Guayarte, nuevo ‘depredador’ para el ecosistema del Salado
Hubo leyes “inobservadas”, según los expertos. La contaminación acústica, lumínica y por desechos acechan al estero. El Municipio no responde.
¿Dónde está el estudio de impacto ambiental de flora y fauna urbana para la construcción de la plaza Guayarte? Esa es la pregunta que, hasta ahora, el Municipio porteño no ha contestado. También fue el argumento de la crítica de decenas de usuarios en redes sociales y de vecinos de Urdesa, tras el anuncio de la construcción de una segunda fase del proyecto en un parque cercano.
“No queremos más cemento, contenedores de comida, latas de zinc, comercio y más comercio. Queremos áreas verdes y la recuperación del estero (Salado)”, tuiteó el internauta Alejandro Oviedo.
La experta en Arquitectura Sustentable Liliana Carbonell dice que la ley no permite la construcción de este tipo de proyectos en “áreas ecológicas vulnerables”. El artículo 18 de la Ley Orgánica de Ordenamiento Territorial, Uso y Gestión de Suelo (Lootugs) restringe la ocupación del suelo urbano de protección, el cual, por sus características “biofísicas, culturales, sociales o paisajísticas, o por presentar factores de riesgo para los asentamientos humanos, debe ser protegido”.
En complemento, el artículo 55 del Código Orgánico de Organización Territorial, Autonomía y Descentralización (Cootad) atribuye a los municipios la responsabilidad de regular, autorizar y controlar el uso de dichos espacios protegidos, como el estero Salado. Fue en las riberas de uno de sus ramales donde la Municipalidad implantó su bandera de arte, cultura y diversión familiar guayaquileña.
La obra en un estero que aún grita por la remediación ambiental le parece disruptiva e incoherente a Inés Manzano, especialista en Derecho Ambiental. “¿Por qué si saben que el estero Salado es un cuerpo de agua aún en recuperación le ponen más carga? No hay sentido común en este proyecto”, argumenta.
Según Manzano, si el Municipio quería desarrollar proyectos culturales, primero debió pensar en zonas ya intervenidas por la construcción. “No es idóneo que las pocas áreas que tiene Guayaquil sean transgredidas por un proyecto de este tipo, que pudo hacerse en otras zonas, incluso mediante la expropiación de espacios, donde haya acceso al transporte público, parqueos y donde se pueda manejar las normas de convivencia”, añade.
Manzano también critica la ‘inobservancia’ de las leyes que buscan la protección del ambiente. “No se pensó en el tráfico, la basura y la contaminación que iba a generar Guayarte”, dice. Según datos del Municipio de Guayaquil, 20.000 personas acuden semanalmente a la plaza.
“En este proyecto no se ve un aporte de diseño sustentable, ni de nuevas tecnologías; tampoco de conservación del ambiente”, agrega.
Como ella, decenas de personas alzan su voz contra la contaminación y exponen fotos de los desperdicios que flotan en el Salado. Lo hacen a través de las redes sociales.
Xavier Salgado, director de la organización no gubernamental Medio Ambiente Sustentable, indica que si el ser humano “invade áreas donde las especies tienen equilibrio ecosistémico”, estas migrarán y morirán.
Liliana Carbonell tiene una opinión similar a la de Manzano. Piensa que si se hubiese tomado en cuenta la ley, la construcción de Guayarte habría sido mínimamente invasiva o inexistente. No habla solo del impacto de la basura, sino de la contaminación lumínica y auditiva que, a su parecer, terminará por ahuyentar a la fauna que vive en los pocos mangles que quedan.
Nancy Hilgert, experta en Ciencias Biológicas, ve al ruido como uno de los factores de mayor riesgo, no solo para la fauna sino también para la flora. “Los animales con sensibilidad auditiva, como murciélagos y aves, van a ser afectados”. Además, sostiene que hay estudios que determinan que “también las plantas se afectan con el ruido”. Aunque no critica el proyecto, sí cuestiona que no se conozca el resultado de los estudios de impacto ambiental y los planes de remediación, mitigación y adaptación para las especies de la zona.
La misma pregunta le hizo ayer Diario EXPRESO a Josué Sánchez, vicealcalde de Guayaquil. Su respuesta fue que Bolívar Coloma, director de Ambiente Municipal, contestará las dudas sobre el tema. Hasta el cierre de esta edición, el cabildo porteño no emitió pronunciamiento alguno.
Este Diario también solicitó información al Ministerio de Ambiente sobre los permisos medioambientales y los planes de mitigación de los impactos. Desde el área de comunicación de dicha entidad indicaron que la respuesta será enviada hoy.
Aguas residuales
La plaza usa pozos sépticos
Otro de los puntos que Guayarte no ha solucionado tiene relación con el tratamiento de sus aguas residuales. Ayer, vía e-mail, Josué Sánchez confirmó que Guayarte tiene pozos sépticos porque esta ha sido la “mejor opción provisional”. Según Luis Domínguez, director del Centro de Agua y Desarrollo Sustentable de la Espol, es riesgoso el uso de estos sistemas, más aún cuando están cerca a cuerpos de agua. “Si no tienen un mantenimiento especial pueden darse infiltraciones contaminantes”, precisó.
Voces
En este proyecto (Guayarte) no se ve un aporte de diseño sustentable, ni el aporte de nuevas tecnologías. Tampoco hay un aporte de conservación del medio ambiente.
Los animales con sensibilidad auditiva, como murciélagos y aves, van a ser afectados. Además, hay estudios que determinan que también las plantas se afectan con el ruido.
Se permitió construir en toda la franja del estero y ese fue uno de los primeros errores. La construcción de industrias o urbanizaciones cerca al estero conlleva de por sí una contaminación.
Lo ideal sería que Guayarte se conectara al sistema de alcantarillado, porque los pozos sépticos son sistemas que se usan para estructuras pequeñas, no grandes.