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El CNE lleva a cabo los procesos para las próximas elecciones de 2025, en donde se designará al presidente de la República.
El CNE lleva a cabo los procesos para las próximas elecciones de 2025, en donde se designará al presidente de la República.Foto: Cortesía X CNE

La ficción democrática es el gran desafío del próximo año

Análisis | El mayor reto del Ecuador no es la inseguridad, la corrupción, ni la crisis judicial, sino la falta de ciudadanía

No hace falta repetir los datos del último Latinobarómetro; basta con recordar que Ecuador es el país de la región menos apegado a la democracia y que sus habitantes se muestran más dispuestos (cuando no ansiosos) a eliminar a la oposición y abrazar la opción autoritaria, léase la dictadura.  

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Este diagnóstico es perfectamente consistente con lo que ya parece inevitable que ocurra en las elecciones que se avecinan: salvo eventualidad casi milagrosa, pero que nunca se puede descartar, el triunfo será para una de las dos candidaturas que, habiendo sido gobierno, han demostrado no creer en la independencia de poderes y estar siempre dispuestas a irrespetar las instituciones, abusar de su poder y ejercer la siempre bienvenida mano dura, que a veces se ceba hasta con los niños. 

En suma, Ecuador se prepara para elegir a un autócrata; nomás le falta decidir cuál. Las opciones democráticas (por si hubiera más de una) no despiertan mayor interés en el electorado. Así las cosas, el gran desafío del nuevo año no es la guerra contra los cárteles del narcotráfico, o la corrupción rampante de la política, o la crisis del sistema judicial… El desafío consiste en cómo resolver todos esos dramas en un país sin ciudadanos, es decir, sin democracia.

El año comienza con un fraudulento plan urdido por los candidatos del oficialismo (candidato presidente a la cabeza) para echar abajo, en su propio beneficio, el elemental principio de igualdad de condiciones que debe primar en toda contienda electoral; básicamente, quieren ser candidatos sin dejar de ser autoridades

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Cuentan, para ello, con una bien elaborada coartada constitucional que se acoge a ciertos artículos de la ley en desmedro de otros y recurre a la interpretación de una sentencia que nada tiene que ver con el principio de igualdad pero, cambiada de contexto, puede producir los efectos buscados. En la aparente legalidad de este procedimiento reside la ficción democrática nacional. El gran desafío de los demócratas ecuatorianos en este nuevo año consiste en desenmascararla.

Encontrar la figura jurídica capaz de justificar cualquier barbaridad: en eso consiste la auténtica especialidad de la casta política ecuatoriana

El ministro de Gobierno, por ejemplo, es un maestro en la materia. La ministra del Trabajo, capaz de sacarse del medio a una vicepresidenta con una simple acción administrativa, no le va a la zaga. Sus posibilidades de salirse con la suya estriban en una confusión perversa sobre la que ya alertó el sabio español Antonio Escohotado: la confusión entre jurisprudencia y Derecho

La jurisprudencia siempre será lo suficientemente amplia e intrincada como para argumentar cualquier cosa. Con jurisprudencia se pudo hasta condenar al exterminio a los judíos, aunque tal propósito fuera aberrante en Derecho. Porque el Derecho, por el contrario, es simple y se reduce a un puñado de axiomas. Por ejemplo: los pactos deben ser cumplidos. O también: la ley es para todos. 

En la ficción democrática en que vivimos, la política consiste en el arte de justificar con jurisprudencia la violación del Derecho. En demostrarnos, por ejemplo, cómo es que en estas elecciones la ley no aplica para todos. 

El gran desafío de los demócratas ecuatorianos es aprender a distinguir entre jurisprudencia y Derecho, aunque no sea sino para evitar que nos tomen el pelo. Aprender a invocar el Derecho sin necesidad de que un constitucionalista de televisión nos explique cómo son las cosas.

Lo demás parece estar tristemente resuelto: en la vieja disyuntiva entre libertad y seguridad (probablemente el conflicto de orden político más antiguo del mundo), este país escaso de ciudadanos ya tomó su decisión. 

Lo hizo apelando a un no menos viejo instinto: aquel según el cual la libertad da miedo (hasta se han escrito libros sobre esta materia) y la seguridad lo quita. Hasta que un día desaparecen cuatro niños. El gran desafío de los demócratas ecuatorianos para este 2025 consiste en evitar que estas miserias se repitan.

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