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Pedro José Freile
Propaganda. Pedro José Freile viajó a la selva de Darién para descubrir que quería ser lo que siempre fue: candidato.Captura de video

Freile y Rabascall se pierden cuatro años y asoman para las elecciones

Fenómeno típico del sistema de partidos de alquiler: los políticos profesionales ceden paso a los candidatos eternos

Una de las cosas que se extrañan del viejo sistema de partidos con el que nació esta democracia, hace más de 40 años, es la representatividad política de los candidatos. Surgidos al calor de la lucha parlamentaria, del trabajo organizativo o del debate ideológico, los aspirantes a la Presidencia de la República venían avalados por cuatro años (los que mediaban entre una elección y otra) de servicio público y actividad política. Y por el reconocimiento de sus pares. Al contrario, algo típico de este decadente ecosistema de partidos de alquiler que tenemos en la actualidad es la figura del candidato ocasional surgido de la nada: el tipo que desaparece de la vida pública nacional durante cuatro años y nunca se mancha las manos, por tanto, con el día a día de la política, pero se presenta puntualmente a reclamar su candidatura cuando se avecinan las elecciones. Dos de estos cayeron esta semana, con su vieja y conocida sonrisa cuatrienal, en el tablero electoral ecuatoriano: los candidatos eternos (y nada más que candidatos) Pedro José Freile y Carlos Rabascall.

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Pregúntesele al dios Google: una indagación en la vida pública de Freile y Rabascall arrojará solamente (si se excluye el paso por el periodismo de este último) noticias sobre precandidaturas, candidaturas, alianzas con los ojos puestos en postulaciones, elucubraciones sobre con quién pueden ir y con quién no, afiliaciones o respaldos de última hora, en fin: se puede decir que ninguno de ellos tiene una vida política propiamente dicha sino simplemente electoral. 

¿Qué hacen Freile y Rabascall cuando no son candidatos?

¿Qué hacen Freile y Rabascall cuando no son candidatos? Buscan motivos para serlo. Freile, por ejemplo, viaja a la selva de Darién y se filma y se produce para la telenovela respectiva, con la confusa idea de encontrar migrantes ecuatorianos o de tomar “decisiones de vida” (eso dice) y de “buscar motivos para entender si era real el tema de la migración” (¿en serio no lo sabe?), y termina descubriendo su “motivación para la candidatura presidencial en esta ocasión”. En otras palabras: emprende un viaje de descubrimiento y termina volviendo al punto de partida: ser lo que siempre fue: candidato. Cosa que seguramente tenía decidida desde antes de emprender el viaje.

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El periplo de Rabascall es más predecible y más pedestre: de la candidatura vicepresidencial en binomio con Andrés Arauz, como figura civilizada en un movimiento político de trogloditas vociferantes, pasó al partido de alquiler de Jimmy Jairala, Centro Democrático (tan de alquiler que hasta llegó a auspiciar al mismo Guacharnaco Almeida para la Asamblea, cuando salió del socialcristianismo con el rabo entre las piernas), lo abandonó por RETO, el chiringuito político que compró Aquiles Álvarez (de esto hace apenas dos meses), y terminó en la Izquierda Democrática, que desde hace una decena de años se busca y no se encuentra. De compañero de fórmula de un fundamentalista del anticapitalismo y dinamitero del Estado de bienestar a apóstol de la socialdemocracia internacional, Rabascall no es más coherente que Freile, un liberal que se postuló por el Partido Socialista.

¿Dónde estaban ambos candidatos cuando el escándalo de la narcopolítica sacudió al país y los hallazgos judiciales de Metástasis o Purga pedían a gritos un acompañamiento político que nunca tuvieron? ¿Dónde estaban cuando el enésimo reparto de la justicia terminó con Wilman Terán manipulando el concurso de jueces para la Corte Nacional desde la presidencia del Consejo de la Judicatura? ¿Y cuando las tentativas golpistas se multiplicaban y los violentos paralizaban el país y tomaban Quito por asalto? ¿Dónde estaban Freile y Rabascall, SUMA y la Izquierda Democrática (los partidos que ahora, recién ahora y sólo ahora los auspician) cuando un pacto de gobernabilidad entregaba las comisiones parlamentarias de Fiscalización y Justicia al partido político que busca la impunidad para sus prófugos y sus presos? En el limbo, ahí estaban. En el limbo donde duermen cuatro años los candidatos eternos. Porque todo lo que ocurra entre una elección y la siguiente no es con ellos. Lo suyo es, simplemente, presentarse en víspera de elecciones y pretender gobernarnos.

Todo se podrá decir del viejo sistema de partidos que se desprestigió a sí mismo. Pero a los Febres-Cordero, a los Borja, a los Hurtado, incluso a aquellos candidatos de poca fortuna (Pancho Huerta, Vladimiro Álvarez, Raúl Baca Carbo…) los veíamos a diario en las trincheras, ensuciándose las manos con el barro de la historia y la política, tomando decisiones comprometedoras y asumiendo responsabilidades. Todo lo cual requería, cuando menos, una dosis de coraje que hoy se echa de menos.