Un enemigo nada silencioso
Las zonas del Mercado Central y Terminal Terrestre son las más ruidosas de Guayaquil. La contaminación auditiva es más perjudicial de lo que parece.
En la esquina de la avenida 6 de Marzo y 10 de Agosto, frente al Mercado Central de Guayaquil, los gritos de un niño que llora, hijo de una vendedora, solo son perceptibles con la vista. El ruido del motor de los buses, el claxon incesante de los vehículos livianos, los parlantes que utilizan los negocios y el voceo simultáneo de decenas de comerciantes ahogan totalmente un sonido que, en el silencio de la noche, suele parecer insuperable.
EXPRESO hizo un recorrido por Guayaquil para establecer los decibeles (dB unidad que mide la presión sonora en el ambiente) que registran diversas zonas de la ciudad y determinar los más elevados.
Para realizar la tarea se utilizó un software profesional, de alta precisión con certificación internacional. Como resultado se determinó que zonas como el Mercado Central, Terminal Terrestre, El Portón de Urdesa, la Bahía y la avenida 9 de Octubre, desde el Centenario hasta el Malecón Simón Bolívar, superan los 80 dB.
Esto significa que la contaminación auditiva en estos y otros puntos (señalados en el mapa adjunto) sobrepasan el máximo de 60 dB recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
No es un problema nuevo. Hace cuatro años, este Diario hizo un recorrido parecido. Los índices y algunos sitios coinciden con los de ahora, lo que prueba que no se ha buscado solución.
Francisco Plaza, médico y presidente de la Fundación contra el Ruido y Ambientes Contaminantes y Tabaquismo (Fumcorat), recuerda que el ruido puede provocar alrededor de 100 enfermedades. Entre las más importantes constan la disminución y hasta la pérdida de la audición, trastornos del sueño, psicosis, enfermedades del aparato digestivo, disfunción sexual y comportamiento violento.
Según la ley, tres instancias deben regular el tema: el Ministerio del Ambiente, el Municipio y las entidades de Tránsito.
Este Diario buscó la versión de Bolívar Coloma, director de Ambiente del Municipio, pero hasta el cierre de esta edición no fue posible obtenerla.
En la ciudad existe una ordenanza municipal que prohibe “toda producción de ruidos en lugares públicos, sea cual fuere la forma en que se genere”. Pero, para Luz Cano, una de los miles de transeúntes de este sector céntrico, las leyes “han quedado como un adorno, porque ni los ciudadanos denuncian, ni la autoridad las hace cumplir”.
“Insomne y estresado”, así se define Efrén Roca, quien ha vivido toda su vida cerca de la avenida 9 de Octubre y ha sufrido el ruido incesante del corazón comercial de la ciudad. Dialogar con él es difícil, porque el paso de los buses ahoga su voz.
A su criterio, el principal problema es que aún no se tome conciencia de la importancia de la educación vial. “Aquí los conductores van malhumorados y pitan por todo, y eso realmente afecta al tímpano de quienes frecuentamos la zona”, explica.
Según el director de Fumcorat, otro de los factores que influyen en la proliferación del ruido es la disminución de las áreas verdes. “Los árboles de grandes troncos actúan como aislantes del ruido, pero en Guayaquil, solo vemos palmeras que no cumplen la función de atenuantes de las ondas sonoras”, explica.
En todo caso, los guayaquileños siguen soportando elevados decibelios en esas zonas. Y eso sin contar la costumbre de quienes, con el pretexto de una fiesta, ponen música a todo volumen y afectan a todo el barrio.
Voces
Francisco Plaza, Presidente de la fundación contra el ruido y ambientes contaminantes
El ruido es una agresión que está afectando a todo el entorno y produce graves daños a la salud como problemas de conducta, estrés, abortos, muerte súbita , dificultad para concentrarse, entre otras.
Luz Cano, ciudadana
Vivimos en una ciudad bastante ruidosa. A veces cuando llego a la casa me duele la cabeza y los oídos. Lo que más me molesta son los pitos de los carros. Es lamentable, aquí no respetan nada.
Miguel Arteaga, Ingeniero en sonido
No se puede estar expuesto a niveles mayores a 90 dB porque se corre el riesgo de perder la audición. Pero en Guayaquil, en los eventos abiertos, por lo general, esos niveles superan los 100 dB.