Esculturas liquidas

A inicios del presente siglo el sociólogo polaco Zygmunt Bauman explicaba cómo en el mundo globalizado actual aquellos pilares sólidos de identidad individual, como la tradición, un Estado fuerte, una familia estable o un empleo bien definido, habían dado paso a ciudadanos acongojados de manera permanente por la precariedad, la incertidumbre, la angustia y el temor. Acuñaba de esta manera su idea de modernidad líquida, que define a un mundo donde no sirven las experiencias, ya que los desafíos son siempre cambiantes.

En este mundo líquido también tiene su espacio el arte o la arquitectura, con propuestas donde cobra realce el espectáculo, expresado en formas inusitadas, orientadas a provocar asombro. No importa el contenido o el mensaje, lo que interesa es embobar a un espectador ávido de nuevas y volátiles experiencias.

Si recorremos Guayaquil, por ejemplo, y contemplamos sus monumentos, podemos ir leyendo cómo cada uno de ellos corresponde a un momento de su historia y al interés de esa sociedad de plasmarse en ellos para las generaciones futuras. Pero, ¿cómo puede expresarse una generación donde prevalece el consumismo y para la que todo es efímero?

En los últimos años se han desarrollado algunas propuestas de monumentos en la ciudad, unos pocos acertados como el de la Fragua de Vulcano, donde se puede interactuar con los personajes representados y, muchos otros de dudoso valor artístico o estético. Es un tipo de escultura pública que se mira en la sociedad y traduce sus rasgos dominantes, propuestas líquidas para una sociedad líquida; es la antiescultura.

Me refiero a obras como el nuevo monumento a Guayas y Kil, el mono o el loro, y, últimamente, el llamado monumento a la Hospitalidad guayaquileña, conformado por dos manos a punto de entrelazarse, donde falla su concepción, su ejecución, su ubicación, etc., y que ha sido cuestionado y apropiado -¿adecuadamente?- con valores justamente contrarios a los que quería transmitir: la hospitalidad reconvertida en el monumento a la coima. ¿Un “arte” líquido para una sociedad líquida?