La Guayaquil de Olmedo

Poco se reconoce la importancia de José Joaquín de Olmedo para esta ciudad, no solo por haber asumido la jefatura y escrito su primera Constitución, sino por haber impregnado en el imaginario guayaquileño permanentemente el anhelo de la libertad.

El 9 de Octubre de 1820 se organizó una Junta de Guerra presidida por Luis de Urdaneta, que nombró a Olmedo jefe político y al teniente Gregorio Escobedo comandante militar. El 8 de noviembre los diputados de la Provincia de Guayaquil se reunieron y conformaron la Junta de Gobierno definitiva, presidida por José Joaquín de Olmedo.

La historia ha sido mezquina con Olmedo, pues no le reconoce el haber sido el primer presidente de la tierra libre, la cual no solo preside, sino que redacta su Constitución, reorganiza el ejército y colabora con Sucre para el logro del triunfo de Pichincha, otra mezquindad de la historia, al no reconocer el aporte guayaquileño a la libertad nacional.

Olmedo es irremplazable al dejar su huella en la historia ecuatoriana desde su ciudad, la nuestra, por la que luchó y supo defender sus ideas, aquella para quien escribió la letra de lo que sería su himno. Y además, diseñó su escudo y su bandera.

Más allá, para José Antonio Gómez Iturralde, nuestro mejor historiador, Olmedo aspiraba “un gobierno liberal basado en la libertad de comercio y la libertad del individuo, al cual el Estado no le debe dar directrices”. Por ello la primera Constitución de Guayaquil marca esa visión.

En la Canción de Octubre hay dos párrafos que dan la hoja de ruta e instruyen a los que habitamos la ciudad: “Nosotros guardaremos con ardor indecible tu fuego inextinguible, ¡oh santa libertad!”, Y: “Haz que en el suelo que amas florezca en todas partes el culto de las artes y el honor nacional. Y da con mano pródiga los bienes de la paz”.

Libertad, honor nacional, cultura, solidaridad y paz son la herencia que tenemos de él, por eso a las puertas de elegir al sucesor o sucesora de Jaime Nebot, hay que evaluar quiénes nos ayudarán a mantener esta misma esencia. Guayaquil es una ciudad olmedina. Así nació, así será hoy y siempre.