Enrique Serrano: "El CREA fue desmantelado porque se le antojó a Rafael Correa"
ENTREVISTA. Es uno de los pocos conocedores de los procesos sociales y económicos del Azuay. Tan documentado de sus problemas
Apenas 48 horas antes de la sesión solemne del Cabildo Ampliado, el presidente de la República no ha tenido la delicadeza de confirmar su asistencia. Desde la víspera, el abastecimiento de diésel se detuvo, con la inquietud que esto provoca en tiempos de generadores eléctricos. Largas colas de carros y buses se forman en las gasolineras bajo el calor asfixiante y seco de esta ciudad donde la lluvia se resiste a caer desde hace semanas.
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Es viernes por la tarde. La esperanza se concentra en una cubierta de nubes que se ha ido juntando por el lado del oriente pero que apenas descarga una misérrima garúa antes de desvanecerse, dejando el calor intacto y la desilusión en los rostros. Los ríos están famélicos, el Tomebamba es un lecho de piedras casi. Esa nada de agua alimenta la central de Paute, que mantiene al país en vilo. Arranca noviembre y Cuenca celebra 204 años de independencia con la incómoda sensación de saberse en el corazón del sistema eléctrico nacional en crisis y recibir, al mismo tiempo, los desaires y las negligencias que los poderes centrales reservan a la periferia.
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Leer másDe desaires y negligencias sabe muy bien Enrique Serrano. Este cuencano de 78 años fue el último director del CREA (Centro de Reconversión Económica del Azuay), el exitoso organismo de desarrollo regional que Rafael Correa defenestró en 2009 para refundar el país desde un escritorio con su propia versión de los planes quinquenales de la era soviética. “El problema con este tipo de gobiernos”, dice Serrano, y está pensando en el Ecuador del correato pero también en la Venezuela de Chávez, “es que desprecian la capacidad instalada de la sociedad, por eso echan abajo organismos que funcionan muy bien como el CREA o el Izquieta Pérez: porque no los dirigen ellos”.
El CREA fue el protagonista de una de las etapas de mayor prosperidad en la historia de la provincia y cumplió una función importante en el desarrollo del país, una que en estos momentos de crisis eléctrica cobra actualidad: “Fue fundado en 1958”, cuenta Serrano, “para hacer frente a la crisis de las exportaciones del sombrero de paja toquilla. Consiguió amplias competencias del gobierno, primero para la producción de alimentos, luego para la diversificación de la economía, el mejoramiento de las actividades artesanales y la industria. Para eso se requería suministro de energía eléctrica, así que se empezó a buscar dónde producirla. Y después de construir pequeñas hidroeléctricas que siguen operativas, encuentra la posibilidad de Paute”.
¿Cuándo arrancó?
El proyecto, en 1963. La construcción, a mediados de los setenta. Primero había que construir carreteras para acceder a los sitios donde se construiría el dique y donde se haría la caverna para instalar las turbinas. Eso fue un esfuerzo del Consejo Provincial y del CREA. No solo la construcción sino los estudios, todo fue hecho por la gente del Azuay. Luego asumió la obra el Inecel (Instituto Ecuatoriano de Electrificación), que quería legitimarse con un proyecto nacional. El CREA aceleró los estudios para demostrar que era más importante, por el volumen de generación, hacer lo de Paute que el proyecto de Pisayambo-Agoyán.
¿Pero por qué Correa desmanteló el CREA?
Se le antojó. Había que constituir de nuevo la nación. Introdujeron esa palabra antipaticona de “territorio”, ya no hablaban de provincias sino de “territorios”. Acabaron con todos los organismos de desarrollo regional, no solo el CREA, también el Centro de Rehabilitación de Manabí y Predesur, de Loja. Decían que rompían la unidad nacional, que eran instrumentos para generar poderes locales en beneficio de oligarquías. Creían que debían centralizar todo para dirigir todo, muy al estilo marxista leninista.
Lo cierto es que el CREA fue una expresión de esa especificidad cuencana que ha despertado la admiración del país. Y con una cohesión social que Serrano atribuye a un “mestizaje temprano”, a un régimen de tenencia de la tierra diferente al de la Sierra norte, sin grandes latifundios, y al desarrollo de una cierta conciencia de comunidad como respuesta al aislamiento en el que quedó sumida la ciudad en 1908, cuando Quito y Guayaquil fueron unidas por un ferrocarril que no llegaría a Cuenca sino hasta los años 60. Los cuencanos aprendieron a valerse por sí mismos. Cuando han dependido del Estado central no les ha ido tan bien: es el caso, recuerda Serrano, del poliducto Pascuales-Cuenca, uno de esos elefantes blancos del correísmo que triplicaron su precio en el camino (pasó de 200 a 700 millones) y no funcionó nunca porque es un desastre de planificación y ejecución (se hundió, literalmente). Debería abastecer a la ciudad de combustibles y ahí está Cuenca, sin diésel.
En medio de la crisis de inseguridad, mientras en Quito o Guayaquil el espacio público se abandona, en Cuenca hay una explosión de actividad, ¿Cómo lo logra?
