“Abrazos no muros” organizado por el grupo Red Fronteriza por los Derechos Humanos

Familias se reunen en evento “Abrazos no muros” en frontera entre Mexico y EEUU

En el evento, más de 300 familias se vistieron con camisas azules, mientras que quienes llegaron desde Juárez, México, usaron camisas blancas para asegurarse de que nadie intentara cruzar.

Durante tres minutos, Marcelino Pizarro abrazó el sábado a miembros de su familia que no veía desde que hace seis años cruzó la valla que se erige en la frontera entre México y Estados Unidos.

El inmigrante indocumentado estuvo en un evento con cientos de otras familias con un estatus migratorio mixto, que se reunieron con familiares en un encuentro bautizado “Abrazos no muros” organizado por el grupo Red Fronteriza por los Derechos Humanos con sede en El Paso, Texas.

Pizarro, de 36 años, dice que huyó de su tierra natal debido a la inseguridad. Trabajó en un centro de detención juvenil donde dijo a Reuters que recibió amenazas de muerte de los reclusos. Un hermano perdió la vida a manos de una banda del crimen organizado, relató.

Pizarro tiene cinco hijos, dos de los cuales viven con él en El Paso, donde ahora realiza trabajos ocasionales. Uno de sus hijos sufre de autismo. Los otros, entre ellos su hija de 18 años Fátima Paola, viven en México.

“Veía a mis amigos, mis primos, todos con sus papás y me ponía triste y lloraba. Ojalá pudiera haber estado aquí mientras crecía”, dijo Fátima Pizarro, que ahora tiene una hija, Aitana, a quien su padre conoció el sábado.

En el evento, Pizarro y más de 300 familias se vistieron con camisas azules, mientras que quienes llegaron desde Juárez, México, usaron camisas blancas para asegurarse de que nadie intentara cruzar. Las reuniones son aprobadas por las agencias gubernamentales de Estados Unidos ya que los participantes permanecen en el lecho del río que marca la frontera.

Después de los discursos de los organizadores, todos se reunieron por tres minutos para abrazarse y tener cortas y emotivas conversaciones cara a cara.

“No cambiaría estos momentos por nada. Tenemos que disfrutarlos todo lo que podamos”, dijo Pizarro mientras cargaba a su nieta.

Su hermano, Ramón Pizarro, de 51 años, aprovechó la oportunidad para contarle a la familia algunas novedades: utilizaría su trabajo como taxista para solicitar una visa de visitante y así poder ver a su hermano con más frecuencia.

Pronto los organizadores les dijeron que se había acabado el tiempo y todos se despidieron, sin saber cuándo podrían volver a verse. “La parte más difícil es que se acabó”, dijo Pizarro. “Tenemos que aceptarlo, pero es difícil”.