Los farsantes de participacion social y control de la corrupcion

Si nos atenemos a la definición de farsa, que dice textualmente: “Enredo con que se pretende aparentar o engañar”, podemos decir, sin lugar a equivocarnos, que la tramoya montada por el correísmo sobre los consecutivos “triunfos electorales”, sobre su “legitimidad” basada en esos triunfos, sobre una popularidad del líder de esa agrupación, no pasó de ser más que una farsa.

Los engaños permanentes sobre campañas realizadas bajo las reglas impuestas por el CNE, la complicidad de este organismo encargado de velar por el cumplimiento de dichas reglas, constituyen el enredo que encaja, indefectiblemente, la actuación correísta en el concepto de farsa.

Todos los participantes actuaron bajo este concepto, militantes, organismos electorales, organismos de control, y, por lo tanto, de no presentarse una prueba contundente de inocencia, que hasta el presente no se lo ha hecho, todo ese grupo cae en la definición de farsantes.

También cae como farsante el que falsifica documentos para acceder a una postulación; es igual o peor que un ciudadano falsifique el título de médico y practique cirugías. Adicionalmente, quienes se apegan a la farsa para engañar a un pueblo no han recibido una educación adecuada, ni en sus hogares, ni tampoco en sus escuelas, colegios o universidades. Lecciones básicas que deberían aprender los farsantes que se meten a políticos: “si no quieres que se sepa, no lo hagas”, o, “podrás engañar a muchos por poco tiempo, a pocos por mucho tiempo, pero no a todos por todo el tiempo”.

Ing. José M. Jalil Haas