Aeropuerto- seguridad- Quito
En el Aeropuerto de Quito hay un trabajo coordinado en distintas áreas.Henry Lapo/ EXPRESO

Los guardianes de los cielos

Dos agentes de seguridad del aeropuerto Mariscal Sucre, en Quito, cuentan las excentricidades que ahí se viven y recuerdan momentos de pánico y dicha

“Pasajeros del vuelo 818, con destino a Nueva York, por favor abordar por la puerta 5”. La sala de preembarque internacional del aeropuerto Mariscal Sucre, en Quito, se abarrota de usuarios. Unos se despiden de familiares, amigos y los abrazos no faltan. Otros se agolpan en el umbral de ingreso a los ocho filtros de seguridad, próximos a migración. Byron Contreras, jefe de seguridad aeroportuaria, espera en el andén 5, detrás de un escáner moderno, el arribo de las maletas de mano. Analizar los objetos que llevan los ocupantes y desechar aquellos que son dudosos o prohibidos es su misión.

Pero desde la pista de aterrizaje, Andrea Solá también hace lo suyo para precautelar el bienestar de los pasajeros. Supervisa con sigilo el estado de la pista, su limpieza previa al despegue y llegada de aviones, el correcto abastecimiento de combustible en las aeronaves e incluso ayuda a que se parqueen aquellos que jamás han pisado esta pista que lleva 10 años en funcionamiento.

Ellos, cada uno desde sus trincheras, concuerdan en que los aviones y en general todo lo que implica estar en el aire es su pasión. Por eso llevan décadas en este oficio. Contreras, por ejemplo, cumplió 20 años de labores. Empezó como operario de una aerolínea internacional y ascendió con el paso del tiempo al área de filtros.

Con 45 años, dice que es chileno, que llegó al país cuando tenía cinco años y que la dictadura de Pinochet lo exilió de sus raíces. Desde entonces sembró unas nuevas en Quito, se casó y hoy en día es uno de los empleados más antiguos del aeropuerto.

Este flanco del Mariscal Sucre lo cubren 305 agentes de seguridad de aviación. Revisan a cada pasajero con escáneres, detectores de metales y, ante todo, con perspicacia. El 60 % del personal corresponde a hombres y el 40 % restante lo conforman mujeres.

Parecería un trabajo fácil o corriente, dice Contreras, pero la adrenalina es un componente infalible en su jornada de ocho horas diarias, que cubre hasta fines de semana. El cielo jamás duerme, asegura.

WhatsApp Image 2022-12-30 at 14.31.28

Las viudas: una tradición que muta, pero no muere

Leer más

Las novedades, imprevistos o sustos jamás faltan. Al menos, cada día atiende tres de envergadura. Lo peor es atender emergencias por objetos olvidados, más aún si se trata de paquetes o mochilas. Podrían ser bombas, suelta el hombre. Y activar el protocolo de seguridad para descartar la novedad es toda una odisea. Hasta la fecha, jamás han sido víctimas de un atentado.

Los olvidos menores corresponden a laptops, cargadores de celulares, teléfonos, dispositivos digitales, ropa, zapatos e incluso niños. “Parece increíble, pero los papás de la emoción de recibir a alguien se olvidan de que llevan un pequeño. Al final los han recuperado”.

Según la Empresa Pública Metropolitana de Servicios Aeroportuarios del Municipio de Quito, en 2022 se reportaron 1.502 objetos olvidados. En 2021 el descuido fue menor: 780 artículos. En octubre del año pasado, todos estos fueron subastados y el dinero recaudado lo recibió una fundación benéfica, según indicaron las autoridades.

Solo en el 2022, por los filtros de control pasaron casi cuatro millones de personas, en casi 4.000 vuelos, entre locales y externos.

Contreras cuenta: “La creatividad que tienen los pasajeros para burlar nuestros filtros es impresionante. Recuerdo que intentaron pasar unas botellas de champú y otras de yogur hacia España y Estados Unidos. Me pareció sospechoso que lleven esto a países donde sí cuentan con eso. Entonces encontré lo esperado: licor artesanal o puntas”.

Entre otros objetos novedosos retenidos están los paralizantes camuflados en labiales o linternas, llaveros con navajas ocultas, gas butano, juegos pirotécnicos, espuma de carnaval, rodillos de cocina, tijeras, entre otros.

Aeropuerto- Quito- control
La zona principal de seguridad fue equipada con aparatos de última tecnología. Byron Contreras verifica el contenido de una maleta.Henry Lapo/ EXPRESO

Pero el dolor también ha sido parte de la trayectoria de este celador de vuelo. Hace 10 años abrazó la muerte de un pasajero norteamericano, a quien un infarto fulminante noqueó en el andén de salida. “Viajaba a Galápagos para olvidar la muerte de su esposa, que había perdido una semana atrás. Fue duro, porque me tomó de la mano y me miró fijamente mientras exhalaba su último suspiro”.

Pero no todo es trabajo y los sueños también se cumplen desde este espacio. Andrea Solá se sonroja cuando recuerda que fue la guía de parqueo del avión privado del reguetonero Wisin, quien llegó el año pasado al país para su concierto.

“No lo podía creer cuando lo vi descender. Es tan sencillo y me besó en la mejilla. Me dio las gracias y me estrechó la mano. Con eso cumplí mi anhelo de conocerlo”.

agresión

Agente metropolitano es agredido por un hombre, en el sur de Quito

Leer más

Solá tiene 33 años y trabaja en el aeropuerto desde hace 10. No cambiaría por nada su oficio, afirma. La adrenalina es lo que la mantiene firme en la pista, y ni el frío de hasta 12 grados centígrados que en ocasiones soporta podría tumbarla.

Su trabajo es otro de aquellos que pasan inadvertidos por los pasajeros: retirar escombros del tren de despegue y aterrizaje, algo fundamental. “No se imagina la catástrofe que puede ocasionar un papel o desperdicio en alguna de las turbinas o en el parabrisas del avión. Podría ser mortal. O acaso un bache. Esto no puede pasar porque los aviones no son como los carros, que aguantan esos desperfectos. Incluso debo estar atenta ante la presencia de aves”.

Todo marchaba bajo control en su carrera, hasta hace cuatro meses: su capacidad de reacción se puso a tope cuando el piloto de un avión de carga que llegaba desde otro país le reportó por radio que la riel del avión no se abría y harían un aterrizaje forzoso. “Solo Dios nos ayudó. Rezaba para que se abra y al final llegó a tierra sin novedad. Fue fuerte”, recuerda.

El día transcurre y ellos cumplen sus turnos. Pese a que se marchan, la seguridad en el aeropuerto seguirá más despierta que nunca.