El genoma de George muestra un papel destacado en el mismo gen que parece clave en humanos que han vivido 100 años o más.

George, la respuesta a 100 anos sin cancer

La tortuga ícono de Galápagos traza la ruta de investigación sobre la longevidad y algunas enfermedades catastróficas.

La noticia científica de la semana tiene un protagonista cercano a Ecuador: George, el Solitario. Un equipo internacional de científicos ha conseguido secuenciar su genoma completo a partir de muestras de sangre extraídas en 2010. Los resultados, publicados en Nature Ecology and Evolution, abren un valioso cofre de datos genéticos que pueden explicar por qué algunos animales consiguen alcanzar edades avanzadas sin sufrir enfermedades como el cáncer.

Se cree que los tumores son muy poco frecuentes en las tortugas, resalta el trabajo. El genoma de este animal tiene 27.200 genes, sensiblemente más que un humano, con unos 22.000. Se han analizado 500 en busca de los que juegan un papel en los nueve factores del envejecimiento conocidos. Entre estos se han detectado 12 genes que contribuyen a seis de esos factores.

Los resultados desvelan interesantes conexiones entre especies longevas que, sin embargo, están separadas por millones de años de evolución. Por ejemplo, el genoma de George el Solitario muestra un posible papel destacado del gen FGF19, el mismo que también parece clave en humanos que han vivido 100 años o más.

Los ancestros de las tortugas gigantes de Galápagos llegaron a las islas desde América continental hace unos tres millones de años. Comparada con los mamíferos, la especie de George (Chelonoidis abingdonii) desarrolló copias adicionales de genes relacionados con el sistema inmune, incluidos los que potencian la producción de linfocitos T encargados de eliminar patógenos y células cancerosas.

El genoma de la tortuga también muestra que otros genes perdieron su capacidad de sintetizar proteínas. Entre ellos está el NLN, cuya desactivación en ratones aumenta la absorción de glucosa y la sensibilidad a la insulina, una protección ante la diabetes, otra de las dolencias más importantes asociadas a la edad. Comparada con otros vertebrados, la C abingdonii también ha desarrollado más copias de varios genes que podrían proteger contra la aparición de tumores.

Incluso la tortuga gigante también parece haber reforzado los mecanismos naturales de reparación del ADN, cuyo desgaste con el tiempo es un conocido marcador del envejecimiento. Estos quelonios han desarrollado copias adicionales de genes relacionados con la proteína NEIL1, que ha sido hallada en cantidades más altas en otras dos especies: los humanos y la asombrosa rata topo calva, el roedor más longevo y uno de los mamíferos más resistentes al cáncer.

Por el momento este tipo de estudios aportan conocimiento fundamental sobre las diferentes adaptaciones en especies muy diversas para conseguir una mayor longevidad, pero en un futuro podrían tener un impacto positivo para las personas, lo dice Pedro de Magalhães, investigador de la Universidad de Liverpool y experto en el análisis del genoma de mamíferos longevos.

Si descubrimos adaptaciones genéticas que aumentan la longevidad y la resistencia al cáncer en estos animales, podría ser viable trasladarlas a humanos, por ejemplo con drogas que imiten los efectos de esas mutaciones o aplicando terapia génica”, explica el investigador.