Evo, con fecha de caducidad
El presidente de Bolivia, Evo Morales, reivindicó a los indígenas bolivianos y cabalgó sobre la bonanza económica que le redituó la nacionalización de los hidrocarburos, pero su incólume imagen se desgastó a raíz de denuncias de corrupción, que frenaro
El presidente de Bolivia, Evo Morales, reivindicó a los indígenas bolivianos y cabalgó sobre la bonanza económica que le redituó la nacionalización de los hidrocarburos, pero su incólume imagen se desgastó a raíz de denuncias de corrupción, que frenaron su intención de quedarse en el poder hasta 2025.
Agobiado por acusaciones de tráfico de influencias y de ansias de poder, incluso por parte de excolaboradores, el respaldo de Morales fue mermando progresivamente, y esta vez ha perdido en el referendo en seis de los nueve departamentos del país (Potosí, Tarija, Chuquisaca, Santa Cruz, Beni y Pando) y solo ha obtenido el apoyo en tres (La Paz, Cochabamba y Oruro).
Morales se había jactado en las últimas elecciones presidenciales (2014) de ganar en ocho de los nueve departamentos, excepto la amazónica Beni, de escaso peso político, infligiendo a la derecha una derrota política.
Pero el panorama que el mismo gobernante de 56 años avizoraba de victoria (había pronosticado que vencería en el referendo con el 70 % de los votos) comenzó a desmoronarse en las últimas semanas. Acusaciones de tráfico de influencias que involucran a una expareja suya lo complicaron más.
El periodista boliviano Carlos Valverde lo hirió seriamente al revelar que Gabriela Zapata, ex compañera sentimental de Morales, es gerente comercial en la firma china CAMC, que se adjudicó contratos con el Estado por cerca de 560 millones de dólares.
Morales empeoró la situación con las explicaciones que dio, pues dijo que perdió contacto con la mujer hace unos ocho años, cuando falleció un hijo de ambos, pero luego las redes sociales divulgaron una fotografía de los dos del año pasado. La relación y el niño eran hechos desconocidos por la opinión pública.
Con un panorama adverso, Morales desplegó todo el aparato político y gubernamental para llegar con el mejor perfil posible al referendo para habilitarse para un cuarto mandato (2020-2025), pero sus planes naufragaron lenta y dolorosamente, pues el conteo de votos fue un martirio debido a que el sí y el no marchaban con leves diferencias a favor del segundo, hasta sellar su suerte.
Morales, con los resultados electorales adversos, ahora debe enfrentar varias tareas: seguir gobernando hasta 2020 sin sobresaltos, evitar que su partido se polarice por posibles pugnas de sucesión que le pueden perjudicar y empujar a sus militantes a consolidar un proyecto que él considera como propio.
El líder indígena y cocalero comenzó a gobernar en 2006 y debe irse a inicios de 2020.
Morales, tenaz anticapitalista y antinorteamericano, se convirtió en 2006 en el primer indígena en llegar a la presidencia de Bolivia. Comenzó desde uno de los lugares más humildes del país, en una suerte de gran sueño americano en versión local.
Nació en 1959 en Orinoca, una de las regiones más pobres en los Andes de Bolivia, donde pasteó llamas y ovejas, y donde vivía con siete hermanos (cuatro de los cuales murieron en la infancia), “en una choza de barro con techo de paja, de una pieza de tres por cuatro metros”, según él mismo relata.
Luego se trasladó al Chapare tras haber pasado su vida como fabricante de ladrillos, vendedor callejero de helados y trompetista de una banda folclórica en la ciudad andina de Oruro.
¿Qué hará Morales después de 2020? El mandatario ya lo ha dicho varias veces. Asegura que volverá a su parcela de tierra en el Chapare a sembrar coca, o instalará en la región del centro del país un restaurante.