Editorial: La Academia Diplomatica
Ante la necesidad de organizar un centro para la formación de diplomáticos, en 1982 el canciller Luis Valencia creó el lugar para cumplir dichos fines. En 1987, el canciller Rafael García Velasco firmó el decreto mediante el cual se daba origen a la Academia Diplomática que, con el tiempo, ganaría buen prestigio.
Sin embargo, con la llegada de AP al poder, el entonces presidente Correa, sin justificación alguna, criticó la actividad diplomática ecuatoriana hasta el punto de calificar como de “momias cocteleras” a nuestros embajadores y lo cual suprimió en el 2009, de la Academia creada el siglo pasado.
Para llenar el vacío dejado por tal supresión injustificada, el actual régimen, a través de su ministro de Relaciones Exteriores, Rafael Valencia, restableció la Academia en mayo último y en estos días se anuncia la conformación de su plantel directivo y pedagógico.
Es natural que este tipo de instituciones funcione en Quito, pero sería del caso crear una extensión a Guayaquil, cuya Universidad Estatal es la más grande del país y desde hace décadas tiene Escuela de Diplomacia.
No olvidemos a costeños de la talla de José Vicente Trujillo, Leopoldo Benites Vinueza y Antonio Parra Velasco.