Los genios que se arriesgaron por la ciencia
Hoy, llevar a cabo una investigación científica depende de protocolos muy estrictos. Antes de realizar ensayos clínicos con humanos, existe toda una vía que recorrer.
Hoy, llevar a cabo una investigación científica depende de protocolos muy estrictos. Antes de realizar ensayos clínicos con humanos, existe toda una vía que recorrer.
Desde simulación con ordenadores, duplicación 3D y extracción de tejidos, hasta experimentación con animales. El experto puede optar por el método que más se ajuste a su área, sin poner en peligro la vida de nadie, menos la suya.
Debe saber que en el pasado no existían estos medios, es así que algunos científicos utilizaban a personas -bajo engaños- en sus experimentos. Otros, fieles a su ética, se convertían ellos en el experimento con el fin de comprobar sus teorías, sacrificando la salud e incluso su vida, por la ciencia.
A Marie Curie, por ejemplo, un Nobel le costó la vida. La primera persona galardonada con dos premios Nobel, uno en Física y otro en Química, llevó a cabo investigaciones en el campo de la radioactividad, en un cobertizo cerrado, sin ningún tipo de protección, desarrollando una anemia aplásica que le causó la muerte en el año 1934.
Albert Hoffman, en cambio, es un químico suizo que no murió por la ciencia, pero experimentó con su psiquis. Este suizo se encontraba purificando LSD para un estudio, cuando una pequeña dosis ingresó a su cuerpo. Al descubrir alucinaciones y otros efectos, decidió probar una dosis más alta. Sus declaraciones motivaron la investigación de usos médicos.
Está Jesse Lazear, el hombre que sacrificó su vida por estudiar la fiebre amarilla, al menos así lo dice la historia. Su teoría era que esta enfermedad se transmitía por la picadura del Aedes Aegypti. Se demostró que sí, pero antes se convirtió en una víctima más. Aunque esto le significara la muerte, pues fue un infectado más.
Justin Schmidt, por su parte es el héroe de las picaduras, pues se dejó picar por miles de insectos para elaborar una escala -que lleva su apellido- sobre el dolor de las picaduras.
Otro es Barry Marshall, quien se ganó un Nobel en Medicina gracias a una enfermedad estomacal provocada.
El amor por la ciencia para muchos no tiene barreras.