El gran chuchaqui nacional
Hagamos canguil | El paro nacional deja una herencia ingrata: grupos armados en la Amazonía y guerrilla urbana en la capital. Mientras se firmaba el acuerdo de paz, no faltó quienes querían linchar periodistas.
Reconciliación nacional
“¡Cuáles son los de Teleamazonas y Ecuavisa para castigarles ahorita!”, grita sin ningún recato un dirigente que asiste a la firma del acuerdo entre el movimiento indígena y el gobierno para levantar el paro nacional. En la mesa de diálogo, los mediadores de la Iglesia hablan de paz y reconciliación. El ministro de gobierno, Francisco Jiménez, persuadido de que el momento exige palabras mayores, se descuelga con un “¡Avancemos de frente hacia la historia!”, ejemplo acabado y sonoro de aquello que los franceses llaman, precisamente, “petite phrase”: una frasesita. Lo cierto es que la beligerancia continúa y todavía hay quien quisiera zarandear periodistas. Ortigarles, quizá. Como si los secuestros, el acoso y los palazos que les propinaron a lo largo de estos días no fueran suficientes.
“¡Nooo!”, se escucha gritar cuando Leonidas Iza se dispone a firmar el acta del acuerdo. “¡El paro continúa!”. Son los dirigentes que conforman lo que la Conaie llama “la estructura del movimiento”. Iza, al fin y al cabo más político que todos ellos, pide un receso de 15 minutos para convencerlos. Tarda una hora. De vuelta a la mesa, lanza un discurso dirigido no al país, sino a sus propias bases. Que es necesario ceder, les explica. Que se ha logrado bastante. Cierto que el precio de la gasolina no es el que quisieran. “No estamos satisfechos”, repite una y otra vez como para desvanecer suspicacias. Pero es lo que hay. Por ahora. Porque sabido es que “la lucha continúa” y el procedimiento ha quedado ya bien claro: nomás hay que incendiar el país cada dos años. No falla. Quizás en la próxima, esos de Teleamazonas y Ecuavisa tendrán su merecido.
Las hordas patrullan Quito palo en mano
Leer másLos hijos del paro
El presidente de la Feine, Eustaquio Toala, aquel dirigente de la gorra blanca que solía dormirse en todas las ruedas de prensa de Leonidas Iza, es el único que, en 18 días de paro nacional, ha tenido el coraje de admitir lo que en este país le consta a todo el mundo: “Sí -dijo cuando se disponía a firmar el acuerdo con el gobierno-, nos hemos equivocado, porque nuestra actitud muchas veces es violenta”. Una sinceridad que se agradece aunque desentone con el pedido que despachó a continuación: “que a través de la Fiscalía no haya provocaciones”.
“Provocaciones”. “Persecución”. Así llaman los dirigentes indígenas a la justicia. El tema de la impunidad había quedado fuera de los diálogos pero algunos dirigentes lo trajeron de vuelta. El primero de ellos, significativamente, fue Marlon Vargas, el presidente de la Confieniae a quien el ministro del Interior responsabiliza de la noche de terror que provocaron guerreros amazónicos armados en la ciudad de Puyo. Por el delito de entrenar y organizar una fuerza paramilitar, precisamente, la Fiscalía había abierto una investigación contra Vargas. Hoy, él ha sido amnistiado y un grupo paramilitar bien provisto de lanzas y escopetas actúa en la Amazonía a la vista de todos. Incluso se enfrenta contra gente pacífica que se manifiesta con banderas blancas, como ocurrió el miércoles en Macas. Esa banda y la guerrilla urbana que se paseó por Quito son las criaturas que nos deja este paro nacional. El próximo pinta bonito.
Iza, el Robespierre andino
Leer másVirgilio casi lo echa a perder pero reclama
Virgilio Saquicela mira la firma del acuerdo por televisión y se retuerce de la envidia. ¡Él debía estar ahí! El hombre que quiso mediar y conspirar al mismo tiempo todavía cree que puede atribuirse los méritos de la negociación que estuvo a punto de echar por un caño. Y para que nadie lo olvide, graba un video.
“La verdad sea dicha”, empieza entre toques de trompeta (en serio: toques de trompeta; la banda sonora que fue a buscarse Saquicela es como para plantar la bandera en Iwo Jima). “Estábamos a un paso de la paz -continúa-, y ello, producto del diálogo al que convoqué”.
Vamos a ver: en el diálogo al que convocó, donde los garantes fungían el papel de observadores mudos, los dirigentes indígenas se regodeaban lanzando discursos demagógicos ante las cámaras y los representantes del gobierno parecían perdidos en medio de una manifestación de la Conaie, el pedido de levantar la movilización había sido descartado como innegociable y se había traído sobre la mesa, en cambio, la salida del ministro del Interior y la “no judicialización” de los hechos del paro, es decir, la impunidad de todos los delitos cometidos en estos días, que son cientos.
En el diálogo convocado por la Iglesia, en cambio, con mediadores profesionales, sin cámaras de televisión y en igualdad de condiciones, el fin de las movilizaciones fue el punto de partida. Y ni la salida del ministro del Interior ni la impunidad de los delitos cometidos durante el paro entraron a debate.
“El gobierno nacional, lo que no quiso -continúa en su video el presidente de la Asamblea- es que Virgilio Saquicela esté al frente de ese diálogo”. ¡Obviamente! ¿Quién lo querría?