Evo, tambien caudillo

no cabe duda que la más sólida figura del populismo latinoamericano actual es Evo Morales. Su Gobierno, pese a los excesos retóricos de aquel, ha manejado con equilibrio los asuntos políticos del Estado y con responsabilidad el tema económico. No ha impuesto la lógica, propia de sus pares, de criminalizar al extremo la protesta social; ni se ha farreado, como estos, los ingresos producto de la exportación de las materias primas bolivianas. Mantiene el equilibrio fiscal y se emplea a fondo para negociar la continuidad de la venta del gas boliviano a Brasil y Argentina. Las limitaciones de su política económica, derivadas de la continuidad del modelo extractivista y dependiente de la exportación de bienes primarios, que hoy sufre un tremendo castigo por la disminución del precio del gas natural de hasta el 40 % en los últimos doce meses, han sido suplidas por una previsión que le permitió ahorrar y no caer en la traumática crisis que hoy corroe a Venezuela y amenaza, de modo insistente e implacable a Ecuador.

Como se ve, el escenario boliviano no ha sido catastrófico. Sin embargo, la colectividad de ese país se ha pronunciado en contra del manejo del poder de por vida y a favor de su alternancia.

Ante ello, la reacción de Morales ha ido de una aparente tranquilidad a un estado primario de agresividad. Dijo, al inicio de la fase posconsulta, que aceptaría democráticamente el resultado de las urnas. Pero después, cuando aquel se tornó irreversible en su contra, acusó al “capitalismo”, al “imperialismo” y a una “campaña sucia” de ser los causantes.

En el imaginario de estos personajes, la categoría “soberanía popular” no asoma. La historia tiene un antes y un después de ellos. La voluntad de los demás es inexistente frente a su concepción del poder. Su lógica, desde luego con gradaciones si vemos a un Maduro que intenta imponer las cavernas a la democracia, no admite criterios alternativos o diversos. Su soberbia es tal, que no alcanzan a diferenciar entre lo que es un mandatario de lo que es un “mandamás”.

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