
Rafael Correa pela cables y lleva al correísmo al punto de quiebre
ANÁLISIS. Por primera vez en la historia del movimiento, las máximas figuras del correísmo contradicen a su líder
¿Está preparado el correísmo para superar el cisma que se ha producido en sus filas con relación al resultado de las elecciones? Los últimos audios del caso Ligados que publicó la Fiscalía confirman una imagen que el país ya conocía: la de un partido absolutamente vertical en el que las decisiones las toma el líder máximo; donde la candidatura de Luisa González fue impuesta por el expresidente prófugo aun contra el parecer de toda la militancia y hasta los intelectuales orgánicos tienen que negociar con él, por ejemplo, un permiso para ser ambientalistas.
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Sin embargo, ante un asunto de tanta gravedad como la denuncia de fraude electoral, que exigía la unanimidad de los dirigentes, Rafael Correa se ha quedado prácticamente solo: algo que no había ocurrido nunca antes en la historia del movimiento. ¿Es esto una suerte de sublevación? ¿Estamos ante un cambio estructural y definitivo, un golpe de timón en la conducción del partido?
El primero que se bajó del carro fue el alcalde de Guayaquil, Aquiles Álvarez, que ya tenía pensado tomar distancias del correísmo para concentrarse en su propio movimiento: Reto. “El pueblo eligió democráticamente y hay que ser honestos en reconocerlo. Lo peor es ser un mal perdedor”, tuiteó el mismo día de las elecciones. Le siguió la prefecta Marcela Aguiñaga: aun criticando el papel del CNE, la desigualdad de condiciones de la elección y el cambio de reglas de última hora, ella reconoció el triunfo de Noboa.
Sorprendió que Pabel Muñoz y Paola Pabón, alcalde de Quito y prefecta de Pichincha, quienes acompañaron a Luisa González cuando salió a desconocer los resultados, la noche del domingo, enmendaran después esa postura y aceptaran la derrota: “Ella dio esas declaraciones sin que nosotros conozcamos”, justificó Muñoz en una entrevista en Radio Quito, dando a entender que, de haberlo sabido, no se trepaban a la tarima.
El presidente Daniel Noboa Azín continuará en el poder hasta 2029, tras ganar la segunda vuelta el pasado 13 de abril y asegurar un nuevo periodo en Carondelet. ¿Cuándo se posesionan él y la nueva Asamblea Nacional?
— Diario Expreso (@Expresoec) April 15, 2025
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Finalmente ocurrió lo que se venía venir: los dirigentes locales del partido, los que se encuentran al frente de los gobiernos autónomos descentralizados y, por tanto, tienen que lidiar a diario con la política real, rendir cuentas a sus mandantes y encarar constantes negociaciones con el gobierno central, se hartaron de que un líder obnubilado por su narcisismo, patológicamente enganchado con las redes sociales, cada vez más desconectado de la realidad ecuatoriana y con una agenda política que gira en torno a sus propios problemas judiciales les imponga las agendas. Lo de Correa y la dirigencia correísta era una relación tóxica que estaba llamada a terminar en cuanto Correa les pusiera por delante una línea roja que los dirigentes no estuvieran dispuestos a cruzar.
Esa línea roja se les pintó el domingo: había que denunciar un fraude electoral en el que no creían. Porque es evidente que, si alguna sospecha de fraude tuvieran Pabel Muñoz y Paola Pabón, Aquiles Álvarez y Marcela Aguiñaga, no dudarían en manifestarla. Pero no la tienen: ellos saben que Daniel Noboa ganó las elecciones, como lo saben también los aliados políticos del correísmo que este martes lo reconocieron en sendos comunicados públicos: Pachakutik, Partido Socialista, Centro Democrático. No hay un actor político de importancia en el país que acompañe a Rafael Correa en sus delirios.
Sin embargo (fase avanzada de la disociación de una mente ególatra y enferma) el expresidente prófugo se ha entregado a la tarea de armar un frente internacional que respalde sus pretensiones. Ha ganado el silencio de Claudia Sheinbaum, ya que no su aprobación, y el respaldo de los podemitas españoles, que se apuntan a cualquier bombardeo. Obtuvo un comunicado de la prochavista Asociación Americana de Juristas y, para más inri, una delirante declaración de Nicolás Maduro.
Pero resulta que ni todas esas figuras internacionales juntas llegan a tener, para este caso, la mitad de la importancia que los dos alcaldes y los dos prefectos que le han dicho nones. Bien podría tener el expresidente prófugo el respaldo del Papa que no iría a ningún lado. Porque tres días después de la elección no ha sido capaz de exhibir una sola prueba del fraude, un acta amañada, una evidencia de manipulación electrónica, nada que sugiera la adulteración de un millón cien mil votos (el 12 por ciento del total) a pesar de haber contado con el equipo de observación y control electoral más grande de la historia.
La pregunta, ahora, no es qué ocurrirá con la denuncia de fraude: es obvio que nada. La pregunta es qué ocurrirá con la fuerza política más importante del país, la que ha determinado el curso de los últimos 20 años de nuestra historia. Porque el correísmo está en un punto de quiebre: su líder histórico peló cables y está exigiendo a los líderes de su partido lo imposible. ¿Qué mecanismos tienen para procesar estas diferencias? ¿Puede el partido sobrevivir a la locura de su líder?
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