Eduardo Egas: “No es posible que un Ford de $ 18.000, aqui cueste 40.000”
El exministro, que aún viaja a Europa junto al Gobierno para concretar el acuerdo con la UE, compara la negociación con casarse. La firma ante el Consejo sería el matrimonio civil, pero no es hasta la ratificación en el Parlamento que esa unión queda s
El cambio de matriz productiva no funcionó y ahora se replantea con una plataforma productiva. ¿Hacia dónde va?
Se arrancó con una visión muy optimista, que el cambio era cuestión de algunas políticas y algunas construcciones y se descubrió que no es así. El desarrollo industrial requiere de una mano de obra más preparada y no la teníamos. El Gobierno entró con un programa para mejorar la educación. Hacía falta mejorar la logística y se invirtió en vías, puertos y aeropuertos. Y así se hizo también para reducir el costo energético. Ya está allanado el campo, pero se requiere mucho más.
¿Cómo qué?
Ser más intenso, por ejemplo, en las aperturas de los mercados internacionales. Hasta aquí, Ecuador ha accedido a muchos mercados no a través de acuerdos comerciales, sino a través de preferencias que son dadas unilateralmente, a cambio de nada. Pero sí condicionan qué no dejan entrar con cero arancel. Y nunca nos permitieron el ingreso de bienes industriales. Siempre fue lo que ellos necesitaban: materias primas, alimentos. Por eso es importante abandonar el sistema de preferencias e ir hacia acuerdos comerciales.
¿No es una contradicción que haya empresarios que reclamen ahora por la negociación con Corea cuando llevan meses pidiendo más libertad de comercio?
Dentro de un mismo sector empresarial usted puede encontrar dos visiones. Las industrias que se han instalado basándose en una protección que el Estado le da -que son algunas- siempre están clamando por encarecer más la importación de productos similares a los suyos afectando claramente al consumidor.
¿Cuáles son?
La automotriz, o la que está ensamblando teléfonos móviles o televisores o cualquier otro tipo de industria en la que el país no presenta la escala para que sea competitiva a nivel internacional. Pero si le gravamos considerablemente el arancel al producto similar que ingresa, sí se justifica, sí son rentables. No son malas industrias, pero el tiempo de apoyo debe ser medido. No puede ser infinito.
Pero esas industrias eran parte del cambio de matriz productiva.
Lo hicimos en un momento determinado buscando generar empleo, sustituir importaciones para defender la debilidad de la balanza comercial. Pero a mi criterio no son políticas sostenibles en el medio plazo.
Y aún así las salvaguardias se han extendido.
Indudablemente que el Estado está también feliz con esos recargos porque eso significa más ingresos para el Fisco vía aranceles o impuestos. Pero eso no nos lleva a un feliz término o a una buena proyección de la industria. Por eso digo, entre otras cosas, que falta definir una buena política automotriz. Esta no puede confundirse con los apetitos que puede tener el Estado por tener más ingresos a partir del comercio exterior, porque entonces generamos distorsiones.
¿Hasta cuándo es sostenible?
Es mala política. Vea ahora en 2016, por ejemplo, en el mercado automotor. Resulta que no todo lo que se está produciendo, se está vendiendo. Ni todo lo que se está importando. El consumidor dijo ‘basta, no puedo seguir pagando estos altos costos’ que, de una u otra manera, están escondiendo subvenciones o deficiencias en la actividad productiva. No puede ser posible que un Ford que en EE. UU. cuesta 18.000 dólares aquí tenga que pagar 40.000 o 50.000 dólares. Basta. Pero, como le digo, esto pasa su factura y ahora se la está pasando a la industria también.
¿Se ha creado una burbuja?
Así es.
¿Y el que paga es siempre el consumidor?
Nos falta tener en cuenta en nuestras políticas -en este y en otros Gobiernos-, la salud del consumidor que es la que, en general, paga los platos de todas estas políticas que son impositivas. Pero no hay una voz del consumidor que tenga fuerza como pueden tener los industriales o los empresarios. Quién clama por sus derechos, quién pide una mesura en las medidas para no afectar al consumidor.
¿Cuál es entonces el modelo industrial que funcionaría?
Indudablemente que, en el tiempo, es aquel que está basado en su competitividad y el que puede subsistir sin el subsidio y sin la protección del Estado. Tenemos muchas de esas como la procesadora de la pesca, el camarón, las flores en buqué, el banano transformado. Y así hay una serie de industrias que claman porque los costos sean los más bajos posibles para poder ir a los bailes internacionales a los que nos han invitado.