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Gobernador del Guayas+Ministra del Interior+Rueda de prensa
El gobernador del Guayas, Vicente Auad, junto a la ministra, Mónica Palencia.Archivo / Expreso

Qué más da una masacre más o menos

El gobernador del Guayas no se ocupa de los sicarios cuando matan en espacios privados. La ministra del Interior aplaude

Señores sicarios: manda a decir el gobernador del Guayas, Vicente Auad, que la próxima vez que sus obligaciones laborales los coloquen ante la incomprendida y abnegada (y fatigosa y trabajosa) circunstancia de tener que descerrajarle siete tiros a un sujeto o grupo de sujetos por las razones que fueran (eso no se pregunta); y con el fin de evitar la inoportuna e indeseable intervención de los agentes del orden, esos aguafiestas siempre dispuestos a impedir que un honrado gatillero lleve el pan a la mesa de sus hijos, procedan con inteligencia y con cautela. ¿Tienen que mandar a seis personas a mejor vida, como ocurrió esta semana (y quizá la anterior, y la otra, y probablemente la próxima) en el cantón Durán? Háganlo en la privacidad de sus domicilios (los de las víctimas, se entiende), donde nadie los importunará. Nada de andar echando tiros en los buses, los restaurantes o las esquinas de los barrios, donde la Policía necesariamente tendrá que intervenir para evitarlo, qué pereza. Lo que pasa en casa, en cambio, se queda en casa. Porque el gran descubrimiento de Vicente Auad y su invalorable aporte para la ciencia de la seguridad pública, el principio que sin duda quedará establecido como uno de los ejes rectores del Plan Fénix y que será de gran utilidad para que la ministra del Interior, Mónica Palencia, continúe bajando artificiosamente las cifras de la violencia, es que de la seguridad de las personas en sus domicilios no se responsabiliza nadie. Y la Policía (y sobre todo él: Auad) menos que nadie.

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“Punto número uno: fue un espacio privado”, empieza explicando avasalladoramente el gobernador sobre su ninguna responsabilidad en la última masacre de Durán. Basta con echarle una mirada para entender que Auad, lo mismo que el presidente Daniel Noboa y su grupo de abogados y colaboradores recién aterrizados (como extraterrestres) en el sector público, es de aquellas personas que otorgan mayor importancia a la imagen que proyectan (la cual estudian en detalle) que a las babosadas que dicen. En la foto de perfil de su estudio jurídico (impecables el traje oscuro y la corbata) aparece abrochándose el gemelo plateado del puño derecho de su camisa blanca inmaculada mientras mira de soslayo, como casualmente, hacia la cámara, imagen del triunfador donde las hay. Aquí, ante el periodista que espera algo parecido a un mea culpa, Auad permanece con los brazos en jarras, como poseyendo el espacio de tierra que pisa e invadiendo el de su interlocutor con los esporádicos gestos de sus manos. “Punto número uno”, y para contar saca el pulgar de la mano derecha, no el índice, el pulgar, como recomiendan los manuales de gestualidad para hombres de éxito que abundan en internet.

