Todos contra el del grillete
El cargamontón a Jorge Yunda fue lo más parecido a un debate entre candidatos a la Alcaldía de Quito. Pero las reglas del CNE impiden eso: debatir.
En algo parecen estar de acuerdo todos los candidatos a la Alcaldía de Quito (bueno, todos menos uno): en que la presencia entre ellos de Jorge Yunda, alcalde removido de su cargo, procesado por corrupción, supuestamente privado de sus derechos políticos y portador de una tobillera electrónica que le pusieron para evitar que se escape, es escandalosa. Al menos los cinco que participaron con él en la segunda parte del debate del domingo terminaron uniéndose de algún modo en su contra. Y hasta en el primer grupo, donde él no estaba, se mencionó el grillete. Yunda, que había llegado con una política de no confrontación, no tuvo más remedio que responder a las alusiones y descender al fango.
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Leer másEstos intercambios entre Yunda y el resto del mundo fueron lo más parecido a un debate que ocurrió en toda la noche. Para ello, hizo falta que los candidatos rompieran las reglas establecidas por el Consejo Nacional Electoral, que parecen específicamente diseñadas, precisamente, para evitar el debate. Reglas según las cuales la única interacción posible se decide de antemano por sorteo, es unidireccional (no contempla la posibilidad de réplicas, comentarios, aclaraciones o repreguntas) e involucra siempre a los mismos participantes: si el sorteo decidió que María José Carrión sería la encargada de preguntar a Yunda, nadie más podría hacerlo y ella no podría dirigirse a ningún otro en toda la noche. Las preguntas tenían que ajustarse a los “ejes temáticos” también establecidos de antemano y someterse al estricto orden de los turnos. El cuadro se completa con una moderadora (Gisella Bayona) que bien podría ser sustituida por un semáforo y a quien le está vedada cualquier iniciativa salvo la de prender todas las alarmas ante el menor indicio de debate. El resultado es una sucesión de recitaciones acartonadas, aprendidas de memoria, que dieron a la mayoría de candidatos (situados unos junto a otros, mirando siempre al frente y sin verse siquiera las caras) la apariencia de empleados de ‘call center’.
Así ocurrió con el primer grupo de participantes. Natasha Rojas, Pablo Ponce, Luisa Maldonado, Pabel Muñoz, Jessica Jaramillo y Andrés Páez actuaron como memoriosos estudiantes secundarios en examen con sorteo de tesis. Los temas iban saliendo uno a uno (seguridad, metro de Quito, prevención de riesgos...) y ellos se ponían el casete respectivo en la cabeza y despachaban su lista de ofertas intercambiables: “Crearé la Universidad Municipal y cuatro institutos tecnológicos”; “Crearé una ciudad inteligente”; “Crearé la Policía Metropolitana”; “Cuatro líneas de teleférico”; “Un Plan Bukele para la seguridad”; “El metro del Sur”; “Obras de viabilidad (tal cual)”... Una lista interminable de promesas maravillosas que dejaron la impresión de que se pagarían solas.
En el segundo grupo las cosas fueron parecidas pero la presencia de Yunda salvó, por lo menos, el espectáculo, ya que no el debate propiamente dicho. María José Carrión, Omar Cevallos, Pedro Freile, Patricio Alarcón (el que menos) y Luz Elena Coloma (la que más) tuvieron en el grillete electrónico de su oponente una válvula de escape. “¿Sí sabe por qué llevo el grillete? Por salvar decenas de miles de vidas”, se defendió el exalcalde procesado por peculado en la compra de pruebas para la detección de la COVID. Y dijo que no tenía problemas de corrupción, sino “un problema jurídico que es un problema microbiológico”.
Que si la obra pública entregada a los amigos, que si los contratos chimbos con la empresa Geinco, que si el hijo prófugo, que si la sospechosa paralización del proyecto metro o las cámaras de vigilancia con sobreprecio... Las acusaciones (Luz Elena Coloma desplegó, literalmente, un papelote con una lista que no dio tiempo de mirar) cayeron sobre Yunda desde todos lados. Hasta Fernando Carrión, exfuncionario de su Alcaldía, convertido hoy en integrante del Comité Nacional de Debates, resultó salpicado cuando Omar Cevallos lo acusó de cobrar al Municipio 75 mil dólares en una sola consultoría. Los candidatos aprovechaban su turno de hablar para lanzarle piedras y la moderadora, al principio, trataba de evitarlo: “Les pido que por favor se dediquen a responder las preguntas”, decía. Luego se relajó y los dejó hacer. El orden establecido por el CNE se vino abajo por momentos y estuvo a punto de ocurrir lo inaudito, lo que todo el mundo trató de evitar y nadie había previsto: que los candidatos participantes en el debate se pusieran a debatir.
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No faltaron los gazapos y la comedia involuntaria. Pablo Ponce se jactó de que, en la Alcaldía de Paco Moncayo, “hicimos el puente Guayasamín (que no está hecho) y lo volveremos a hacer”. Natasha Rojas proclamó: “jamás estaré de acuerdo con los destrozos pero siempre contarán con mi participación”. A Jorge Yunda le preguntaron sobre prevención de desastres y el dijo que el 60 por ciento de las construcciones de Quito son irregulares. "¿Qué hacer?", se pregunto: "con las universidades y las politécnicas, buscar ir solucionando". Tres verbos y gerundio. Luego rezó: “Dios no quiera que haya un terremoto”.