Las ondas de los aparatos tecnológicos que lo rodean generan una niebla electromagnética (en inglés, electrosmog) que no puede palpar, oler, ni ver, pero que lo rodea inevitablemente y le hace daño.

Electrosmog, un enemigo invisible

La tecnología oculta una nube de contaminación que crece con el tiempo. Las consecuencias van desde la fragmentación del ADN hasta reacciones alérgicas.

Cada vez que recibe o hace una llamada, enciende el TV, realiza una búsqueda en Internet o envía un mensaje de WhatsApp, incluso cada vez que camina por la calle o cumple sus ocho horas de oficina, hasta en su cuarto cuando apenas abre los ojos... las ondas de los aparatos tecnológicos que lo rodean generan una niebla electromagnética (en inglés, electrosmog) que no puede palpar, oler, ni ver, pero que lo rodea inevitablemente y le hace daño.

En 2011 la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), que forma parte de la OMS, emitió el boletín 208, en el que informa que las señales de radiofrecuencia y microondas de las telecomunicaciones son potencialmente cancerígenas. Según el análisis, clasifican en el Grupo 2B, es decir que incrementan el riesgo de cáncer, no lo causan de inmediato, sino por acumulación.

Siete años después de esta publicación, expertos en el tema creen que el cáncer es el menor riesgo del electrosmog, en términos de salud. Uno de ellos es Joaquín Machado, fundador y CEO de Noxtak Group, empresa que trabaja en una filmina especial que funciona como filtro electromagnético natural para neutralizar este tipo de contaminación.

Machado, quien además es experto en nanotecnología y campos electromagnéticos, explicó a EXPRESO que el mayor riesgo es algo que se conoce como “la fragmentación del ADN”, que repercute en una cantidad infinita de problemas inmunológicos.

Lo corrobora una investigación del Centro Nacional para la Información Biotecnológica de EE. UU. realizada con ratas expuestas a radiaciones de wifi. Un análisis genómico confirmó el daño en el ADN debido a la toxicidad de la radiación.

Otro problema, según Machado, es la pérdida de densidad ósea en la cadera atribuida a emisiones o impulsos electromagnéticos (el celular en el bolsillo, por ejemplo), que la van desgastando. También la hipersensibilidad electromagnética o electrohipersensibilidad, que se manifiesta como una reacción alérgica a un ambiente hostil: dolor de cabeza sin causa aparente, punzadas en el cuello o, de repente, distintos dolores en varias partes de las piernas, de las extremidades.

“La electrohipersensibilidad también inhibe la producción de melatonina en el cerebro, así inhibe la capacidad de bajar la frecuencia cerebral a un nivel que le permita restaurarse, es decir que llegue a un sueño profundo”, señaló Machado. “Eso hace que la persona no pueda dormir bien y, con ello, decenas de funciones biológicas no se cumplen”.

Y no es un problema de ahora. Desde el nacimiento de la electricidad siempre ha habido electrosmog. La diferencia radica en la intensidad propia de tiempos hiperconectados. Con la llegada de la 5G será peor. Por ejemplo, tendremos un celular que equivale a 50 teléfonos de ahora, por ende aumentará la contaminación. Esto sin contar las casas inteligentes, los carros inteligentes y más.

¿Qué hacer? Pinta como solución el “filtrar la contaminación electromagnética”. Las filminas ayudan en este proceso. Algunas pueden ser colocadas debajo del router del hogar o la empresa, atrás del celular, e incluso hay productos de este tipo que se pueden enchufar en la corriente y limpiar todo el sistema eléctrico. Un siguiente paso será que estas filminas se incorporen a los equipos al momento de ensamblarlos.

Por ahora, las recomendaciones básicas de Machado son: evitar exceso de conexiones eléctricas en el cuarto, usar cableado de calidad con entrada a tierra, no dormir con el televisor encendido o el teléfono debajo de la almohada y dedicarle menos tiempo al teléfono.