Así que eso: “Punto número uno: fue un espacio privado. No podemos esperar tener policías en un espacio privado, estar cuidando a las personas antes de que vayan a dormir o que vean qué están haciendo o que si vas a tomar, en dónde vas a disparar con tus amigos, eso es algo que no podemos estar cuidando, no podemos estar de niñeras. Nosotros estamos para imponer el orden público a través de las fuerzas del orden de acuerdo con una planificación y demás”. Dice estas últimas palabras, “una planificación y demás”, con un vago gesto de aburrimiento, como si aludiera a un tema de sobra conocido que no precisa explicaciones y que, en cualquier caso, excluye toda clase de imprevistos. Como quien dice: aquí la seguridad se planifica; cualquier masacre fuera de lugar y horario es responsabilidad de los participantes. Por lo demás, a despecho del aire de superioridad y suficiencia que le confiere el dedo pulgar extendido, todo lo que dice no pasa de ser un penoso fárrago del que se puede rescatar una única idea inteligible: la seguridad de los ciudadanos en sus casas no es un asunto público porque los policías no son niñeras. “Lo cual es real”, apostillaría horas más tarde la ministra del Interior, Mónica Palencia. Niñeras: una palabra ofensiva, tratándose de seis personas acribilladas que tenían familias y por las que cabía esperar, de una autoridad, cuando menos un elemental gesto de piedad humana, por delincuentes que fueran. Porque los asesinatos se lamentan. Es lo mínimo. Atrás de él, un guardaespaldas (un armario de gafas negras y chaleco antibalas) permanece a una distancia prudencial, por si acaso el periodista decidiera saltarle al cuello armado con su lápiz. Más lejos, otro, con arma larga, vigila los alrededores. Son las niñeras del gobernador.

“Punto número dos (ahora sí saca el índice el gobernador, en elegantísima postura): los números son claros”. Quiere decir que tanto ha disminuido la violencia en el país que da lo mismo una masacre más o una masacre menos. Porque el tema sigue siendo la masacre: le han preguntado si semejante carnicería no implica un fracaso para aquello que el gobierno ha llamado, con altisonancia digna de mejor causa, “la toma de Durán”, y ha respondido el gobernador (como sorprendiéndose de la idea) que no, “en lo más mínimo”. Primero, porque no somos niñeras; segundo, porque los números son claros: “Ya lo mencionó la ministra: tenemos el mes menos violento, ha sido el mes de julio, y estamos avanzando”.

Pero no, los números son todo menos claros, como ocurre cada vez y siempre que quien los despacha es la indescriptible ministra del Interior Mónica Palencia. Para decirlo directamente: cuando ella da cifras sobre la seguridad, miente. O las manipula, que es otra forma de mentir. Eso de que julio fue el mes menos violento en lo que va del año lo dijo Mónica Palencia este primero de agosto, al término de una reunión convocada para revisar las acciones ejecutadas por el denominado Bloque de Seguridad en Durán, ciudad tomada. El portal Lupa Media (periodismo independiente de verificación de datos) no tardó seis horas en desmentirla: “Falso”, escribió sobre la alegre figura de la ministra. No solo que julio no es el mes menos violento en lo que va del año sino que es, de hecho, el segundo más violento después de junio: pésima noticia para un gobierno en campaña electoral. El mes menos violento del 2024, hasta el momento, es febrero por obvias razones: fue el mes de la declaración de conflicto armado interno y la gran movilización de las Fuerzas Armadas por el territorio nacional. Ese mes se registraron, según las mismas cifras oficiales, 367 asesinatos. Pero eso quedó atrás: en junio fueron 592; en julio, 580. Las cifras oficiales deberían informar, parece lo más lógico, el discurso de las autoridades del gobierno. En lugar de eso, la ministra Palencia inventa sus propias cuentas y miente con total descaro y con plena conciencia.

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Solo falta que, para aplicar la nueva teoría del gobernador del Guayas, hayan empezado a omitir la cuenta de los asesinatos perpetrados en los espacios privados de los domicilios (que deben ser cientos). De ahí la insólita declaración de la ministra sobre el mes de julio. Horas después, en lo que pretendía ser un desenfadado estilo pop, se presentó Mónica Palencia portando unas enormes gafas en forma de corazón (se podría decir que la ministra del Interior tiene dos corazones, pero negros) y no sólo apoyó la barbaridad suscrita por Vicente Auad (“es real”, dijo al respecto de la teoría de las niñeras) sino que, con el mismo ánimo de excusar la responsabilidad de las autoridades en la masacre de Durán, despachó esta otra joya de su propia cosecha, a manera de consejo para los ciudadanos: “que tomen conciencia las personas de lo delicado que es con quién se relacionan”.

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