La guerra a Huawei

El arresto de Meng Wanzhou, directora financiera de Huawei, es una peligrosa jugada del gobierno del presidente estadounidense Donald Trump en su creciente conflicto con China. Si (como supuestamente dijo Mark Twain) muchas veces la historia rima, nuestra era recuerda cada vez más al período anterior a 1914. Igual que las grandes potencias europeas de entonces, Estados Unidos, gobernado por una administración decidida a afirmar el dominio estadounidense sobre China, está empujando al mundo hacia un desastre. El contexto del arresto es sumamente importante. EE. UU. pidió a Canadá arrestar a Meng en el aeropuerto de Vancouver, donde se hallaba en ruta a México desde Hong Kong, y extraditarla a EE. UU. La jugada es casi una declaración de guerra de EE. UU. contra la comunidad empresarial china. Expone a los empresarios estadounidenses que viajan al extranjero a un riesgo mucho mayor de que otros países tomen con ellos medidas similares. No es común que EE. UU. arreste a altos directivos de empresas (estadounidenses o extranjeros) por delitos presuntamente cometidos por las compañías a las que pertenecen; sí por presuntos delitos personales (malversación, soborno o violencia). A Meng se la acusa de violar las sanciones estadounidenses a Irán. Pero hay que analizar su arresto en el contexto de las numerosas empresas (estadounidenses o no) que han violado sanciones de Washington contra Irán y otros países. Es evidente que la acción estadounidense contra Meng es en realidad parte de un intento más amplio de la administración Trump de debilitar la economía china, apelando para ello a aranceles, cierre de mercados occidentales a las exportaciones chinas de alta tecnología y a evitar la compra china de empresas tecnológicas estadounidenses y europeas. No sería exagerado decir que es parte de una guerra económica contra China.; no tiene nada que ver con la defensa de la legalidad internacional. EE. UU. ha puesto a Huawei en la mira sobre todo por su éxito en la comercialización mundial de tecnologías 5G de avanzada; afirma que plantea un riesgo de seguridad concreto porque tiene herramientas de espionaje ocultas en su hardware y software. Pero el gobierno estadounidense no ha dado pruebas que sustenten esta afirmación. Cuando las normas del comercio internacional obstaculizan las tácticas mafiosas de Trump, entonces según él son las normas las que tienen que cambiar. El inédito arresto de Meng es incluso más provocador porque se basa en sanciones extraterritoriales de EE. UU., (EE. UU. puede ordenar a otros países que dejen de comerciar con terceros) lo que sin duda EE. UU. no toleraría. La fiscalización de sanciones referidas a actores no nacionales no debería quedar en manos de un solo país, sino del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a través de acuerdos alcanzados en su seno. La Resolución 2231 del Consejo de Seguridad exhorta a todos los países a eliminar las sanciones contra Irán, como parte del acuerdo de 2015 sobre el programa nuclear iraní. Pero ahora EE. UU. (y solo EE. UU.) niega la competencia del Consejo de Seguridad en estos temas. La administración Trump, no Huawei ni China, es la mayor amenaza actual a la legalidad internacional y con ella a la paz mundial.