El fantasma de los suicidas
Un hombre del siglo pasado sigue rondando por el lugar. Dicen los pobladores que se les aparece a las personas que intentan lanzarse, pero solo si están mirando hacia Pifo.
Las hojas de metal suenan fuerte cuando los vehículos pasan sobre el puente del río Chiche en la parroquia de Pifo, en el nororiente de Quito.
A pesar de que ya se construyó un puente de concreto sobre la Ruta Viva, el metálico aún soporta grandes cantidades de tráfico vehicular, pues sigue siendo la ruta de algunos buses que van hacia la Amazonía ecuatoriana. Ese también es un sitio de decisiones fatales...
Nelson Caiza, dirigente barrial de Yaruquí, cuenta que ‘los mayores’ de la zona siempre han aconsejado que para internarse o cruzar el cañón del río “hay que pedir permiso”.
“Dicen que si no se hace esto, la muerte le llama. Esta podría ser una de las explicaciones para el gran número de suicidios que se cometen aquí”, explica.
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Pero un ente también habría ayudado a algunos afortunados a salvar su vida: el fantasma de Justo Sierra Nieto, que según los relatos de Santiago Duque y recogidos por Caiza, vivió en los inicios del siglo XX, cuando el puente era aún de madera y barro.
La inseguridad
En esa época el paso hacia las parroquias orientales de Pifo, Puembo, Yaruquí y Tababela eran a lomo de mula o de caballo. Inevitablemente había que pasar por el cañón y por Guápulo. Los pobladores sacaban sus productos agrícolas y compraban provisiones en Quito. Iban en caravanas para evitar ser asaltados en Guápulo.
Justo y sus hermanos hacían lo propio, sin embargo, él no volvió a casa en uno de esos viajes. El resto continuó su camino.
Al volver a Pifo vieron cómo el cuerpo de Justo colgaba del puente de madera mientras los pobladores se alegraban de haber ajusticiado al ladrón que infundía miedo en el camino. La familia no sabía a qué se dedicaba el muchacho.
Desde entonces quienes intentan lanzarse –pero solo del sentido oriental del puente– puede verlo y del susto han optado por salir corriendo en lugar de lograr su cometido.
Almas errantes
“Dicen que desde ahí las almas quedan penando en la quebrada”, cuenta Caiza, quien se ha dedicado a recoger las historias de esta zona de Quito.
Nelson ha conversado con los moradores y muchos le han contado que cuando cruzan el río en horas de la madrugada se pueden escuchar los gritos de las almas que han quedado atrapadas en la quebrada.
“Solo Dios puede quitar la vida, si uno decide matarse está condenado a quedarse en el lugar donde lo hizo”, dice el poblador. Esta creencia católica hace más creíble para los pobladores que las almas sigan caminando entre los matorrales.
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Al internarse a la quebrada por el borde del río se puede sentir un aire misterioso que se conjuga con el viejo puente de piedra construido en 1940, del que quedan solo varias partes. Algunos de los cadáveres que se han encontrado allí, han quedado atrapados en el arco que sostiene el puente.
Esta estructura de metal fue construido en 1970 y era provisional, pero no fue hasta 2014 que un puente de concreto fue colocado más arriba, sobre la Ruta Viva que conecta con el aeropuerto Mariscal Sucre.
Una chica salvada
Caiza cuenta que la historia de las apariciones de Justo Sierra Nieto fueron corroboradas por una muchacha que intentó suicidarse en el puente de metal. Pero vio como un hombre con sombrero se le iba a acercando en medio de la sombra.
“Le dijo quien era y ella del susto salió corriendo en lugar de lanzarse. Prácticamente le salvó la vida”, relata Caiza.
Ella había llamado a un programa radial de historias tenebrosas para contar su historia, aunque no se supo más de su vida.
De la madre de Justo, se sabe que perdió la razón, al enterarse de las fechorías del hijo y la forma en la que fue ajusticiado.