El esplendor de la fe con Jesus del Gran Poder
El convento de San Francisco estaba lleno. Los cucuruchos o penitentes se preparaban para salir a la procesión de Jesús del Gran Poder, en Quito. Es la segunda más grande en Ecuador y una de las más importantes en Latinoamérica, para recordar el calvar
El convento de San Francisco estaba lleno. Los cucuruchos o penitentes se preparaban para salir a la procesión de Jesús del Gran Poder, en Quito. Es la segunda más grande en Ecuador y una de las más importantes en Latinoamérica, para recordar el calvario de Cristo en la Semana Santa, dijeron a EXPRESO los organizadores.
Los 2.000 penitentes, vestidos de morado, uno de los colores de luto en la tradición católica, estaban a la cabeza del enorme grupo que participó en esta conmemoración.
La vestimenta tiene dos piezas: una túnica que les cubre desde el cuello hasta los pies, y una capucha larga y puntiaguda. Los cucuruchos, en su mayoría, alquilaron esa indumentaria por cinco dólares.
Detrás de ellos, iban las ‘incensiarias’, mujeres vestidas de blanco que se ocupan del incienso para “purificar el aire y a las personas. Les damos tranquilidad”, comentó Olga Salcedo a este Diario.
También participaron en la procesión los personajes de Jesús, con coronas de espinas, de plástico, descalzos y con cadenas, que cargaban cruces de madera. “Soy devoto de Jesús del Gran Poder y participo en la procesión ya ocho años seguidos”, dijo Freddy Hurtado.
Un soldado romano, con un casco dorado, vestido de blanco y rojo, señaló a este Diario: “la fe y la religión me ayudaron a cambiar y a tener una nueva vida”.
En el último grupo estaban las tres ‘andas’. Estos son chasís, decorados con bronce y flores, que llevan las imágenes de Jesús, de la Virgen Dolores, quien acompañó al Mesías hasta su crucifixión, y de San Juan, el apóstol más joven.
Cada ‘anda’ es muy grande y se necesitan entre 20 y 25 personas para sostenerla, explicó David Maldonado, uno de los voluntarios organizadores de la procesión.
El cortejo escuchó la sentencia de Poncio Pilatos, leída por un sacerdote franciscano. El prefecto romano decretó la muerte del Nazareno.
Luego, salió desde San Francisco para recorrer ocho kilómetros por el centro histórico de la capital.
Miles de fieles, entre mujeres, hombres y hasta niños, los esperaban al filo de las aceras. Llevaban afiches de Jesús, fotografías y pétalos de rosas. Estaban atentos, en medio de la música sacra que interpretaban las bandas. “Estamos aquí por nuestra fe”, dijo a EXPRESO Miguel Quishpe, director de la banda de Cotocollao.
Se escuchaba por los parlantes: “Sigan, señores... no paren y no hablen. Este es un momento de recogimiento”.
Patricia Jimbo, es una católica practicante, que estuvo esperando por horas.“Vine a la procesión por fe. Pido a Jesús que nos dé paz porque el país está dividido. Eso es lo que necesitamos”, subrayó a este Diario.
Entre los creyentes se mezclaban los vendedores ambulantes, que ofrecían desde alimentos hasta pequeñas estampas religiosas.
Pero no todos eran católicos. Había cristianos y activistas. Mireya Vaca, que mostraba carteles sobre los derechos de los animales, manifestó: “Queremos visibilizar el maltrato animal, su cosificación. Eso es inadmisible en una sociedad civilizada”. Ella es portavoz de los Defensores de los Animales. La policía cuidó el orden con 3.000 efectivos y acordonó a las imágenes para evitar que la gente se aglomere y las toque.