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Vocero. El viceministro de Gobierno, Esteban Torres, ha echado a volar los fantasmas de la conspiraciónKarina Defas

Esteban Torres engaña a la fe pública

El viceministro de Gobierno denuncia conspiración. Carondelet inventa realidades paralelas. Un análisis de Roberto Aguilar

Con el viceministro Esteban Torres como vocero principal, la política de comunicación pública del gobierno de Daniel Noboa ha entrado de lleno en la más inquietante y tortuosa de las estrategias: la fabricación de una realidad paralela donde los fantasmas de la conspiración planean sobre un horizonte imaginario. Todos los esfuerzos de los comunicadores de Carondelet se encuentran destinados, ahora mismo, a la construcción de un enemigo: la Asamblea Nacional, donde supuestamente se ‘cocinan’ tentativas golpistas. Probablemente con fines electorales o quizá para capear los tiempos de impopularidad que esperan a la vuelta de la esquina, cuando al presidente le toque tomar decisiones difíciles que tienen que ver con las condiciones de su acuerdo con el Fondo Monetario, lo cierto es que la comunicación gubernamental está montando un gran engaño a la fe pública.

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Todo lo que ha dicho Esteban Torres esta semana desde su podio de vocero, sobre presuntas conspiraciones que se tejen en la Asamblea, es un mal hilvanado y a ratos contradictorio delirio. El viceministro de Gobierno acusa a correístas, socialcristianos y Construye de una serie de imposibles fácticos o lógicos.

Que están tramando la reorganización de las comisiones parlamentarias con el fin de excluir de ellas a los asambleístas de la bancada de gobierno: la ley lo impide. Las comisiones se conforman en los primeros días del período legislativo y duran, por mandato legal, dos años.

Que la comisión ocasional a la que se encargará el análisis del informe presidencial del pasado 24 de mayo tiene el oscuro propósito de armar un juicio político que permita la censura y destitución de Daniel Noboa: una fantasía tras otra. Primero, la conformación de esa comisión es un mandato legal; segundo, difícilmente una comisión de tal naturaleza podrá encontrar en un informe presidencial, por malo o impreciso que este sea (y el de Noboa fue ambas cosas), las pruebas que configuren cualquiera de las causales para su destitución: peculado, cohecho, delitos contra la seguridad del Estado… Tercero, la Constitución impide que un mandatario sea llevado a juicio político por la Asamblea durante el último año de su período presidencial. Torres inventa con muy poca inteligencia: pretende vender inverosimilitudes.

Que existe ya un acuerdo (según se escucha en los pasillos de la Asamblea, dice) para deponer a Henry Kronfle de la presidencia. Esto ya es el colmo: supone que los socialcristianos (a cuyas filas, paradójicamente, es afín) conspiran con Construye y los correístas en contra propia; que, faltando meses para las elecciones, los asambleístas se encuentran dispuestos a meterse en el petardo político que implica botar un presidente para elegir uno nuevo, ¿otro socialcristiano? Una movida sin pies ni cabeza.

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Se podría abundar en el análisis de los desvaríos, incoherencias y disparates ensayados por el viceministro esta semana. Como atribuir intenciones desestabilizadoras a una enmienda constitucional presentada hace más de dos años, cuando Torres era asambleísta y con su propia firma de respaldo, y aprobada el jueves 30 de mayo en segundo debate, porque el 1 de junio se vencía el plazo. O decir (el miércoles) que la propuesta de resolución en respaldo de la vicepresidenta que se iba a discutir el jueves en el Pleno, era la prueba de la conspiración; y el jueves, luego de que esa propuesta de resolución no se discutiera, asegurar sin sonrojarse que la conspiración había quedado demostrada. En fin, una sinrazón tras otra.

Si de todo lo dicho esta semana por Esteban Torres se eliminan los disparates, queda apenas una frase: en la Asamblea se ha conformado una nueva mayoría integrada por correístas, socialcristianos y Construye, con el fin de oponerse al Gobierno, lo cual es lamentable porque este Gobierno es muy bueno. El viceministro que, antes de serlo, pasó toda su vida política en la oposición, acaba de descubrir que la oposición existe. Y le parece monstruoso.

El predecible resultado, hasta el momento, es lo que en los orígenes de nuestra etapa democrática solía llamarse “pugna de poderes”. Ocurre que Henry Kronfle hace tiempo que se arrepintió de haber pactado con el Gobierno y nomás esperaba una oportunidad para hacer público su disgusto. Torres se la ofreció en bandeja. Ahora, ambos funcionarios han entrado en una dinámica de fuego cruzado en la que Kronfle, que lo llamó "chismoso de pasillo" y pidió al Gobierno que cambiara de vocero, va ganando por goleada. Por lo demás, el estado de ánimo en la sede legislativa es de absoluta perplejidad. Por poco que una persona haya auscultado la temperatura política de la Asamblea, sabe que en ella no hay, ni remotamente, la menor intención conspirativa. ¿Cómo podría haberla, en la antesala de las elecciones? La construcción de un enemigo es una operación política inmoral y riesgosa cuyo éxito depende, sobre todo, de su credibilidad. A pesar de sus años en la política, Esteban Torres acaba de demostrar su penoso amateurismo.