"No ha habido guerra, pero tampoco tregua estos días"
Jorge Zambrano en la guerra del 95 entre Ecuador y Perú. Ahora combate la carestía y la muerte de sus animales por el paro nacional
En helicóptero sobrevuela a mil pies de altura. Jorge Zambrano, con 1, 70 metros de estatura y unos 70 kilos, clava la mirada en el cielo azul de Solanda, sur de Quito. Susurra que es la tercera vez que la aeronave pasa en el día y la número 95 durante el paro nacional.
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Leer másLleva bien las cuentas. Porque eso despierta en él los recuerdos de 1995, cuando fue combatiente en el conflicto del Alto Cenepa.
Hoy, 27 años después, este militar retirado sabe bien lo que significa el sonido de los motores en el aire: “No hay guerra, pero tampoco tregua”.
Martes, 11:00. La temperatura no supera los 14 grados centígrados. Unas diez personas caminan en la calle José Ante, una de las principales arterias de este popular barrio capitalino. Se ven asustadas. Como Jorge, a quien a pesar de haber enfrentado las más duras batallas en sus 65 años de vida, la violencia de las movilizaciones lo ha acorralado. Le han quitado la paz. El trabajo, el dinero y hasta la vida de sus aves y cuyes, porque ahora él se dedica a la agricultura.
Pero no solo eso. Este hombre es conocido en el sector porque a menudo hace fletes en su camioneta, en el Mercado Mayorista. Es uno de los 100 transportistas de carga liviana de este lugar.
Y EXPRESO lo aborda afuera de su parqueadero. Mientras juega a entrelazar sus manos callosas y opacas, como si estuviera a punto de enfilar hacia un combate, él confiesa que estas protestas que han sacudido Quito en los últimos 18 días son como una película fotográfica en blanco y negro de lo que él vivió en 1981, cuando arrancó su carrera militar.
Cuando los enemigos eran peruanos, el campo de batalla estaba en Paquisha, Zamora Chinchipe, y el uso de municiones era justificado por la defensa del territorio nacional.
Ahora, la situación es otra. Las batallas se libran entre ecuatorianos. En pleno corazón de la capital. Piedras, palos, escudos artesanales, lanzas, perdigones, bombas lacrimógenas y otros elementos son parte de la artillería pesada que han utilizado civiles y uniformados durante estas protestas.
Zambrano conoce las cifras. Está informado y no titubea cuando afirma que hay más de 500 heridos, seis muertos y 4 mil concentraciones en el país. “Unas más vandálicas que otras”. Lo dice con conciencia de causa. Fue atacado en el segundo día de protestas, cuando se dirigía al mercado para hacer fletes. Ahí sintió la furia del enemigo y optó por el encierro. Desde entonces no trabaja, no tiene ingresos económicos y su bolsillo ya no da para más.
Cuenta que en un día reunía hasta 35 dólares. En el peor de ellos llegaba a los 20. Y mensualmente jamás obtuvo menos de 600. Ahora, lo poco que tiene intenta distribuirlo con ‘corazón de padre’ entre sus tres hijos y esposa. Por ellos, no baja del todo la guardia.
Ahora su esperanza para espantar al hambre se afianza en unos ahorros. “Pocos, pero aún aguantan para tres días más”.
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Leer másLa escasez de alimentos también lo arrincona. Las provisiones se agotan, y comprar en la tienda es un reto. No hay lo básico. Y si hay, los precios están disparados.
Pero esto no es lo peor. Jorge suspira profundo y con la voz trémula suelta que teme “morir en el intento” y perder lo poco que le queda. Los animales que sobrevivieron al paro. Perdió 25 de 50 cuyes y cinco de siete gallinas. Murieron por inanición. Durante 15 días no recibieron alimento ni agua. Jorge las encontró muertas el pasado domingo en su granja, en Guayllabamba, nororiente de Quito. El bloqueo de carreteras le impidió llegar. Y ahora la culpa lo acompaña. Pero la rabia por ser una víctima colateral más de esta disputa supera su dolor.