El extrano giro de Alemania
La ventana de oportunidad para completar la Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (ATCI) entre Estados Unidos y la Unión Europea se está cerrando a pasos acelerados. Este año y el próximo se llevarán a cabo elecciones nacionales en EE. UU., Francia y Alemania, y las campañas se desarrollarán en un contexto cada vez más hostil a los acuerdos internacionales de cualquier tipo. El mayor riesgo podría provenir de la fuente menos pensada: Alemania. El 70 % de sus ciudadanos se opone a la ATCI, casi el doble del promedio de otros países europeos. Creen que Alemania no se beneficiará económicamente, que los salarios de los trabajadores menos calificados se verán afectados, que las grandes corporaciones ganarán poder a expensas de los consumidores, que la protección de datos y del medio ambiente resultará comprometida y que los derechos de los ciudadanos se verán debilitados, aunque muchos estudios han demostrado que todos estos argumentos son exagerados o directamente erróneos. El aparente éxito económico de Alemania ha aumentado la aversión al cambio. El país no solo sorteó la crisis financiera global de 2008-2009 y la crisis de deuda soberana europea; en verdad, prosperó en los últimos años, experimentando un crecimiento sólido del PIB y enormes alzas salariales. La tasa de desempleo se ha reducido a la mitad desde 2005, alcanzado un mínimo récord de 4,6 % en y su excedente de cuenta corriente se disparó a un impactante 8 % del PIB.
Desafortunadamente, su sendero actual no es tan tranquilo y seguro como la gente tiende a pensar. Más allá de ofrecer un impulso económico inmediato, la ATCI ayudaría a Alemania a hacer frente a los desafíos de más largo plazo que enfrenta.
La oposición de Alemania a la ATCI también refleja la reciente explosión del sentimiento populista y nacionalista en gran parte del mundo occidental. Lo último que muchos europeos quieren es que otro conjunto de reglas supranacionales, formuladas a puertas cerradas, gobierne sus economías. Algunos ahora temen que la ATCI sea solo otro ardid, destinado a aprovecharse de la fortaleza y generosidad de Alemania. Superar este miedo no será tarea sencilla. Además, algunos políticos han capitalizado los temores de la actual llegada de refugiados para ganar votos, con el argumento de que una apertura a los extranjeros no hará más que agravar la desigualdad. Los argumentos de que la ATCI beneficiaría principalmente a los ricos ha tocado la fibra sensible de los sindicatos, entre otros.
Una economía dependiente del comercio tiene mucho para ganar con el libre comercio, pero ante la vertiginosa caída de la popularidad de los dos partidos políticos más importantes del país, la Unión Demócrata Cristiana y los socialdemócratas, es poco probable que los líderes de Alemania hagan presión para que se firme un acuerdo que no sea popular.
Project Syndicate