Lo primero es que por aquí no pasa (no todavía) la ruta de la droga. Y luego hay un fenómeno que tiene su lado trágico: la migración. Y que ha producido un efecto importantísimo en la economía: las remesas. El año pasado, según cifras del Banco Central, mil millones de dólares ingresaron a la economía de Cuenca. Ese dinero viene directamente al bolsillo de las personas que no tenían ingresos y se da la vuelta por todos lados. Eso ha estimulado la demanda, ha fortalecido las clases medias y explica esa capacidad de consumo y de presencia en los restaurantes y los bares. Las universidades participan de este fenómeno con sus escuelas de hospitalidad y gastronomía. Eso ha aliviado las tensiones sociales.
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Leer más¿Hasta cuándo?, se pregunta Serrano. Hay una amenaza. Esta nos lleva de vuelta a los incumplimientos del Estado y, sobre todo, a la cuenca del río Paute, que de una extraña manera parece llamada a condicionar la relación de la provincia con el resto del país. Para empezar, los incumplimientos: “La ley 047, impulsada por el CREA en 1989, establecía que el 5 por ciento de las recaudaciones por la energía eléctrica generada por la central hidroeléctrica se reinvertiría en la conservación de la cuenca del Paute. Se conformó una Unidad de Manejo de la cuenca. Porque ya había el problema del traslado de materiales y la posibilidad de que el embalse fuera afectado por los sedimentos. Se proponía, por ejemplo, sustituir los cultivos en ladera por terrazas. Y proteger las fuentes hídricas. Eso nunca se ejecutó y eso tiene que ver con un problema grande: la burocratización del sector eléctrico”.
Conservar la cuenca del Paute resulta una tarea elemental, aunque solo fuera para garantizar la eficiencia de la central hidroeléctrica. Pero es que además esa misma cuenca es aprovechada para el riego y la dotación de agua potable para 800 mil personas. Sobre las captaciones que alimentan a las seis plantas potabilizadores del cantón Cuenca, los dos proyectos mineros más grandes de la Sierra, Río Blanco y Loma Larga, esperan el momento de su reactivación, en contra de la voluntad expresada en las urnas por los ciudadanos llamados a consulta popular. Serrano es de quienes creen que la actividad minera en el ecosistema del páramo es una insensatez. No está solo en esa convicción: la Corte Constitucional de Colombia (a diferencia de la ecuatoriana, que propone una interminable serie de consultas cantonales a lo largo de la Sierra) prohibió toda forma de minería en todos los páramos del país.
¿Cuál sería el daño?
El Cajas es reserva de la biósfera mundial, tiene la misma categoría que el parque del Sangay, el Yasuní y el Chocó Andino. Toda el agua viene de ahí. En Loma Larga esperan sacar concentrados minerales con contenido de oro, plata y cobre. El oro está asociado siempre con el arsénico. En 12 años de operación de esta mina, pretenden mover 14 millones de toneladas de roca para someterlas a dos procesos de trituración. Son 3.400 toneladas de roca diarias. Para hacerse una idea, Cuenca produce 500 toneladas de basura al día. El arsénico contenido en esa roca representa, según los propios estudios de factibilidad económica que presentó la minera canadiense en la bolsa de Toronto, el 10 por ciento: 340 toneladas cada día, que quedarán almacenados después en una relavera, una especie de embalse. Y es solamente uno de los contaminantes. También hay plomo, cobre, rocas sulfuradas que acidifican el agua. Además, para su proceso de producción las mineras utilizan grandes cantidades de agua, con lo que se reduciría el caudal de los ríos.
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Leer másPor si los argumentos ambientalistas no son suficientes en tiempos de vacas flacas (incluso tratándose de la calidad del agua), la crisis eléctrica aporta un nuevo componente, esta vez económico, al problema: si el flujo del agua disminuye desde los páramos, la central hidroeléctrica de Paute no podría funcionar en sus niveles óptimos. La serpiente se muerde la cola: “La energía que consumen los grandes proyectos mineros de Zamora Chinchipe, Cóndor Mirador y Fruta del Norte”, sigue Serrano, “sale directamente de la central de Paute. En la época de Rafael Correa se hizo una línea, desde la estación Taday hasta Bomboiza, desde donde se distribuye. En Cóndor Mirador, esa energía se usa para moler 60 mil toneladas de roca al día. Y pretenden duplicar esa producción. ¿De dónde van a sacar la energía eléctrica para eso?”. Pues de la central de Paute, donde otras mineras usan el agua en sus mismas fuentes.
Es la tragedia nacional lo que Enrique Serrano está pintando. Y en el corazón de esa tragedia, una ciudad a la que gustaba compararse con la Arcadia de la antigua Grecia por sus idílicos paisajes y sus inagotables fuentes de agua cristalina. Una ciudad que amanece de aniversario sin saber si contará con la presencia del presidente para celebrarla. Solamente está segura de una cosa: los apagones, suspendidos por las fiestas, volverán el día lunes de manera ineludible. Hasta que llueva.
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