El hambre: mas poderosa que el muro

La palabra migración evoca imágenes de guerras, desastres naturales y graves dificultades económicas. Sin embargo, el impulsor más poderoso de la migración puede que sea la falta de alimentos. Desde 2017, unos 821 millones de personas en todo el mundo -aproximadamente una de cada nueve- han confrontado carencia crónica de alimentos. El número total de personas con hambre crónica continúa en aumento. El vínculo con la migración está claro. Cuando personas en África, Medio Oriente y América Latina no pueden alimentarse ni alimentar a sus familias, a menudo dejan sus lugares de origen. Según un estudio del Programa Mundial de Alimentos de NN. UU. (PMA), cada aumento de un punto porcentual en la inseguridad alimentaria incrementa los flujos de salida de refugiados en un 1,9 %. Aquellos que enfrentan inseguridad alimentaria a menudo exigen mejores condiciones en sus lugares de origen. Si la escasez inicial de alimentos no bastó como motivador para que una persona migre, el malestar social y el conflicto resultantes a menudo sí, entre otras cosas, debido a que limitan aún más el suministro de alimentos. Según informa el PMA, la inseguridad alimentaria es “determinante importante de la incidencia y la intensidad de los conflictos armados”. Por cada año adicional de conflicto, los flujos de salida de refugiados aumentan en un 0,4 %. En el norte de África, según el Banco Mundial, las mujeres ahora representan 43 % de los agricultores. Los migrantes que llegan a Europa o EE. UU. a menudo forman la columna vertebral de los sectores agrícolas de sus nuevos países. Muchos viven en condiciones que se asemejan a las de la esclavitud; aran la tierra en condiciones muy duras por salarios muy bajos. Los cobros de los caporales se deducen de los salarios de los trabajadores y los agricultores adoptan este sistema que les permite evitar impuestos sobre la nómina de salarios; a menudo dichos agricultores ya se benefician de generosos subsidios, que los alientan a producir demasiada cantidad de alimentos. El excedente puede ser exportado a precios tan bajos que los agricultores y productores de alimentos en los países en desarrollo no pueden competir. O se puede desperdiciar: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, un tercio de todos los alimentos producidos mundialmente se echan a perder o se descartan, lo que es gran uso indebido de recursos -desde mano de obra hasta el agua- que se utilizan para producirlos. Los mayores culpables son los países tecnológicamente más avanzados, según el Índice de Sostenibilidad Alimentaria, elaborado por la Fundación BCFN y la Economist Intelligence Unit. En contraste, los países menos desarrollados muestran algunos éxitos sorprendentes. América Latina, Asia oriental y el Pacífico se desempeñan bien en cuanto a pérdida y desperdicio de alimentos. Un desafío tan complejo como la migración no se puede abordar simplemente a través de leyes de inmigración más estrictas, y mucho menos mediante un muro fronterizo como el que el presidente de EE. UU., Donald Trump, busca construir en la frontera sur de su país con México. Las autoridades que formulan políticas deben abordar las causas subyacentes de la migración, comenzando por un sistema alimentario mundial que funciona mal. En el caso de los gobiernos de los países desarrollados, deben repensar los subsidios agrícolas y aplicar políticas específicas para reducir la pérdida y desperdicio de alimentos. Los gobiernos de países en desarrollo deben tomar medidas para mitigar la desigualdad de género.