
La época lluviosa lleva a más ‘huéspedes’ a los albergues de Quito
En el San Juan de Dios hay más extranjeros, buena parte está resfriado
Cuando forman filas para ingresar al comedor y servirse la cena, se los observa conversar entretenidos. Sin embargo, ese murmullo resulta imperceptible, al ser desplazado por la tos persistente que en ocasiones se vuelve parte de un coro de niños, niñas, mujeres y hombres, con síntomas gripales.
El Albergue San Juan de Dios
Desde las 15:00 llegan las familias al Albergue San Juan de Dios, ubicado en San Diego, en el centro de Quito. Y desde las 16:45 pueden ingresar hombres y mujeres solos. Les ofrecen una ducha, comida y una cama, hasta por 15 días, con la posibilidad de extender el tiempo de alojamiento, según el caso.
El Centro de Operaciones de Emergencia (COE-M) alertó que en la capital, entre el 1 de enero y el 18 de marzo, ha llovido seis veces más que en el mismo período del 2024.
Marlene Josefina Perozo y su esposo Eliecer Castillo, de 30 y 33 años, están superando un resfrío. Su hija mayor, Génesis, de 15, tiene ataques repentinos de tos. Sus hermanos Levi, Leidimar y Elías, de 13, 8 y 2 años, también se enfermaron.
El pequeño, que corre como si tuviera ruedas, se esconde detrás de una repisa con libros. Se recuperó tras sufrir fiebre y hasta un malestar estomacal. “Nos agarró la lluvia, que pega fuerte en esta ciudad”, recuerda la madre, quien relata que el 10 de enero llegaron a Ambato. Son venezolanos, pero pasaron ocho años en Colombia antes de venir a Ecuador. Venden caramelos, quieren establecerse y en unos años volver a su país. Unos 2.000 dólares serían suficientes para comprar una casa, dicen.
Una familia de Riobamba
En la fila, mientras aguardan el turno para ser ubicados en el comedor, unos sonríen. Otros lucen más serios, como Alfonso Callo y su esposa Rosa, de 45 y 52 años. Viajaron desde Riobamba con su nieto Ethan, de 6 años. Sobre las 18:00 está dormido, en una banca. Su hija Eimy, de 11 años, los mira; tiene síndrome de Down. Por ella viajaron a Quito, para acudir a citas en el Hospital Baca Ortiz, ya que deben operarla del corazón y de la vesícula.
La familia se siente agradecida por la atención en el albergue. El padre es ayudante de construcción y la madre se encarga de todas las tareas hogareñas. Su hija mayor trabaja fuera de casa, de lunes a viernes.
Ocupan una habitación privada, que incluye un baño. En general en el albergue, en las habitaciones comparten espacio dos o tres familias. “Como vivimos cerca al volcán Chimborazo, no hemos sentido tanto frío en Quito”, indica el padre. Lo contrario le parece a la mayoría de huéspedes. Algunos visten camisetas, pantalones cortos y calzan sandalias sin medias.
La lluvia
En la temporada invernal, cuando llueve en el día, la gente siente más frío en las noches, pero se trata de una sensación térmica, explica Madelyn Enríquez, analista de pronósticos del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi). Además, señala que este año se registra una disminución, en un rango de dos a tres grados, en la temperatura máxima, en relación con el 2024.
Fausto Darquea, de 67 años, recuerda que la primera noche que pasó fuera del que fue su techo, a mediados de este mes, llovía mucho. Soportó hasta las 03:00 el frío y el aguacero sin paraguas. “Llamé al 911 porque tenía como hipotermia y del parque de Pomasqui me llevaron a un centro de salud en San Antonio de Pichincha”.
Cuenta que su pareja de hace siete años le puso su ropa en una maleta y le pidió dejar la casa. Según él, en los ochenta fue dueño de hoteles, pero los vendió por un problema de salud. Es un jubilado del IESS, pero la menor de sus hijas tiene 15 años y debe pagar su manutención. Con lo que le queda espera arrendar un cuarto y ver la forma de trabajar para comer.
Nicolás Navarro, de 52 años, es periodista, “nacido en la capital mundial de la salsa, Cali”, comenta. Cuenta que su pareja, una mujer venezolana, con una niña, lo dejó con el departamento vacío. Incluso, según él, se llevó equipos para la radio online La Voz Stereo y el dinero del arriendo. Por nueve días pasó las noches en una carpa, con ciudadanos extranjeros adultos y niños. Agradeció el espacio, pero decidió buscar otro porque la mayoría consumía drogas, y fue muy duro aguantar los aguaceros. Lo cuenta mientras inhala Vick Vaporub.
Muertos de frío
Paúl Tuquerres, coordinador del equipo técnico de abordaje en calle del Patronato Municipal San José, comenta que en esta temporada los habitantes de la calle buscan prendas para estar más abrigados. Quienes consumen sustancias sujetas a fiscalización no pueden ingresar a los albergues.
Algunos se mantienen en sus ‘cambuches’ o casitas hechas de cartón, plástico y más materiales. Pero consiguen mascotas o buscan estar junto a otras personas, para ganar calor. Las mujeres intentan agruparse para pagar un cuarto, o acuden donde familiares en tiempo de lluvia. Hace unos 15 días, el equipo que empieza a trabajar a las 05:00 encontró el cuerpo de un hombre que murió con hipotermia, en la Plaza de San Francisco. Quienes consumen alcohol u otras drogas no aceptan dejar la calle.
En el albergue, Gladys Cajamarca, responsable de intervención social, muestra las habitaciones. En todas hay un botón de pánico y cámaras de circuito cerrado.
En la fila para servirse el arroz con carne molida y ensalada, llama la atención un joven argentino por sus largas rastas. Mencionan que es mochilero y que lleva dos años viajando. También hay dos ecuatorianos deportados desde Estados Unidos. Uno de ellos hace de traductor de un canadiense que también pidió posada en el albergue.
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