Hay voluntad, no hay plata
Martínez acompaña. El ministro de Finanzas, Richard Martínez, se sentó junto al presidente durante la ceremonia, pero no dijo esta boca es mía.
“¡Fuerte el aplauso!”. El ministro de Trabajo, Raúl Ledesma, con ampuloso gesto gráfico que abarca un tercio de la página, estampa su firma sobre el nuevo acuerdo ministerial que determina el pago de las jubilaciones adeudadas del sector público y la maestra de ceremonias anima a los presentes a celebrarlo: “De esta manera se cumple lo ofrecido”, entona jubilosa mientras las 150 personas reunidas en el salón de banquetes de Carondelet (las primeras filas están reservadas a los ministros, los demás son jubilados) rompen en aplausos. Junto a Ledesma, el presidente Lenín Moreno aprueba satisfecho: acaba de liberarse de un lastre heredado del gobierno anterior, y no de los menores: la deuda con los jubilados.
Esa liberación, sin embargo, parece más simbólica que otra cosa. Minutos más tarde, cuando se encuentre solo ante los micrófonos de la prensa, el ministro Ledesma será menos ampuloso a la hora de explicar los alcances del nuevo acuerdo. ¿Cuál es el plan de pagos? ¿De dónde saldrán los fondos? Se pagará “no necesariamente de golpe, pero sí en los próximos años”, alcanza a decir ya de salida, como si dejara caer un detalle sin importancia.
El gobierno de Lenín Moreno heredó del correísmo una deuda de 1.200 millones con los jubilados del sector público y un acuerdo ministerial (el 094, firmado por el anterior gobierno tres días antes de dejar el poder) que llama “beneficios” en lugar de “derechos” a las compensaciones jubilares y condiciona su pago a la existencia de recursos presupuestarios. El nuevo acuerdo ministerial, firmado ayer en Carondelet, deroga el ejecutado por el correísmo, pero no establece un plan de pagos claro. De los 1.200 millones originales, el gobierno cubrió poco más de la mitad. Cien millones más se entregarán hasta diciembre, gracias a las políticas de ajuste. ¿Y los 500 millones restantes? “Seguimos consiguiendo fondos”, admitió el ministro del Trabajo sin darle importancia aparente a la cuestión.
El caso es que firmaron un acuerdo ministerial. Nadie les quita lo bailado. Mariana Orellana, representante de un colectivo de jubilados, les dijo “Dios les pague” y luego repitió “Dios les pague y mil veces Dios les pague”. Y el público aplaudió a rabiar. Y los poco más de cien jubilados que asistían a la ceremonia fueron invitados por la maestra de ceremonias a pasar al frente y tomarse una foto de familia con el presidente. Valió la pena el despliegue.
Antes habló Lenín Moreno, cuyos discursos para esta clase de ocasiones (entre improvisados y leídos en la pantalla del teleprónter) siguen un guion fácil de desentrañar: una primera parte para marcar distancias con su antecesor y mostrar cómo cada acción de su gobierno implica desatar un embrollo creado por el anterior; y una segunda parte de recuerdos familiares y humor blanco aderezado con citas del papa Francisco, Hipócrates o Esculapio.
En esta ocasión el presidente volvió sobre la deuda heredada de la anterior administración. Dijo que a los 1.200 millones que se les debe a los jubilados hay que sumar las pérdidas en Petroecuador y las hidroeléctricas y otros pasivos más que nadie cuenta: “No está registrada la deuda a los proveedores”, se quejó. Dijo “los jubilados han esperado hasta diez años”. Dijo “derechos conculcados”. Dijo “¡qué vergüenza!”. Dijo “qué pena lo que se ha hecho con nuestros hermanos jubilados”. Luego miró a los ancianos congregados en el salón de banquetes de Carondelet y celebró que la mayoría fueran “mujercitas”. Porque “las mujeres son como la Liga de Quito: empatan pero no pierden”. Y despachó su anecdotario de esposas mandonas y maridos mandarinas que recuerdan, con su rancio juego de roles y estereotipos, las caricaturas de Don Pancho y Doña Ramona.
Fin del acto. En los parlantes del salón de banquetes de Carondelet suena ‘Hoy puede ser un gran día’, de Serrat. Entre este gobierno y el anterior cambian las canciones.
500 millones sin un plan
Al parecer el pago de las compensaciones jubilares atrasadas que Lenín Moreno heredó del correísmo depende del éxito del plan de ajuste de su gobierno. Raúl Ledesma, ministro del Trabajo, dijo que los cien millones que se desembolsarán este año provienen de los ahorros del Estado. Faltarían 500 millones por pagar que están financiados.