Fundación Padres de Corazón, que en agosto del 2018 empezó a reunir a quienes buscaban adoptar. Hoy actúan como una red de apoyo.
Así, por ejemplo, son parte de círculos de formación, en los que intentan quitarles de la cabeza a los aspirantes esa idea de que podrán acceder a “niños pequeños y a bebés de catálogo, tipo el Niño Jesús, cuando somos mestizos. Al esperar a un hijo no se sabe qué rasgos heredará”, reflexiona Gabriela.
En la fundación, comenta, hay buenos ejemplos de familias que están felices, con hijos que llegaron a sus hogares entre los 9 y 10 años. Ellos ya tenían una hija biológica y en agosto del 2014 empezaron el proceso de adopción de su segundo hijo. En su caso, la duración del proceso fue inusual, “récord”, dicen. Llegó a su hogar en julio del 2016.
Hasta mayo, 179 niños y adolescentes reunían las condiciones legales para ser adoptados; 70 de ellos tienen alguna discapacidad.
Un acuerdo que no se concreta
Xavier describe su vida con Carmen y su esposa Érika como “caóticamente feliz”. Ella y Érika trabajan en el área de ventas de una empresa, por lo que han podido cuadrar sus horarios para pasar más tiempo con su hija; ella se involucra en la preparación de alimentos. Se sienten bendecidos por Dios, pero hacen un pedido: quisieran que el presidente de la República interceda para que los trámites judiciales no tarden tanto.
Ellos están de acuerdo con los filtros que los aspirantes deben pasar. Pero les duele que chicos de hasta 16 años se queden en casas de acogida, sin opciones de tener una familia. “Crecen sin hogar, con esa mirada perdida que vimos. Se insertan en la sociedad, que no siempre es buena con ellos”.
“Hasta marzo hubo 13 adopciones nacionales”
Leer másEl MIES señaló que en el 2020 firmó un acuerdo con el Consejo de la Judicatura, Fiscalía, Defensoría del Pueblo y Ministerio de Gobierno, para evitar demoras. Pero han verificado que el problema se presenta por el cambio de jueces, búsqueda ampliada de familia en reiteradas ocasiones y duplicidad de procesos, uno para reinserción y otro para declaratoria de adoptabilidad.
Érika recuerda que en mayo, la técnica del MIES les dio la sorpresa de que el comité les había asignado a una niña de cuatro años y les compartió su historia, sin mostrarles fotos.
“Empezamos el proceso de adopción con mucha expectativa, con miedos y dudas, como ocurre en los embarazos biológicos. La capacitación que recibimos nos ayudó. Carmen se fue anidando en nuestros corazones”, expresa Xavier, quien asegura que sintieron una especie de labores de parto, durante los cinco días que les dieron para aceptar o negarse a la posibilidad de ser sus padres.
“Somos conscientes de que tiene su historia, sus padres biológicos. Es parte de su vida, quizá tenga momentos de crisis. Pero sentimos que no hemos hecho ningún esfuerzo para simpatizarle, nos dice ‘papá’ y ‘mamá’ de forma natural”, remarca Xavier y su esposa asiente.
Marcela adoptó sola a Ronald
En el 2003, Marcela Miranda conoció a Ronald, un bebé de menos de dos años que llegó a la organización donde trabajaba. Tiene deficiencia de carnitina, una enfermedad rara y catastrófica. Su salud estaba muy quebrantada. Los médicos recomendaron que ella y su compañera empezaran el programa madre canguro, que implica que el bebé esté en contacto con su piel.
Marcela Miranda
Además, Marcela, hoy de 52 años, fue parte de un programa de hogares acogientes, por lo que durante una temporada se lo llevó a su casa. Así, en medio de las malas noches, viéndolo tan vulnerable y dulce, se dio cuenta de que no se lo sacaría del corazón. Pudo adoptarlo recién en el 2017. Pero la declaratoria de adoptabilidad de Ronald tardó nueve años. Tuvo incluso que denunciar al secretario de un juzgado.
Al recordar toda la historia de su hijo, lágrimas corren por las mejillas de Marcela. Ronald la impulsó a estudiar una segunda carrera, medicina, para estar más capacitada para cuidarlo. Ella es médica ocupacional y también parvularia. “Mi hijo Ronald camina como patito, como un bebito de un año y medio, usa pañal, no habla, interactúa como un bebé, pero está alto, ya compartimos chompas. Es muy cariñoso”.
Minutos antes de la entrevista Marcela lo calmó, tuvo una crisis. Cuando siente un dolor se agrede y debe inmovilizarlo. Le hicieron una traqueotomía, por sus problemas respiratorios. En el 2021 ella se casó con un diseñador, que ya reconoció a Ronald, ambos son sus padres legales.
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