Frontera más allá del Mediterráneo
La Unión Europea financia la vigilancia de la Guardia Costera libia para que impida el avance de migrantes antes de acercarse a Europa
En mayo viajé a Trípoli con un equipo de investigadores para analizar el sistema de detención de migrantes.
El muro invisible
Leer másHoy hay dos gobiernos que se disputan la legitimidad: el Gobierno de Unidad Nacional, reconocido por la ONU, y el Gobierno Interino, apoyado por Rusia y el por autoproclamado Ejército Nacional Libio. Ambos recurren a alianzas inconstantes con milicias armadas que dirigen amplias zonas del territorio. Cuando hay alborotos, las remotas playas del país se convierten en puntos de salida entre los migrantes.
La Guardia Costera de Libia parece un ente oficial, pero carece de un mando unificado. Está formada por patrullas locales, acusadas durante años por las Naciones Unidas de tener vínculos con las milicias (los cooperantes suelen referirse a ella como “la supuesta Guardia Costera de Libia”). Pero desde entonces el Fondo Fiduciario para África de la UE ha gastado decenas de miles de euros en otorgar a esta formación paramilitar un poder formidable.
En 2018 el gobierno italiano, con el beneplácito de la UE, ayudó a Libia a obtener la autorización de la Organización Marítima Internacional de la ONU para crear una zona de búsqueda y rescate que otorgara a la Guardia Costera una jurisdicción más amplia, de casi 150 kilómetros de la costa libia, bien adentrada en aguas internacionales y a medio camino de las costas italianas. La UE les suministró seis lanchas rápidas de fibra de vidrio, 30 vehículos Toyota Land Cruiser, radios, teléfonos satelitales y 500 uniformes. Y en septiembre de 2020 se gastó cerca de un millón de euros en 10 contenedores donde se alojaría el centro de mando para coordinar las intercepciones en pleno mar, y también para proporcionar formación a sus oficiales.
Quizás la ayuda más valiosa procede de Frontex, la Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas, creada en 2004, en principio para vigilar la frontera del Este de Europa. La agencia mantiene una vigilancia casi constante del Mediterráneo por medio de drones y aviones de patrulla marítima. Cuando detecta una embarcación con migrantes, envía fotos y la localización a sus socios en la región, incluida la Guardia Costera de Libia. Un portavoz de Frontex afirma que la agencia nunca “ha cooperado directamente con las autoridades libias”. Pero una investigación realizada por medios de comunicación europeos, entre ellos Lighthouse-Reports, Der Spiegel, Libération y ARD, documentó 20 casos en los que, inmediatamente después de que Frontex vigilara embarcaciones de migrantes, estas fueron interceptados por la Guardia Costera de Libia. La investigación encontró pruebas de que en algunas ocasiones Frontex envía la localización de las embarcaciones de migrantes directamente a la Guardia Costera.
Recientemente sus oficiales me enviaron los resultados de una petición para consultar sus archivos, que indican que, desde el 1 hasta el 5 de febrero, los días en los que Candé se encontraba en altamar, la agencia intercambió 37 e-mails con la Guardia Costera de Libia.
Frontex se negó a proporcionar el contenido de los correos electrónicos, con la excusa de que eso pondría en riesgo la “seguridad de los migrantes”.
Los barcos de la Guardia Costera Libia se apresuran a capturar a los migrantes antes de que se los lleven a Europa. A veces disparan a los barcos humanitarios de rescate o a las embarcaciones de inmigrantes. Según datos proporcionados por la Organización Internacional de Migraciones, de las Naciones Unidas, desde enero de 2016 la Guardia Costera ha interceptado a más de 90.000 migrantes.
La Guardia Costera, que ha declinado hacer comentarios para este reportaje, destacó en alguna ocasión el éxito obtenido a la hora de reducir la migración a Europa, pero también alegó que los barcos humanitarios del Mediterráneo dificultan sus esfuerzos para combatir el tráfico de personas.
En mayo de este año, Ed Ou, unos de los operadores de video de mi equipo, pasó tres semanas a bordo de un barco de Médicos sin Fronteras que intentaba rescatar a migrantes en el Mediterráneo. La organización localizó embarcaciones de migrantes con la ayuda de un radar y de aviones dirigidos por pilotos voluntarios, pero en la mayoría de los casos la Guardia Costera se adelantaba y capturaba a los migrantes. El barco procuraba realizar rescates solo en aguas internacionales, pero aun así les llegaban amenazas por radio de la Guardia Costera: “Manténgase fuera de aguas libias si no quieren que recurramos a otras medidas”.